Si coincidimos que la vida de hoy, en varios aspectos es mejor que la de hace 30 años atrás en cuanto a avances tecnológicos, salud, ciencia, conocimiento, transporte, comunicación ¿Por qué tantas veces nos sentimos tan agobiados y angustiados?
Hay oportunidades en que nos sentimos limitados ¿pero por qué motivo? Podremos decir que es por la situación económica, por el gobierno o por el contexto en general. Y posiblemente en algún punto, estas situaciones limiten nuestra capacidad de acción. Ahora bien, como seres humanos tenemos condiciones impuestas por la naturaleza, por el ambiente o por el contexto, pero esto no quita que podamos avanzar, evolucionar y ser forjadores de nuestro propio destino.
Si profundizamos un poco más en esta línea de pensamiento podremos decir: Es verdad, estoy limitado. Pero en una gran cantidad de oportunidades ¿no será posible que también estamos limitados por nosotros mismos? Si vivimos en sociedad, ya que la condición humana se desdibuja si vivimos aislados, y esta sociabilidad es influenciable por los demás, puede suceder que sus ideas y pensamientos invadan los nuestros. Lo que tenemos que entender, al menos desde mi humilde opinión, es que siempre podremos escuchar y evaluar lo que nos diga nuestro entorno. El tema está en no sentirnos presos de los dichos o las acciones de los demás. Con esto quiero decir que somos libres cuando nuestras acciones y decisiones surgen de nuestra propia personalidad.
Cuánto más nos atrevemos, arriesguemos e incluso equivoquemos es cuando más libres nos sentiremos.
Las decisiones que nacen de la libertad de pensamiento, de nuestra alma y corazón, son las que seguramente más satisfechos nos harán sentir. Repito, con esto no quiero decir que no escuchemos a los demás. Sino que no actuemos bajo coerción del entorno, ya que de esta manera seríamos incapaces de actuar bajo voluntad propia y de hacernos cargo de nuestros actos. ¿Y a que nos lleva esto? A que cuando las cosas no nos salen, terminamos echando la culpa al entorno.
Tiramos la pelota hacia afuera y no nos hacemos cargo de la parte que nos toca.
Entiendo que no todos podemos tener la misma capacidad para liberar la propia voluntad, para ser quienes realmente queremos ser para forjar nuestro propio yo y destino. Lo más difícil es reconocernos cuando cada mañana nos miramos al espejo y sentirnos responsables de nuestros propios actos. Pero también entiendo que si queremos sentirnos menos angustiados, desanimados o frustrados, el cambio tiene que pasar primero por nosotros mismos. Si logramos forjar este cambio interior (cosa que por supuesto no sucede de un día para el otro), es cuándo podremos generar cambios positivos hacia afuera, alcanzar metas y armonizar las relaciones con los demás.
En el contexto ya sabemos que hay desempleo, inseguridad, inequidad en la distribución del ingreso y que le estamos haciendo daño al equilibrio ecológico. Es razonable que nos veamos frágiles y a veces sin fuerzas para enfrentar lo que se presenta. Pero también estamos obligados a dar un salto directo en nuestra capacidad de autonomía y autogestión. Los logros, el cumplimiento de objetivos o de anhelos personales no llegan solos. El futuro no se hace solo. Lo hacemos nosotros con nuestros actos. La forma en cómo llevamos adelante estos actos es lo que marca la diferencia. Para bien o para mal.
Y para alcanzar un futuro próspero, creo que paradójicamente tendremos que aminorar la marcha. Vivimos en una intensidad posmoderna de vértigo, en donde todo se tiene que lograr ya con el mínimo esfuerzo y terminarse para ayer. Estamos tan influenciados por las comunicaciones y la tecnología que terminamos des-comunicándonos y des-conectándonos de nosotros mismos. ¿Si probamos durante algunas horas por día desconectarnos hacia afuera y conectarnos con nosotros mismos? ¿Qué puede pasar? ¿No sería posible volver a encontrar el equilibrio? La velocidad con que vivimos es como un flash. Cargamos sobre nuestras espaldas la cultura de la adrenalina tecno, que muchas veces termina agobiándonos y nos lleva al vacío de la nada.
Ir tan rápido puede provocar que choquemos más rápido. No debemos avanzar en nuestra vida como una flecha que olvida a cada paso lo que dejó atrás, sino mas reflexivos para tomar decisiones, menos soberbios, más tolerantes y menos ansiosos.
Gustavo Sarnari, Director Asociado de Grupo CoSMO y E&N. Especialista en Desarrollo y Educación Organizacional para su aplicación a las estrategias de negocios. Formado en la Universidad Nacional de Quilmes, el IS San Pablo de Villa Constitución y el IS San Nicolás de Bari de San Nicolás.
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