Lo primero que me llamó la atención cuando llegué a Oxford, una ciudad universitaria a una hora de viaje en tren desde Londres, fue la disparidad entre las investigaciones futurísticas de Frey y Osborne, y el entorno medieval en el que las estaban llevando a cabo. Oxford es una ciudad de monasterios del siglo XII que se salvó de ser destruida en la Segunda Guerra Mundial porque Adolph Hitler quería convertirla en la capital británica si ganaba la guerra y había ordenado a su fuerza aérea no bombardearla. En el siglo XIV muchos de sus monasterios ya se habían convertido en universidades.
Actualmente la ciudad cuenta con 38 instituciones de educación superior, vinculadas mediante una especie de federación académica llamada Universidad de Oxford, que funciona en gran parte en conventos medievales preservados como si estuvieran congelados en el tiempo.
Y en esa atmósfera, a pocos pasos de la famosa Divinity School de Oxford, construida a mediados del siglo XV, está la Oxford Martin School, un centro de investigaciones futuristas fundado en 2005 para que todos los profesores de Oxford pudieran realizar estudios que ayuden a mejorar el mundo a largo plazo. James Martin, el millonario británico que donó los fondos para crear el nuevo instituto, especificó que la institución se dedicaría a realizar “estudios a nivel global que tengan un impacto real más allá del mundo académico” y que no hubieran logrado apoyo financiero público o privado, según decía su folleto de presentación a la entrada del edificio. Así, desde su creación, la Oxford Martin School ha patrocinado casi 50 estudios de unos 500 profesores de Oxford, la mayoría de ellos centrados en el futuro y en los desafíos sociales que traerán consigo las nuevas tecnologías, incluyendo los posibles peligros de la inteligencia artificial una vez que los robots, como en las películas de ciencia ficción, comiencen a pensar por sí solos.
Frey, un economista sueco que hizo su doctorado en historia de la economía, venía estudiando el tema de la destrucción creativa de la tecnología desde hacía varios años. Según me dijo, tuvo la curiosidad de estudiar si se justificaba el optimismo tecnológico que irradiaba Silicon Valley, y la creencia generalizada en círculos académicos, empresariales y políticos de que la tecnología inexorablemente mejoraría el mundo. Algo le decía que, aunque eso era cierto en el pasado, quizá no lo fuera en el futuro, pues los robots y la inteligencia artificial podrían estar empezando a reemplazar cada vez más empleos, causando un serio problema social.
Texto extraído del libro "SÁLVESE QUIEN PUEDA" del escritor Andrés Oppenheimer
Andrés Oppenheimer es uno de los conferenciantes más solicitados en el mundo para dar su punto de vista crítico sobre la situación político-económica de Latinoamérica; así como su visión del futuro del trabajo y el impacto de las innovaciones tecnológicas como la automatización, la robótica y la inteligencia artificial.
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