Hoy voy a presentar una
nueva reflexión contenida en mis cursos relativos a las Habilidades Directivas
y que tiene que ver con la delegación de funciones, tan exigida siempre a los
directivos de las compañías que acusan una suerte de síndrome de Estocolmo, en
el que acaban dependiendo del convencimiento de su imprescindibilidad
profesional.
Siempre hemos oído decir
aquello de que “nadie es imprescindible” pero no sé porqué no nos lo acabamos
de creer y, lo que es peor, los hechos vienen en muchas ocasiones a demostrar
lo contrario. La cuestión es, ¿quién tiene la culpa de que esto sea así más de
lo debido?
En uno de los vídeos de
la serie House da luz a esta reflexión con una duración
aproximada de catorce minutos, nos encontramos con hechos absolutamente
extremos pero que vienen a reflejar las distintas caras que toma la situación
una vez consumada la delegación de funciones por un líder de prestigio (por
conocimiento y experiencia) dejando el poder en manos de su segundo, el
doctor Eric Foreman, persona con amplios conocimientos médicos y un
currículo intachable pero sin las dotes de liderazgo necesarias para dirigir un
equipo tan complejo como el conformado por los médicos que están luchando por
la obtención de dos plazas permanentes al lado de House.
De hecho, Foreman, dispone de un estilo de dirección completamente opuesto al de su mentor, mucho más relajado, más respetuoso pero, no por ello, menos impositivo y egocéntrico, de hecho hay muchas maneras de ocultar nuestra verdadera tendencia interior a imponer nuestra voluntad. House no engaña, Foreman trata de simular su verdadera tendencia bajo unas formas mucho más suaves, elegantes y participativas.
De hecho, Foreman, dispone de un estilo de dirección completamente opuesto al de su mentor, mucho más relajado, más respetuoso pero, no por ello, menos impositivo y egocéntrico, de hecho hay muchas maneras de ocultar nuestra verdadera tendencia interior a imponer nuestra voluntad. House no engaña, Foreman trata de simular su verdadera tendencia bajo unas formas mucho más suaves, elegantes y participativas.
Y es que, realmente, una de
las cosas que más se esperan de un líder es que sepa resolver las situaciones
que se presentan. Ser líder no es sólo detentar el poder otorgado por la
organización, ni ser el más simpático -popular- del grupo, ni el más querido
-notoriedad- tampoco; ser líder implica ser, por encima de todo, resolutivo y
que los demás confíen en ti y en tus dotes y conocimientos para sacarlos del
atolladero. Estamos cansados de ver películas bélicas en las que, los
dispuestos a morir, confían más en su sargento que en el teniente del equipo y
mientras a uno le obedecen por obligación, al otro le siguen con
devoción.
Bajo estas circunstancias, la delegación de funciones se torna compleja y difícil de acometer con el convencimiento de que, a nuestra marcha, todo va a seguir igual que si estuviéramos nosotros presentes, por lo menos en cuanto a los resultados. Nadie habla aquí de los estilos que cualquiera es bueno si los resultados responden a las expectativas esperadas.
Bajo estas circunstancias, la delegación de funciones se torna compleja y difícil de acometer con el convencimiento de que, a nuestra marcha, todo va a seguir igual que si estuviéramos nosotros presentes, por lo menos en cuanto a los resultados. Nadie habla aquí de los estilos que cualquiera es bueno si los resultados responden a las expectativas esperadas.
A pesar de ello, hemos de
seguir delegando y, lo más importante, desarrollar, desde los primeros momentos
en los que somos merecedores de una responsabilidad, una labor pedagógica entre
nuestros más directos colaboradores y muy especialmente con nuestros segundos
respecto al significado de lo que es y representa un equipo y cada uno de sus
componentes. Las cosas no giran alrededor de los líderes si no de los objetivos
de la organización. Los líderes como el resto de componentes de cualquier
organización son actores principales de una función no la función en sí misma.
Todos trabajan al servicio
de unos resultados y la obligación de todos es aportar la parte de su rol a
favor del beneficio colectivo: el líder, el de dirigente comprometido, experto
conocedor y exento de egocentrismo, abierto a todas las aportaciones y generoso
en el reconocimiento; el de los componentes del equipo, el de colaboradores
honestos, profesionales y dispuestos a realizar cuantas aportaciones e ideas
sean necesarias en aras del bien común y el buen resultado del proyecto común
que les une.■
Antonio Pascual
Director General de
GENIAL Consulting Group
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