Cuando visité el departamento de realidad virtual de Google en Silicon Valley, me hicieron una demostración que me convenció de que los visores de realidad virtual y realidad aumentada serán una herramienta tan efectiva como los robots, si no más, para mejorar el aprendizaje. En efecto, la realidad virtual hace algo que no puede hacer ningún maestro humano ni robótico: transportarnos en el espacio y en el tiempo. Nos permite insertarnos en una realidad geográfica o histórica, ya se trate de las pirámides de Egipto o de un mercado romano del siglo II a. C., como si nos metiéramos en una película.
Benjamin Schrom, el gerente de Google Expeditions, la división de realidad virtual educativa de Google, me mostró un par de visores de cartón que tenía sobre la mesa en la sala de conferencias donde estábamos y me invitó a mirar hacia adentro. En un santiamén, vi una selva, y a medida que iba girando la cabeza vi cataratas, montañas y ríos. Eran imágenes reales, las mismas que hubiera visto si me encontrara en ese punto geográfico del mundo real. “Esta herramienta les da superpoderes a los maestros: pueden llevar a sus estudiantes de excursión a lugares a los que jamás podrían llevarlos, sin tener que salir del aula”, me dijo Schrom mientras yo contemplaba los paisajes a mi alrededor.
Google lanzó al mercado estos visores con una clase sobre las selvas y estaba trabajando a toda máquina en muchas otras lecciones virtuales. Ya había 500 aplicaciones que les permitían a los estudiantes usar los visores para entre otras cosas nadar con tiburones, viajar al espacio o caminar por un museo, y muy pronto habría miles más. “Cuantas más escuelas lo compren, se generará una comunidad más grande de desarrolladores que producirán nuevas aplicaciones”, me explicó Schrom. El ejecutivo, un joven treintañero que vestía de jeans y camiseta —de hecho, no vi ninguna corbata en ninguna empresa tecnológica de Silicon Valley— me contó que había sido maestro de escuela antes de entrar en el mundo de la tecnología y que conocía muy de cerca las limitaciones materiales de los docentes.
“Imagínate que quieras disecar un sapo en la clase de biología: es muy complicado hacerlo en la vida real, por lo que en muchas escuelas se hace en un pizarrón o con fotografías”, me dijo a manera de ejemplo. “Con la realidad virtual, en cambio, es mucho más fácil: cada uno de los estudiantes puede cortar un sapo digital, extraerle el corazón y sus órganos. Se trata de una experiencia visual y personal, en lugar de simbólica y abstracta.”
¿CONFUNDIRÁN LOS NIÑOS LA VIDA REAL CON LA REALIDAD VIRTUAL?
A pesar de sus ventajas para mejorar el aprendizaje, la realidad virtual trae aparejados algunos dilemas, como el peligro real de que los niños confundan cada vez más la vida real con la realidad virtual. Un estudio de Bank of America y Merrill Lynch señala que la realidad virtual dará lugar a una nueva revolución tecnológica mundial, parecida a la irrupción masiva de los teléfonos inteligentes en la primera década del actual milenio, pero advierte que “hay que considerar los desórdenes psicológicos y neurológicos, la adicción, el aislamiento social, las memorias falsas, los problemas de visión y la baja en el rendimiento” que puede implicar.
Según otro estudio de la Universidad de Stanford, un grupo de niños que participó en un ejercicio de realidad virtual en el que jugaban con ballenas no pudo distinguir entre la realidad y los falsos recuerdos una semana después de la experiencia.
¿Qué podría pasar si, de la misma forma en que muchos jóvenes hoy pueden encontrar sitios de pornografía en internet, los niños empiezan a acceder a sitios de realidad virtual en que son objeto de un ataque imaginario de un grupo racial o religioso? ¿Crearemos legiones de racistas? Si un grupo supremacista blanco o hackeadores de Rusia o Corea del Norte que quieren desestabilizar las democracias occidentales colocan videos apócrifos en la realidad virtual en que los niños que los miren son “golpeados” sin razón por una pandilla de afroamericanos, ¿cómo haremos para evitar que los niños adquieran prejuicios raciales? Las consecuencias sociales de la incapacidad de distinguir entre la realidad y la fantasía podrían ser gravísimas.
Asimismo, la realidad virtual podría causar aún más aislamiento social que las laptops o los celulares inteligentes. “Los juegos participativos de realidad virtual pueden exacerbar el aislamiento social. Hay un creciente número de adolescentes y jóvenes adultos que se quedan cada vez más en sus casas y muestran tendencias depresivas u obsesivo-compulsivas”, dice el estudio de Bank of America y Merrill Lynch. En Japón, uno de los países donde los videojuegos son más populares, se estima que hay entre 700 000 y 1.5 millones de hikikomori o personas que no quieren salir de sus casas. Y su edad promedio es de 31 años, dice el estudio.
En Gran Bretaña, el gobierno creó en 2018 un Ministerio de la Soledad para ocuparse de la creciente cantidad de gente solitaria, que está teniendo cada vez más problemas de salud. En nuestro afán de mejorar la educación, ¿crearemos una sociedad de jóvenes asociales y adictos a sus visores de realidad virtual?
LA TENDENCIA DEL FUTURO SERÁN LAS “CLASES AL REVÉS”
En Gran Bretaña, el gobierno creó en 2018 un Ministerio de la Soledad para ocuparse de la creciente cantidad de gente solitaria, que está teniendo cada vez más problemas de salud. En nuestro afán de mejorar la educación, ¿crearemos una sociedad de jóvenes asociales y adictos a sus visores de realidad virtual?
LA TENDENCIA DEL FUTURO SERÁN LAS “CLASES AL REVÉS”
La realidad virtual y los robots maestros acelerarán enormemente la nueva tendencia de las “clases al revés” en las escuelas, que están poniendo patas para arriba el modelo educativo tradicional. Con las “clases al revés”, en lugar de estudiar en la escuela y hacer las tareas escolares en sus casas, como lo hicimos la mayoría de nosotros, los jóvenes estudiarán en sus casas —con sus visores de realidad virtual o sus robots— y harán sus tareas en la escuela, con la ayuda de su profesor y en colaboración con sus compañeros. Es un sistema que está probando ser mucho más efectivo y socialmente justo que el tradicional.
El sistema tradicional de ir a la escuela de día y hacer las tareas en casa por las tardes es una receta para la inequidad social: aquellos que tienen la fortuna de tener padres que han terminado la escuela o la universidad pueden pedirles ayuda para hacer los deberes o pueden recibir clases privadas de un tutor. Pero los niños de hogares humildes no pueden darse ese lujo. Regresan a hogares donde a menudo no hay ningún padre que pueda ayudarlos con las tareas escolares, ni mucho menos pagar por un tutor privado. El modelo tradicional deja totalmente desprotegidos a los niños de hogares pobres. Con el tiempo, se van quedando cada vez más atrás en la escuela, hasta que a menudo terminan abandonando sus estudios.
Asimismo, está cada vez más probado que, con el advenimiento de las tabletas y los juegos interactivos, muchos estudiantes aprenden mejor jugando con sus laptops que sentados en un aula escuchando a una maestra. Como señalábamos anteriormente, cada estudiante tiene su propio ritmo y sus necesidades: algunos se pueden concentrar mejor en la mañana y otros por la noche. Entonces ¿por qué no dejar que los jóvenes estudien solos, cada uno a su propio ritmo y con el método que prefieran, y que hagan sus tareas en la escuela con la ayuda de sus profesores?
El sistema escolar tradicional viene de la educación prusiana del siglo XVIII. El rey de Prusia estableció la educación primaria gratuita, obligatoria y colectiva, con el fin de producir una clase obrera obediente que aprendiera desde muy temprana edad a ir a trabajar todos los días a la misma hora y a respetar a las autoridades. Al reemplazar la educación individual —el modelo de los aprendices— por un modelo colectivo, el rey de Prusia no sólo quería crear una masa de trabajadores disciplinados, sino también moldear el pensamiento de sus ciudadanos mediante programas de estudios redactados por el gobierno. Como parte de este esquema, los alumnos debían estar sentados en fila, pararse cuando entraba el profesor y escuchar sentados y en silencio sus disertaciones. Fue un modelo que sirvió para producir trabajadores disciplinados para las fábricas durante la Revolución industrial, pero que resulta cada vez menos eficiente en la economía de la innovación del siglo XXI, en la que los robots y los algoritmos están haciendo los trabajos rutinarios y los países necesitan más gente innovadora y capaz de pensar por sí misma.
Tal como me lo explicó Salman Khan, el gran innovador educativo de Silicon Valley cuya Academia Khan de videos educativos gratuitos en YouTube (khanacademy.org) ya ha recibido más de 1 000 millones de visitantes virtuales, el mundo de hoy necesita una clase trabajadora de gente creativa, curiosa y que sea capaz de concebir e implementar nuevas ideas. Ése es precisamente el tipo de alumno que el modelo prusiano trataba de desincentivar. Las “clases al revés”, en cambio, permiten que cada estudiante desarrolle lo mejor de sí mismo y que nadie se quede atrás. Gracias a los videos educativos, la realidad virtual, los robots y otras tecnologías, “lo que antes se hacía en la clase lo pueden ver los chicos en su propio tiempo y a su propio ritmo”, rebobinando el video, preguntándole de nuevo al robot, o volviendo a ver algo en sus visores de realidad virtual si todavía no lo han entendido. “Y lo que solía ser tarea para el hogar, que el alumno tenía que hacer solo, ahora lo puede hacer en clase, con los otros niños cerca, con sus maestros cerca. Y el maestro puede detectar en qué nivel está cada alumno y ayudarlos a resolver problemas”, me dijo Khan.
ANDRÉS OPPENHEIMER
Andrés Oppenheimer es un periodista, escritor y conferenciante argentino que reside en Estados Unidos y ha participado en varios foros internacionales. Ha sido incluido por la revista Foreign Policy en español como uno de los "50 intelectuales latinoamericanos más influyentes".
_____________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario