En mi vida profesional como experto en RR.HH. reconozco que he tenido una inmensa fortuna por tener la oportunidad de conocer directivos de todo calibre. Todos me han enseñado algo, y lo que más, a distinguir quienes eran líderes y quienes jefes, ejerciendo de auténticos patronos. Tengo la satisfacción de haber ayudado con excelentes resultados (e infinita paciencia) a la inmensa mayoría a ser mejores, a creer en su potencial como líderes, a dejar atrás las formas secas o agresivas.
Y soy consciente cuando aún tengo contacto con todos ellos, incluso con aquellos con los que no conseguí ayudar a crecer como tales principalmente porque en el fondo no creían en que las personas pueden ser tus socios de negocio, preferían (y más de uno lo decía con pesar) ser “temidos” a ser “amados”.
Y soy consciente cuando aún tengo contacto con todos ellos, incluso con aquellos con los que no conseguí ayudar a crecer como tales principalmente porque en el fondo no creían en que las personas pueden ser tus socios de negocio, preferían (y más de uno lo decía con pesar) ser “temidos” a ser “amados”.
En ese pequeño grupo he encontrado lamentablemente a las personas más tristes y descorazonadas del planeta. Es la consecuencia más visible de elegir no ser un líder. La soledad del que considera que los demás son un estorbo en sus planes.
Esta elección es legítima. Por supuesto que una empresa puede tener un jefe que no sea un líder, o que no quiera serlo, faltaría más. E incluso hay maravillosos jefes, eficientes y cumplidores, porque su trayectoria es tan brillante, tan reconocida que les convierten en líderes de hecho a imitar por su experiencia. He conocido jefes durísimos y nada empáticos pero por los que sus empleados se rebanarían un dedo por ellos. Porque el ejemplo es una de las razones más poderosas para seguir a alguien, más allá de su carisma o estilo de liderazgo.
El problema es si quieres que tus empleados sean tus aliados, si quieres trabajar en equipo (no trabajar juntos en un mismo espacio vital), lo del jefe te va a dar parcos resultados, e incluso las personas más válidas perderán su valor en algún momento (todo dependerá de tu pericia para estirar la “luna de miel”) ante un jefe donde únicamente se rinden cuentas o se “sirve” para tratar de sobrevivir o guardar el puesto.
Una de las claves más importantes en la dirección de personas es afianzar cada día nuestra capacidad de EMPATIA, esto es, ponernos en el lugar de los demás. Y si lo podemos hacer con quienes están bajo nuestro mando, también es un ejercicio muy recomendable hacerlo con quien tiene que tomar decisiones sobre nosotros. No lo olvidemos.
Los jefes crean planes, planifican y presupuestan. Ponen orden, esconden al discrepante , hacen razonamientos deductivos, y utilizan a sus empleados como peones de ajedrez mientras que los líderes establecen direcciones (visión) que implican ruptura, adoptan riesgos (no sólo financieros), ven a largo plazo y usan razonamientos inductivos, rodeándose de un equipo de confianza (mutua)
A la hora de referirse a los éxitos un jefe suele hablar de “Yo” o “Gracias a mi” en cambio cuando se generó un problema suelen referirse a “ellos”, castigando el error en vez de tratar de corregirlo. Por su parte, los líderes son aquellos que asumen como propios los errores que cometieron las personas que trabajan en su equipo o sección de una empresa y buscan un camino para solucionar el problema.
Un jefe se gana el respeto únicamente por el cargo que ocupa en el organigrama. Un líder suele ser más abierto a escuchar a las personas y sus problemas, son alegres, transmiten positivismo y ganas de trabajar.Una persona eternamente cabreada es el mayor desmotivador del mundo, y además lo lógico es que los demás le cabreen aún más. Lógico, es su enemigo a doblegar.
Mientras a un jefe se le obedece por el cargo que ocupa y se lo respeta por el temor a no ser despedido; un líder tiene seguidores que lo admiran por su forma de ser; sus seguidores le piden consejos y lo consultan sin temor. Si una persona tiene miedo ante la presencia de su superior, estamos claramente ante un jefe. En cambio si esa misma persona desea estar con su jefe para aprender de él, se trata de un líder.
No es tan difícil distinguirlo, ¿verdad? Ante un jefe pocas posibilidades tenemos de llegar a crecer profesionalmente, será cada día un cara o cruz porque en algún momento fallarás, por muy bueno que seas. Porque en su cabeza solo hay una manera de hacer las cosas.
Sin embargo, que gran sensación estar ante un líder, exigente pero positivo, que no sólo te dice “bien hecho o mal hecho”, alguien que te anima a hacer más cosas, a desarrollarte, que te pregunta cómo estás y que puede hacer por ti, te felicita incluso cuando te equivocas porque “lo has intentado con ganas, con ilusión”, alguien que se apoya en ti, que nunca te pone entre la espada y la pared y, lo más importante... alguien que no sólo confía en ti sino que tú puedes confiar en él a ciegas. Porque estar cerca de él es comprobar cuanto podéis llegar a crear juntos.
Miguel Ángel Pérez Laguna
Experto en Recursos Humanos
_______________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario