Fue Bain, en 1956 el primero en hacer mención a las barreras de entrada; posteriormente George Joseph Stigler las definió como los costes de los que están libres las empresas que ya están en el mercado, pero en los que tienen que incurrir las empresas que quieren entrar.
En síntesis es una definición totalmente válida para referirse a todos aquellos aspectos que pueden dificultar tanto la incorporación de nuevas empresas a un mercado ya existente, como la salida de empresas que deseen abandonar el mercado en el que se encuentran operando.
Las barreras de entrada son una medida de la competitividad que hay en un mercado, de forma que: en mercados muy competitivos serán pocos los obstáculos a los que hay que hacer frente (tanto para acceder al mercado como para salir de él); sin embargo en mercados poco competitivos, en ocasiones suponen una limitación insuperable para las empresas.
¿Qué podríamos considerar barrera de entrada?
En primer lugar habría que pensar en la inversión que es necesario afrontar para poder llevar a cabo la actividad; lógicamente cuando más intensivo en capital sea el sector y mayores sumas de dinero sean necesarias para comenzar a producir, pongamos por ejemplo el caso de una industria, mayor será la barrera de entrada a la que tenemos que hacer frente.
De igual manera, si pretendemos cerrar y salir del mercado, los costes fijos que tendremos que afrontar pueden suponer un importante lastre. En muchos casos serán costes irrecuperables. El gasto en investigación, desarrollo e innovación puede ser tan alto en algunos sectores (pongamos como ejemplo los fabricantes de programas informáticos) que es imposible llegar a competir en precio con las empresas que llevan tiempo instaladas y tienen por tanto más facilidades derivadas del conocimiento y de la experiencia de aprendizaje en la mejora constante de sus productos.
Dicho conocimiento y efecto experiencia han ido alcanzados a lo largo de los años. La capacidad de negociación tanto con proveedores como con canales de distribución e incluso con entidades financieras, será mucho mayor en empresas ya instaladas; dichas empresas pueden tener firmados contratos de exclusividad que hace imposible tanto obtener materias primas cerca del lugar donde pretendemos ubicar la nueva empresa (teniendo pues que incurrir en elevados costes de transporte para acercar las materias primas a la fábrica); como tener un posterior servicio de distribución para acercar los productos a los potenciales clientes; dado que éste está controlado por las empresas ya existentes.
Las empresas ya instaladas gozan de economías de escala derivadas de fabricar altos volúmenes de producción, lo cual les permitirá fijar un precio con el que las nuevas empresas no podrán competir, porque el precio de las antiguas empresas podría llegar a estar por debajo de los costes medios de las nuevas. Los aspectos anteriormente tratados darán a las empresas ventajas en costes que serán una de las bases de la fuerza competitiva con la que cuenten las ya existentes.
Si además el mercado está muy regulado, pueden existir verdaderas trabas legales que hagan imposible la entrada de nuevas empresas al sector. Podría darse el caso de que, según en que sectores, nos encontrásemos incluso con algún monopolio legal. El fenómeno de la globalización hace, en muchas ocasiones, que la entrada de empresas extranjeras limíte la inclusión de empresas de ámbito local en un determinado sector.
Hay algo importantísimo que afectará directamente al volumen de ingresos de las empresas y es el grado de fidelización que los clientes tengan con las empresas ya instaladas. Si el grado de fidelización es elevado, las empresas ya instaladas contarán con una clientela fija, poco motivada a cambiar de producto, aunque éste pudiese ser perfecto sustitutivo e incluso llegase a tener un precio más razonable.
El grado de fidelización es determinante. Desde luego es obvio que, mientras que el mercado sea imperfectamente competitivo, las barreras de entrada serán un factor clave que las empresas han de valorar, cuantificar y evaluar tanto para acceder a nuevos mercados como para poder abandonar los actuales.
Eva Argüelles Nosti.
Profesora de economía
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