Invertir en formación y cultivar determinadas competencias ayudaran a mejorar el trabajo de muchos trabajadores españoles.
La inversión en formación está de rabiosa actualidad: se organizan reuniones alrededor del tema, las direcciones generales de las empresas se refieren a la formación como clave para el desarrollo de sus organizaciones, los asesores o consultores de formación lo convertimos en un argumento con ribetes publicitarios, las revistas, los periódicos y los blogs especializados dedican números exclusivos o publican artículos on line al respecto, etc. etc.
¿Se trata de una moda pasajera? ¿O tal vez nos encontramos ante la súbita aparición de un problema grave, que venimos padeciendo desde hace muchos años? ¿Tendremos que tomarnos el asunto muy en serio para renovar la manera de valorar y tratar los problemas de formación en las empresas y las organizaciones?
Parece que el asunto va en serio; se trata de una inversión inmaterial e intelectual. La gestión del conocimiento y las destrezas en las empresas, tienden a plantearse en términos de inversiones.
España parece preocuparse seriamente de la formación dentro de las empresas, con la subvención de cuantiosas cantidades de dinero, que a veces son puestas en duda, sobre si se aplican o no correctamente estas partidas presupuestarias. Los centrales sindicales y la patronal, que reciben aportaciones económicas provenientes de fondos Europeos y/o del Estado Español, a veces no son aplicados correctamente en acciones formativas sino que son desviados a otros asuntos muy dudosos, en perjuicio del buen fin para los que fueron creados (los fondos).
Ante este panorama—del cual pasamos página—si llegamos a la conclusión del esfuerzo que hacen muchos empresarios en invertir en la formación de sus empleados, huyendo desde un principio de las ofertas atractivas que realizan desde las organizaciones antes mencionadas para formar a sus trabajadores, y para que se acojan a tal o cual Plan de Formación “gratuita”.
Al final prefieren no ser subvencionados por las astillas que han de pagar a algunos gestores de estos fondos, y se ponen en mano de empresas de formaciones serias y competentes que les garanticen que sus inversiones son aprovechadas perfectamente.
Algunas de estas cifras—que por supuesto conoce el IEGE, ya que forman parte de sus propuestas económicas a las empresas—ilustran perfectamente la toma de conciencia de muchos empresarios que apuestan por la formación especializadas para los hombres y mujeres de sus empresas.
En efecto, se puede apreciar el dinamismo de muchas empresas en materia de formación y la parte del presupuesto de inversiones que dedican a éstas competencias, estimuladas, sin ninguna duda, por el entorno cada vez más competitivo, tanto dentro como fuera de nuestra fronteras.
Pero en general, la empresa española media no dedica más del 2%, lo que es inferior, por no decir utópico, al umbral mínimo ideal que los expertos fijan entre el 5% y el 10%.
Sin embargo, situados en un contexto absoluto, es evidente que las empresas con un importante volumen de negocio disponen de medios mas importantes que las pequeñas y medianas empresas, y son las que tienen en su haber el mayor número de horas de formación al año.
Esta conclusión permite pensar que el sector de la formación en España deberá desarrollarse todavía más en el futuro si se tiene en cuenta la opinión de los expertos.
La oferta formativa actual se orienta generalmente hacia un tipo de formación de alto nivel, con preferencia a los ejecutivos superiores, dejando así a un lado, áreas en la formación de menor nivel para directivos medios a un menor coste.
El proyecto de formación que presentamos en el IEGE pretende cubrir las necesidades de formación profesional de los distintos trabajadores que componen la platilla de las empresas a las cuales dedicamos nuestro trabajo, permitiendo la posibilidad de acceso mejores calificaciones profesionales de los mismos y corregir una de las deficiencias que obstaculizan el progreso económico personal y empresarial que ocasionan escasa competitividad.
La formación que proponemos deben considerarla como un método para mejorar la efectividad de los recursos humanos actuales en las empresas y alcanzar una mayor flexibilidad interna de las mismas que posibilite la adaptabilidad de lal plantillas a los nuevos procesos.
Adaptarse a los constantes cambios que se han producido en los últimos años, incorporar la tecnología actualmente disponible, incrementar la productividad y alcanzar cotas mas elevadas de eficacia son condiciones imprescindibles para remontar la crisis, reduciendo las posibilidades de que estos trabajadores pasen a situación de desempleo.
Pedro Rubio Domínguez
Director General del IEGE.
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