Los impuestos sobre el trabajo, al igual que las cotizaciones a la Seguridad Social, pueden repercutir en los empresarios, lo cual acaba reduciendo los beneficios de las empresas; los empleados, con lo que se reduce el salario neto; o los consumidores, a través de aumentos en los precios de venta al público.
En el artículo "Who Bears Labor Taxes and Social Contributions?" (¿Quién soporta los impuestos sobre el trabajo y las cotizaciones sociales?), el profesor del IESE José Manuel González-Páramo y Ángel Melguizo, del Banco Interamericano de Desarrollo, analizan el efecto de los impuestos sobre los sueldos y el empleo.
Por lo general, los empleados sostienen el grueso de la carga fiscal. Como promedio, un aumento del 1% en los impuestos reduce los sueldos en un 0,66%, lo cual supone que los trabajadores soportan aproximadamente dos tercios de la carga impositiva.
En muchos países la vinculación entre impuestos y reducción de salarios ha afectado negativamente a la oferta laboral y ha desincentivado la creación de empleo.
Desde la década de los noventa muchos Gobiernos europeos han seguido el rumbo marcado por Estados Unidos, recortando las cotizaciones a la Seguridad Social que se aplican en las nóminas para estimular la creación de empleo.
Sin embargo, hay una diferencia considerable entre países. Por ejemplo, mientras que en la mayoría de economías europeas y Estados Unidos dos tercios de la carga fiscal se aplican a los trabajadores, en las economías nórdicas esta carga aumenta hasta prácticamente el 90%. ¿Cómo se explica esta diferencia?
El modelo económico repercute en el rendimiento
Hay tres factores que influyen en el efecto de los impuestos sobre los sueldos y el empleo: el modelo económico que se utiliza, si la fiscalidad es directa o indirecta, y el tiempo transcurrido desde el cambio.
En cuestiones de adaptabilidad del mercado laboral, el modelo económico dominante influye más en el rendimiento que la variable geográfica.
Las economías centralizadas que gozan de instituciones fuertes, como las de los países nórdicos, y las que cuentan con unos sindicatos débiles y una negociación salarial descentralizada, como las de los países anglosajones, ofrecen mejores resultados que las del centro y el sur de Europa.
Modelo nórdico: el más respetuoso con el empleo
El modelo nórdico destaca por ser el más respetuoso con el empleo. Una explicación sobre por qué se ha logrado trasladar la mayor parte de la carga impositiva a los trabajadores es que estos recogen los frutos a largo plazo gracias a un sector público muy eficiente.
Esta eficiencia, junto con una firme negociación salarial, genera un vínculo positivo entre impuestos y prestaciones. También garantiza que el efecto sobre los salarios se absorbe más fácilmente.
Cada tipo de impuesto tiene un efecto distinto sobre los sueldos. Por lo general, los relacionados con la renta y otros de tipo indirecto afectan más al salario neto que las cotizaciones a la Seguridad Social.
El tiempo también es un factor relevante en el impacto que tienen los cambios de impuestos en el sueldo de los empleados. A corto plazo las empresas repercuten en el salario neto menos del 50% del cambio impositivo, aunque este porcentaje aumenta considerablemente con el paso del tiempo.
Pese al éxito del modelo nórdico, no todos los países están en situación de adoptarlo de inmediato, y algunos ni siquiera en el largo plazo.
En busca del modelo ideal
Una combinación ideal para respetar el empleo sería un sistema impositivo que no afectara a los ingresos. Esto implicaría unos impuestos sobre el trabajo más bajos y el correspondiente aumento de los impuestos al consumo.
Evidentemente, habría que tener en cuenta los problemas a corto plazo, como la inflación y los cambios en la distribución de las rentas, pero parece claro que con una combinación de este tipo se conseguirían los mejores resultados.
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