Una de las cuestiones que puede diferenciar de manera más clara y sostenible en el tiempo es su capital humano. Las empresas con empleados motivados, comprometidos y en una continua búsqueda de la mejora superan a sus rivales, y además es un aspecto que no es fácil de imitar.
Sin embargo, en la práctica habitual de muchas empresas no sólo no se facilita el florecimiento de ideas y la puesta en práctica de mejoras, sino que se entorpece, de manera consciente o inconsciente.
1. Una de las causas más habituales de esta cerrazón a las nuevas ideas está en el excesivo apego a los procedimientos establecidos. Evidentemente, es positivo contar con un sistema que nos permita trabajar de manera estructurada, pero esto no debe llegar a suponer una barrera al progreso, hay que saber cambiar cuando es conveniente, y esta cultura organizativa del progreso debe ser fomentada. En muchas ocasiones los empleados ni siquiera saben (no han recibido indicaciones al respecto) ni se plantean que ellos también pueden contribuir con sus pensamientos.
2. En este sentido, es importante articular los canales adecuados para que la información y las ideas fluyan y haya un feedback adecuado. Desde buzones de sugerencias hasta sistemas de incentivos, pasando por evaluaciones de 360º, etcétera, la empresa debe organizarse y abonar el terreno para que sus integrantes hagan estas aportaciones.
3. En otras ocasiones, los empleados no contribuyen con sus ideas porque éstas no son aceptadas de manera habitual por los directivos, de manera que desisten de hacerlo.
4. Hay casos en los que sus planteamientos son usurpados por sus jefes directos, que los plantean a la alta dirección como si fuesen suyos. Con esta actuación, aunque logren apuntarse algún tanto a corto plazo, a medio plazo están limitando las posibilidades de su departamento, ya que los empleados dejarán de hacer propuestas.
5. En algunos casos, las ideas que se plantean son desechadas en primera instancia por el alto directivo, pero consciente o inconscientemente, éste continúa dándole vueltas en su cabeza hasta que la hace suya, y como tal la presenta. No es como en el caso anterior, pero también desanima a los trabajadores.
En definitiva, hay muchas maneras de desperdiciar este potencial de mejora, y la empresa y sus directivos deben poner todo su empeño en conseguir que esto no suceda, por su propio bien.
Establecer canales adecuados y fomentar una cultura organizativa que busque el progreso y la mejora continua son cuestiones que debería plantearse cualquier organización que aspire a su supervivencia a medio plazo.
Pablo Rodríguez es licenciado en Ciencias Empresariales, postgraduado en Auditoría de Cuentas y máster MBA, apasionado del mundo de la economía y la gestión empresarial.
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