En un escenario como en el que nos encontramos, cuya descripción de la crisis es comentada por activa y por pasiva, en el que los parámetros esenciales con el cambio, el incremento de la competencia, la segmentación del mercado, la calidad y la importancia de los recursos humanos dentro de la empresa, cobra especial relevancia la innovación.
La innovación es necesaria para hacer frente a la incertidumbre que ocasionan los cambios constantes, y es necesario disponer de una ventaja competitiva frente a la competencia e incrementar la calidad de nuestros productos y/o servicios para unos clientes cada día más diferenciados y exigentes.
Pero no debemos plantearnos la innovación como un hecho aislado, sino como un proceso continuo que abarque toda la organización, y será un elemento motivador decisivo para la integración de la totalidad de las personas que la constituyen.
La mayor parte de las innovaciones provendrán de ideas sencillas pero con un impacto importante en la mejora de los procesos productivos, de la calidad, de la eficacia, etc. Esta ideas sencillas pueden provenir, y de hecho en muchas ocasiones provienen, del –en ocasiones poco considerado—personal de apoyo de nuestras empresas. Motivar también a éste personal convirtiéndoles en personas entusiastas y comprometidas con la innovación, será un factor decisivo en la obtención de esta ventaja competitiva.
Todos sabemos que los productos o servicios no tienen garantizado el éxito indefinidamente. En general, o se van adaptando a las necesidades del mercado anticipándose a ellas (esto es, se innova), o en cuanto aparece un producto o servicio con un nuevo enfoque que cubra las necesidades de los clientes, comienza su declive. Nos encontramos por tanto con el concepto de ciclo de vida de los productos o servicios. Las propias empresas prevén el descenso en la línea del éxito y de la rentabilidad de sus productos o servicios más significativos y exitosos hasta llegar a su total retirada del mercado.
Hoy en día los ciclos de vida de los productos son cada vez más cortos debido a que los cambios son cada vez mas frecuentes, mas rápidos, más numerosos e inevitables. Aceptar esto es dar el primer paso hacia la innovación.
El problema de muchas empresas que han alcanzado el éxito consiste en lo que coloquialmente llamamos “dormirse en los laureles”. Cuando tras muchos esfuerzos se ha llegado al éxito es difícil platearse alternativas. La resistencia al cambio es mucho mayor ya que hasta ahora las políticas y los criterios seguidos y la estructura organizativa existente ha dado resultado y la evaluación general del pasado es positiva, medida sobre todo en términos de rentabilidad y cash-flow. Por ello, el desarrollo de nuevas ideas y proyectos, no parece ser un aspecto prioritario.
Valor para el cliente
Sin embargo, hay que ser conscientes y prever el declive de situaciones de éxito pasadas, para aprovechar éstas al máximo y prepararse para seguir manteniendo esa línea en el futuro. Esta es la base en el proceso de la innovación continuada dentro de la empresa.
La clave está en encontrar el equilibrio entre el aprovechamiento de sus ventajas actuales y la capacidad de adaptación al cambio. Se necesita de un flujo constantes de ideas o adaptaciones de algunas ya existentes orientadas hacia un claro objetivo: crear un nuevo valor para el cliente.
Una de las características de las Pymes que más ventaja le otorgan frente a las grandes empresas, es precisamente la de su agilidad y flexibilidad para tomar este tipo de decisiones estratégicas.
Siendo conscientes de la necesidad del proceso continuo de la innovación y de acuerdo con el propio concepto, que según comentábamos anteriormente, debe afectar a la totalidad de la organización; podríamos preguntarnos. ¿Qué tipo de organización es la más adecuada para implantar el proceso de innovación? La respuesta es clara “no existe un tipo único”, la estructura organizativa deberá plantearse a la medida de cada empresa, de su persona, de su entorno, de su cultura, de su estilo de dirección. Lo que si es importante es que en este estilo de dirección, en esa cultura, en esa estructura organizativa, este presente de manera permanente y asumida por todos, la innovación. Para este cambio se requiere una adecuada actitud mental.
Factores que estimulan la innovación
Para lograr esa adecuada actitud mental se pueden considerar una serie de factores que favorezcan la innovación.
Estas acciones estarían encaminadas a resaltar la importancia de los individuos en la organización, dándoles oportunidades y recursos, estimulando su creatividad y el desarrollo de sus ideas, su participación e integración en la empresa. Desde el premio a las iniciativas, a la comprensión y ayuda en los fracasos. De promoción de trabajo en equipo hasta la provocación del dialogo y la confrontación desde diferentes puntos de vista. Desde la creación de un ambiente de dinamismo hasta eliminación de los “Reinos de Taifas”
Existen varios aspectos que pueden ser utilizados para favorecer la creación de nuevas ideas (nuevos negocios):
- Análisis de la tendencia de la economía.
- Aprender de las experiencias de otros, profundizar en sus éxitos y fracasos.
- Estudio de los últimos avances tecnológicos que posibiliten la innovación.
- Análisis de las necesidades de nuestros clientes
- La ampliación de los conocimientos de nuestros empleados.
- Un adecuado marketing interno que provoque actitudes favorables al cambio.
Como hemos comentado es necesario un compromiso de todas las unidades de la empresa con la innovación. La falta de este compromiso originaría perdidas de oportunidades.
Evaluación
Deberemos intentar también realizar una medición del proceso de innovación.
Frases tan conocidas como: “lo que puede medirse puede hacerse, aunque sea una medida imperfecta” (Tom Peters) o “conocimiento cierto de lo que esta pasando no lo tendremos sino somos capaces de medir una cosa” (Lord Kelvin, Físico), nos hacen pensar en la conveniencia de pulsar y medir nuestro compromiso integral con la innovación, si se está haciendo correctamente y con los resultados positivos, los costes que originan, las áreas de la empresa donde se realizan el numero de ideas o proyectos innovadores, el numero de fracasos y sus enseñanzas y rectificaciones, etc.
Por último, no deberemos olvidar el objetivo de la actividad empresarial, al menos uno de los mas importantes: la de marcarnos objetivos de rentabilidad y perseguirlos, para alcanzar buenos resultados económicos.
Por ello, como hemos señalado, si el proceso de innovación tiene que formar parte de toda la organización, no podemos olvidar la obtención de beneficios, en definitiva la creación de recursos.
Hay que buscar un justo equilibrio en este proceso. Demasiada adaptación y demasiadas innovaciones pueden no producir el objetivo deseado. La sensibilidad del empresario es vital en la iniciación del proceso de innovación y su costes.■
PRD
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