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sábado, 24 de octubre de 2015

MÉTODOS PARA ALIGERAR LAS TAREAS DEL EJECUTIVO (2)



LA DELEGACIÓN DE FUNCIONES


El método más claro y generalizado de reducir las cargas del ejecutivo es, sin duda, la delegación de responsabilidad y autoridad en sus subordinados, Saber delegar puede muy bien suponer alcanzar la perfección. Para conseguir buenos resultados con la delegación, esta debe ser completa; no hay término medio.

Muchos jefes son refractarios o contrarios a la delegación, a veces por puras razones económicas porque la delegación es más costosa al principio. Requiere, desde luego, tiempo y dinero para adiestrar y aconsejar y, ademas, habrá que soportar posibles equivocaciones.

También necesitará más personal para asegurar que las responmsabilidades adicionales se resuelven debidamente. El jefe puede muy bien ser más competente que sus sus subordinados durante un largo periodo porque, de ordinario, tiene más experiencia y está en una posición ( como consecuencia de la autoridad concedida y del prestigio alcanzado) en que sus decisiones resultarán mas efectivas. Sin embargo, es posible que no tenga sistema adecuado de controles, comunicación y de puntos clave, o incluso que le falte tiempo para observar cómo se ejerce la delegación de responsabilidad.

Pero, ademas de los argumentos contra la delegación que son completamente comprensibles desde el punto de vista económico, existen multitud de fuerzas irracionales y personales que la obstaculizan. Si bien no es siempre de buen tono hacer referencia a la irracionalidad, sería incorrecto pasarla por alto. Sin duda existen a veces factores que impiden una efectiva delegación.

De estos factores probablemente el más fuerte es el afán de poder del jefe ejecutivo y el hecho de que disfruta ejerciendolo; estos sentimientos están ligados al instinto de conservación. Los ejecutivos tienden a ser reacios a la delegación porque temen la disminución de su poder personal y el real o el potencial fortalecimiento de posibles rivales. Se observa por ello que los directores generales, que alcanzan la presidencia del consejo, continúan sin embargo actuando como jefes ejecutivos. Temen, y sus temores están con frecuencia bien fundados, que los elementos más jóvenes, sus probables sucesores, quieran asumir el poder tan pronto como les sea posible. Por tanto, cualquier disminución de su propio poder les empujará mucho más aprisa hacia un declive de su influencia.

En otros casos, el afan de poder puede ser simplemente resultado de la falta de otras alternativas. Algunos jefes encuentran la satisfacción de su vida en un dia completo de trabajo en su despacho. Nos confirma esto lo que el primer Lord Leverhulme escribió comentando su trabajo, que consieraba lo más importante de su vida.

"Mi felicidad es ... mi negocio. Puedo ver un fin para mí, un fin absoluto; pero no el de mis negocios. Allí tengo sitio para respirar, para desenvolverme, para expansionarme, y las posibilidades son ilimitadas. Uno puede ir a lugares como al Congo, y organizar, organizar, organizar, bien y muy importantes proyectos, por supuesto. Pero yo no trabajo en los negocios sólo para obtener dinero. No soy un amante del dinero como dinero, y nunca lo he sido. Trabajo en los negocios porque los negocios son vida y ellos me capacitan para hacer cosas..."


Cuando la vida y el trabajo están así identificados, se llega a creer que no hay persona alguna que pueda sustituirlo ni compararse. Desde luego son raros los hombres que poseen tal grado de dedicación. Sin embargo, no se delega con facilidad. Atracciones como Marbella,  coleccionar sellos, el alcohol, las mujeres y aún una embajada en Londres, palidecen en comparación con las satisfacciones del cargo.

Las tendencias sociales y económicas han presentado al hombre de negocios otras actividades, que han hecho que disminuyan aquellas satisfacciones del cargo. Una causa es que el alcanzar el máximo beneficio no se considera ya como el supremo objetivo de los negocios. Ocurre esto en parte como consecuencia de dar más importancia en las empresas a los valores personales que a los económicos, de prestar mayor atención a las responsabilidades sociales que a las privadas, de dar preferencia a lo profesional más bien que a la dirección puramente financiera. Hay importantes razones económicas para esta transformación.  Los impuestos y los cambios sociales son la causa de que la acumulación de riqueza resulte hoy mucho más dificil que antaño. De aquí que haya disminuido la influencia del poder o el placer derivados de una gran riqueza.

Decía Barbuse: " Pronto te cansarás de la fortuna y esto será cuando te des cuenta de que te estropea la ocasión de ser un hombre superior. Hay que elegir entre las riquezas de la miseria o las miserias de la riqueza".


Se fueron ya los días en que Andrew Carnegie obtenía un salrio anual de 23 millones dólares, por la dirección de la Carnegie Illnois Stell Corporación, que pasaban integramente a su propiedad. El actual director de aquella sociedad, efectuando en muchos aspectos una misión más dificil, se consideraba afortunado si percibía el 1% del quivalente ( en poder adquisitivo). Por eso no sorprende que con la merma de retribuciones financieras, posible a causa de la aparición de muchas clases de poder personal, los hombres de negocios busquen sustitutivos. Uno de éstos, seguramente, es la retención del poder de decisión dentro de la entidad, lo cual significa una formal o de facto denegación de delegación.

Sin embargo, cada vez son mas numerosos los casos en que los jefes tienden a delegar, aunque sus subordinados sean refractarios a aceptar su responsabilidad o a ejercer la autoridad correspondiente. Los subordinados procuran, por haber sido seleccionados o persuadidos para ello, identificarse con sus superiores hasta el punto de depender de ellos en la dirección de sus actividades. Y el superior, por el hecho de llevar la batuta ( "me gustaria  que hablasen conmigo antes de hacer nada" o "hable usted conmigo antes de hacer nada",) fomenta esta actitud.

Esto puede ser un obstáculo para la delegación mucho más importante de lo que parece a simple vista. Hasta las más suaves indicaciones en este sentido, por parte del superior, pueden destruir el desarrollo de los pequeños brotes de una responsabilidad independiente en los subordinados. Para muchos de éstos, un camino más confortable y hasta más seguro para avanzar, es hacer exactamente lo que el jefe les ha dicho que hagan o indicado que deben hacer. Se dice que algunos sjecutivos ascienden rápidamente no siendo más que perfectos "si señor" para sus jefes.

Dede luego existen muchas razones por la que los subordinados no aceptan ni están dispuestos a cargar con responsabilidades adicionales. Los subordinados son reacios a aceptar una delegación cuando su objeto o razones no están claramente definidas, cuando se les juzga responsables de errores referentes a hechos que ellos no controlan, y cuando su remuneración no aumenta en razón de un mayor trabajo derivado de un incremento de sus responsabilidades.

PRD
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