Mejorar laboralmente es uno de los propósitos más típicos para el año nuevo, pero en ese camino para conseguir que las peticiones y necesidades del empleado sean escuchadas, el jefe tiene un papel fundamental. De hecho, el 50% de las personas que cambian de trabajo, lo hacen por su mala relación con su jefe inmediato. Y es que no sólo se trata de saber negociar, sino también, saber influir en nuestro superior.
Según datos del estudio "Bienestar y motivación de los trabajadores en Europa 2015", un 40% de los trabajadores dejaría la empresa donde trabaja. La insatisfacción con la relación entre la vida familiar y laboral (41%) y el desacuerdo con el nivel salarial (31%) son las razones principales. De hecho, según la última encuesta sobre "Calidad de vida en el trabajo" del Ministerio de Trabajo, el 25,5% de los trabajadores españoles tiene una relación muy mala, mala o regular con su superior. Para el empleado, es clave, entenderse con su jefe y saber organizar las demandas, pero ¿cómo?
«Hay varias tácticas para lograrlo, algunas más agresivas y otras menos. La elección de unas u otras dependerá mucho de la persona», afirman Eva Rimbau, profesora de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), y Sebastián Steizel, profesor de comportamiento organizacional de la Universidad de San Andrés.
Tácticas para lograr influir en tu jefe
«Definidas las necesidades, tenemos que encontrar la manera de cubrirlas de la mejor manera posible, teniendo en cuenta que intentamos influir sobre alguien que está en una posición jerárquica superior», expone Rimbau. Los expertos proponen tres grandes tácticas: las racionales, las blandas y las duras.
Las relaciones se basan en utilizar datos e informaciones que avalan la petición del demandante. «Exponer el trabajo realizado, basándose en cifras y estadísticas, de una manera completamente racional», afirman los expertos. Para hacerlo es necesario un período de preparación, planificación y experiencia, que hay que practicar antes de influir en la otra persona. «Las personas con más autoestima prefieren este tipo de táctica», explica Steizel.
Entre las tácticas blandas destacan la amistad y la negociación. «La primera se basa en causar una buena impresión o congraciarse con el superior», considera Rimbau. La negociación, en cambio, es el intento de influir mediante el intercambio de beneficios o favores. «Esta táctica se basa en la reciprocidad, una persona se "siente obligada" a hacer determinada acción por un favor anterior que alguien le hizo», añade. Según Rimbau lo que uno puede ofrecer se traduce en habilidades, conocimientos, tiempo o recursos que aplicará a su trabajo.
Entre las tácticas más duras, los expertos sitúan la coalición, la asertividad y la autoridad superior. «En movilizar otras personas para convencer al jefe ya que, si muchos empleados hacen la misma demanda u operan a su favor, hay más posibilidades de que el jefe ceda», puntualiza Steizel sobre la coalición. «Saltarse la cadena jerárquica y recurrir a un estamento más poderoso que nuestra cabeza es jugar a la estrategia de la autoridad superior», afirma Rimbau.
Por último, la asertividad se basa en recurrir a demandas explícitas, usar fechas límites o expresarse con emociones fuertes para influir en otras personas. «Tanto esta última como la táctica de la autoridad superior son prácticas que suelen utilizar individuos con autoestima baja», afirma Steizel.
Elegir la estrategia según el contexto y buscar aliados
«Adaptar la táctica a los objetivos que se quiere conseguir es clave», afirman los expertos. «Cuando el trabajador trata de conseguir mejoras personales como ascensos o vacaciones, es recomendable utilizar estrategias blandas como la amistad, basadas en mejorar la relación con el superior, o la negociación, mediante el intercambio de favores», explica Rimbau. Si, en cambio, se trata de objetivos de la organización como peticiones de información o recursos de trabajo, lo mejor es utilizar tácticas más agresivas.
Combinar diferentes tácticas da buenos resultados para adaptarse a la negociación. Según los expertos, lo más frecuente es empezar con la racionalidad y la amistad porque se consideran más aceptables y menos costosas. «Generalmente, si no se tiene éxito entonces hay que pasar a la negociación o intercambio para, finalmente, aumentar el nivel de agresividad», señala Rimbau.
Hay que tener en cuenta que tener una buena relación con el jefe es fundamental para alcanzar el éxito. «Tener confianza y respeto profesional permite usar tácticas más directas como la racionalidad y la amistad», afirma Steizel.
Según la consultora Gallup, el compromiso que tiene el empleado con su trabajo depende en un 70% de la relación con su jefe. En España, el 82% de los trabajadores afirma no estar comprometido con sus tareas laborales. Cuando no se tiene una buena relación suelen utilizar la asertividad, la coalición y la autoridad superior. En algunos casos, si no se ha establecido una relación muy sólida con el superior, utilizar la intermediación puede ser muy útil. «Se trata de buscar un intermediario que tenga buena relación con la cabeza y que te ayude a determinar el mejor enfoque, qué argumentos hay que utilizar o en qué momento conviene hacer el intento de influencia», concluye Rimbau.
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