El ejemplo clásico que han usado los tecnooptimistas es el de los cajeros automáticos de los bancos. En la década de 1980, cuando comenzaron a proliferar los cajeros automáticos, cundió el pánico entre los empleados bancarios. Muchos pronosticaron que las nuevas máquinas para retirar dinero acabarían muy pronto con los trabajadores bancarios. Lo que ocurrió, en cambio, fue que la aparición de los cajeros automáticos hizo que los cajeros humanos pasaran a realizar otras labores más sofisticadas, como ofrecer préstamos e hipotecas, o a otras tareas de vinculación con los clientes. Eso permitió que los bancos ampliaran su negocio, abrieran más sucursales y emplearan a más gente.
Mientras que en 1985 había 60 000 cajeros automáticos y 485 000 empleados bancarios de atención al público en Estados Unidos, incluidos los cajeros humanos, en 2002 había 352 000 cajeros automáticos y 527 000 empleados bancarios de atención al público, además de otros miles que estaban dedicados al mantenimiento y reparación de las máquinas automáticas.
Como en los casos anteriores comentados en este Blog, la tecnología había eliminado algunos puestos de trabajo, pero había creado muchos más.
“¿Por qué no cayó el empleo?”, pregunta Bessen, de la Universidad de Boston y autor de uno de los estudios más conocidos sobre los cajeros automáticos: “Porque los cajeros automáticos permitieron que los bancos pudieran reducir sus gastos en subsidiarias, reemplazando los trabajos de las cajeras. Esto les permitió abrir muchas más sucursales, compensando los empleos perdidos. Las habilidades no rutinarias de marketing y relaciones humanas se volvieron más valiosas, mientras que las tareas rutinarias como contar el dinero se volvieron menos importantes. Y el resultado fue que aunque los cajeros de los bancos realizan trabajos menos rutinarios, el número de sus empleos subió”, dijo el economista.
Y Bessen citó varios otros ejemplos parecidos de tiempos recientes, en que la automatización no ha reducido el empleo. El número de cajeros en los supermercados aumentó desde la década de 1980, a pesar de que los escáneres que leen automáticamente el precio de los productos redujeron entre 18 y 19% el tiempo promedio de pago en las salidas de las tiendas. El comercio electrónico, que sigue creciendo desde su aparición en la década de 1990, no ha aniquilado a los comercios de ladrillo: hoy día, el comercio electrónico representa 7% del comercio total, pero el número de vendedoras y vendedores ha crecido desde el año 2000, argumentó Bessen. Sin embargo, como señalábamos en páginas anteriores, la expansión de los bancos está llegando a su fin y muchas instituciones financieras están empezando a cerrar cada vez más subsidiarias por no poder competir con los bancos virtuales y las plataformas en línea que ofrecen servicios financieros.
Otro ejemplo que citó Bessen es el de las contestadoras automáticas, que no han aniquilado los puestos de trabajo de las operadoras telefónicas, sino que han cambiado las características de su empleo, dice Bessen. Hoy día, son recepcionistas que realizan varias tareas. Aunque el número de operadoras telefónicas en Estados Unidos cayó dramáticamente, de 317 000 en 1980 a 57000 actualmente, el número de recepcionistas creció aún más: de 438 000 a 896 000. Todavía hay recepcionistas que atienden el teléfono y toman mensajes, pero ahora también hacen otras cosas. Hasta ahora, el saldo neto en empleos de estos y otros avances tecnológicos ha sido positivo tanto en la cantidad como en la calidad de los trabajos, dijo el académico en su estudio.
Nuevamente, la gran pregunta es qué pasará cuando se popularicen los robots recepcionistas.
ANDRÉS OPPENHEIMER
Andrés Oppenheimer es un periodista, escritor y conferenciante argentino que reside en Estados Unidos y ha participado en varios foros internacionales. Ha sido incluido por la revista Foreign Policy en español como uno de los "50 intelectuales latinoamericanos más influyentes".
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