INSTITUTO EUROPEO DE GESTIÓN EMPRESARIAL
Formación & Consultoría
MADRID/ESPAÑA
Han
pasado ya treinta y tres años en que un grupo de experimentados analistas y
consultores iniciamos la aventura de poner en marcha un proyecto empresarial.
Con
la ilusión puesta en nuestro proyecto nos dimos a conocer en 1986, después de
deliberar si era conveniente o no dejar nuestros puestos de trabajo en una
multinacional de la formación y consultoría, y dedicarnos en cuerpo y alma a
nuestro trabajo de forma independiente, con los riesgos que ello suponía.
Ya
no contábamos con los sueldos fijos y otras retribuciones interesante de
nuestra antigua empresa. Los costes de explotación de la nueva empresa
deberíamos soportarlos nosotros, y no tuvimos ayudas ni del Estado ni de las
entidades financieras, lo que supuso para nosotros un gran esfuerzo.
Todos
los componentes del grupo de trabajo estábamos casados y con hijos lo que
suponía una cierta incertidumbre, lo que hizo que, al cabo de dos años, tres
de los fundadores del IEGE dejaron la empresa, y solo quedó uno de ellos que
es quien suscribe este comentario.
A
través de un intenso trabajo de relaciones con el tejido empresarial de
nuestro país, primero en la Comunidad Autónoma de Madrid y posteriormente de
Cataluña y Valencia, dimos a conocer nuestro sector de actividad que es la
Consultoría Empresarial para pymes.
Sorprendentemente,
iniciamos nuestra nueva singladura, obteniendo en el primer año de actividad
un notable éxito, lo que supuso la ampliación de nuestra área
geográfica, con la apertura de nuevas oficinas en Manresa (Barcelona) y
posteriormente en Valencia-Capital.
La
plantilla fue aumentando y se incorporaron magníficos profesionales que
contribuyeron a que nuestra empresa siguiera creciendo. El equipo comercial,
compuesto por excelentes vendedores fueron los interlocutores válidos con los
empresarios a los que supieron persuadir y motivar sobre lo interesante y
rentable de nuestros trabajos de consultoría y formación. Hicieron hincapié
en que el mundo de los negocios está sometido continuamente a influencias
externas, y estos empresarios no escaparían de esta situación si no
incorporaban rápidamente a introducir en sus empresas sistemas de
organización, que les permitiera tener una visión objetiva de su anacrónica
situación.
Los
empresarios en general siempre han creído que el trabajo de los consultores
podría implicar problemas internos. Esto les hace perder el ánimo y la
serenidad y no tardan en darse cuenta de la frágil cohesión de sus mandos y
su falta de implicación en la solución de los problemas cuando más se les
necesita. Los empresarios deben estar convencidos de que pueden confiar en
sus consultores, de lo contrario la consultoría es imposible.
La
confidencialidad es todavía una cuestión importante en España, donde las
empresas no están seguras de que la información que facilita a consultores
procedentes de centros de dirección de empresas o de productividad no sea
transmitida a organismos oficiales (Delegación de Hacienda, etc.) Por lo
tanto, una consultoría vinculada al sector público pierde autonomía y
fiabilidad.
Hoy
nuestra cartera de clientes es muy amplia, todos ellos nos confiaron la
organización y formación de sus empresas y aceptaron de buen grado solucionar
sus problemas a través de nuestros consejos técnicos. Algunos tenían pensado
cerrar debido a la gravedad de estos problemas, pero a través de las
conversaciones mantenidas con nuestros analistas y consultores comprendieron
que dicha situación les hacía vulnerables y estaban poniendo riesgo el futuro
de su empresa. Nuestros especialistas investidos de la autoridad que les daba
y sigue dando nuestra imagen corporativa, ofrecieron la ayuda necesaria, no
para sustituirles como empresarios, eso no era posible, pero si para
ayudarles en el control de gestión de sus empresas, mediante el análisis, el
control y los consejos técnicos y humanos para que ellos mismos pudieran
dirigirlas.
Los
problemas de las empresas y en los empresarios hoy día siguen siendo los
mismos que hace años porque la evolución que tiene la empresa, como ente
dinámico que es, para ser armoniosa, precisa de un conocimiento y un riguroso
control de esta. La falta de recursos, de tiempo o la continua presión a la
que está sometido el pequeño y mediano empresario, hacen que la mayoría de
ellos no controlen su empresa o lo que es peor no la conozcan.
Aunque
la mayoría de las tareas de consultoría pueden redundar en mejoras, también
las hay que por diversas razones no pueden dar ningún resultado y que por
consiguiente significan un gasto financiero inútil. Por ejemplo: el cliente
quiere introducir un cambio que debería haberse efectuado hace tiempo y que
ahora no puede impedir el deterioro general de la situación, las mejoras son
posibles, pero a expensas de medidas graves para el personal que el cliente
no las puede aceptar; el beneficio conseguido sería tan escaso que no
justificaría los honorarios del consultor.
Si
el consultor profesional descubre una situación de esta índole al asumir una
tarea, incluso si ya ha empezado a trabajar en ella, debe informar al cliente
con franqueza y sugerirle la cancelación del contrato.
Ningún
consultor profesional perpetua sus tareas haciendo al cliente dependiente de
su consejo. El único trabajo realmente digno del consultor es el trabajo educativo
y formativo que enseña a los clientes y a su personal a llevar mejor sus
asuntos por sí mismos. La transmisión de toda la información sobre los
métodos empleados y la formación del personal del cliente de manera que sea
capaz de repetir las mismas operaciones sin ayuda, son elementos fundamentales del método profesional del consultor.
Esto
no significa que cuanto mejor haya enseñado el consultor a su cliente y a su
personal, menos trabajo tendrá en el futuro. ■
Pedro Rubio Domínguez/ Socio Fundador/
Director General del IEGE
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