Pintan una realidad mágica y sonriente, que deja de lado muchas de las vicisitudes y altibajos por las que se pasa en el plano del trabajo cotidiano.
Es preciso recordar o recorrer las páginas web de consultoras y universidades. Se encontrará allí una mayoría abrumadora de imágenes de jóvenes sonrientes, de tez muy blanca y vestimenta prolija. Muy de vez en cuando, alguno porta un casco de operario. Dirigen su mirada al espectador, invitándolos a ser como ellos.
En definitiva, despliegan lo que un especialista de alto nivel como Roman Gubern, llama "lenguaje icónico". La imagen figurativa, explica Gubern, "amalgama signos solidarios entre sí". Y pone un ejemplo: si hablamos de un "hermoso desnudo" es posible disociar lingüísticamente el adjetivo (hermoso) del sustantivo (desnudo). En la imagen esto no es posible porque se presenta en el bloque sujeto-verbo-predicado.
Otro especialista, Abraham Moles, la llama "supersigno", es decir, trasciende lo que vemos para acceder a un significado totalizador. Estos análisis nos llevan a descubrir que hay, por lo menos, dos lecturas posibles: las de las palabras y las de la imagen. Esta última va ganando cada vez más terreno, pero en la medida que no sepamos diferenciar una de otra, seremos semi analfabetos.
Sabremos leer y escribir un texto, pero la lectura de imágenes no es una habilidad tan divulgada y adquirida, excepto por los artistas o arquitectos, que trabajan con las formas. Es un problema grave, porque limita la capacidad de entendimiento sobre el mundo que nos rodea, lo cual, en las empresas o en cualquier organización tendrá un efecto negativo. La imagen, ya sea fija o en movimiento, no reemplaza a los textos escritos, sino que cumplen funciones distintas.
Parafraseando y actualizando a Roman Gubern, es tan difícil describir con palabras el rostro de Angelina Jolie, como explicar con imágenes La Crítica de la Razón Pura de Kant. Entonces, leer las formas y las figuras ayuda a entender bastante más a las organizaciones y llegar a conclusiones a partir de este punto.
El edificio, la distribución de los puestos de trabajo, la higiene, la decoración, los servicios, los ámbitos destinados a capacitación, los colores de las paredes elegidos y todo lo que aparece a nuestra vista. Ya sea porque ingresamos por primera vez como cuando tenemos muchos años en el mismo lugar, la lectura de lo puramente visual facilita nuestra comprensión de dónde estamos, completando la versión, contradictoria o no, de lo que escuchamos o leemos.
Así se manifiesta aquello tan ambiguo que se llama "cultura" y uno de los ejemplos más claros es recorrer la distinta evolución del mayor protagonista de la historia y la religión occidental: Jesucristo. De la posible realidad étnica y antropométrica de un palestino del siglo I, de rostro oscuro y enjuto, pasó por distintas versiones hasta llegar a un arquetipo eurocéntrico estilizado, blanco, doliente e iluminado.
Entonces, si nos ponemos frente a esos jóvenes sonrientes otra vez y leemos sus imágenes, sospecharemos que puede haber algo de mentira.
El trabajo no es como lo pintan, tan esplendoroso, sino que tiene altibajos, juegos sucios, ambiciones y generosidades que se alternan de un modo bastante aleatorio.
Tampoco las graduaciones, excepto el momento en que se obtiene el diploma, porque el aprendizaje es, por definición, doloroso.
Implica cambiar de una situación a otra y si esto no sucede, no hubo aprendizaje. Esas figuras resplandecientes no dicen la total verdad del trabajo que habrán de enfrentar y, en cierto modo, así presentadas, también discriminan.
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