La gestión en las empresas no es un paradigma de excelencia. Es cuanto menos difícil que las empresas o individuos reconozcan la mala praxis con que realizan su trabajo. Basta como ejemplo las conversaciones en grupo que todos hemos tenido repetidas veces sobre temas profesionales en la que al final todos los presentes somos unos excelentes profesionales y señalamos a otros profesionales o empresas como ejemplo de poca profesionalidad.
Es pues difícil reconocer los defectos y más si se carece del conocimiento suficiente para definir una escala en que posicionar nuestro desempeño o no se tiene una empresa o profesional reputado como referencia. Y no es algo exclusivo de las pequeñas empresas, la mala gestión se produce independientemente del tamaño de las empresas, aunque si es cierto que en menor medida en las medianas y grandes empresas en tanto en cuanto a mayor tamaño se delegan mas funciones y se contrata para estas a personal teóricamente cualificado.
Así pues como gestión entendemos el conjunto de actuaciones necesarias para conseguir un objetivo. No obstante la consecución del objetivo no implica que se haya realizado una óptima gestión. Para conseguir una óptima gestión será necesaria la introducción de procedimientos y controles que permitan encauzar, cuantificar o cualificar las actuaciones que llevan a la consecución del objetivo.
La evaluación de la gestión.
Muchos empresarios y profesionales hacen una incorrecta evaluación de su gestión que les induce a pensar erróneamente que realizan una buena gestión cuando esta es cuanto menos escasa o está mal realizada.
¿Como podemos saber si una empresa está bien gestionada? Para responder a esta pregunta primero estableceremos las áreas de gestión. Todas las empresas están sujetas por imperativo legal y para atender las obligaciones fiscales a establecer la gestión contable. Dejamos con esto patente que la gestión contable no es un área introducida por la voluntad o buen hacer del empresario. Aún así y a pesar de el marco regulatorio muchas veces no se realiza con diligencia como queda reflejado en la experiencia que sufren muchas asesorías. La mejor forma de calificar la gestión empresarial es dejando a un lado la gestión contable en la valoración. Así pues nos encontramos con que la gestión del resto de procesos es cuanto menos escasa y adolece de ser la justa y necesario para llegar al objetivo.
Los motivos de la mala gestión son originarios de la condición humana de todo empresario y de sus cualidades y conocimientos. A la hora de realizar su primera gestión el ser humano tiene tendencia natural a realizar las mínimas actuaciones para la prestación de un servicio o producto. Esta práctica aunque acaba perpetuándose en el tiempo sufre una evolución inducida por los propios cambios que se producen en el entorno en el que trabajamos (tecnológicos, económicos, demanda de clientes, normativos, calidad, etc.) que son al fin y al cabo los que acaban condicionando nuestra manera de trabajar. Así pues no es una cualidad inherente de todo empresario o profesional la búsqueda de la excelencia. Lo ideal y por otra parte utópico es que estos profesionales fueran conscientes de sus carencias y se dotasen del mayor conocimiento posible.
Implicaciones de la mala gestión.
Las consecuencias de una mala gestión tienen como repercusión final una caída de la rentabilidad. Esta caída puede venir de caídas de facturación, incremento de costes (directos, indirectos), costes no contemplados, costos financieros no imputados, falta de planificación financiera, baja producción, recursos productivos no optimizados, mala gestión documental, etcétera.
Pedro Rubio Domínguez
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Apuntes del editor:
Pedro Rubio Domínguez
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