Problemáticos, vagos, mártires y renegados entre otros. Los empleados tóxicos pueden significar una baja de productividad para las empresas y destruir la buena convivencia. Pero se los puede combatir.
Como bien dice el dicho popular, una sola manzana puede arruinar un cajón entero. Así es como funcionan los empleados tóxicos. El primer paso para solucionarlo es saber cómo identificarlos y de qué manera se combate a cada uno de los arquetipos.
El problemático
Incompetente, errático y poco confiable. No sabe cómo hacer su trabajo y depende de los demás para solucionar sus errores. Crea frustración generalizada y arrastra con él al resto del equipo. Suelen ser desorganizados y no tienen buena credibilidad entre sus pares o sus jefes. Para peor, suelen resistirse al cambio y objetarlo. La solución es promover proyectos de capacitación extra y planes de mejora para los empleados. Intentar ser razonable y marcar sus errores. En este caso es imprescindible el apoyo para que se transite la transición lo mejor posible. Hay que tenerlo bajo supervisión constantemente para revisar el avance o retroceso.
El haragán
Evita trabajar y absorbe el tiempo, entusiasmo y energía del resto del equipo. No le importa lo que su jefe u otros compañeros opinen de él. Si puede salirse con la suya, lo hará. Suele llevar consigo un aura de desmotivación y promover la distracción y el enojo de sus compañeros. Uno de riesgos que acarrean es que suelen incumplir con sus tareas y retrasar proyectos.
Para paliar la situación, al flojo hay que darle metas claras y concretas con fechas límite. En efectos, fechas en plural. Para que pueda tener un poco más de aire. No se trata de darle más tiempo sino de darle más plazos que le recuerden que tiene que hacerlo. Premiar el cambio y los esfuerzos es una buena idea para mantener la motivación alta.
El mártir
Lo opuesto al flojo: es un elemento que insiste en hacerlo todo y busca que todos se enteren de lo que sacrifica para realizar las tareas. Trabaja demasiado y desequilibra al resto del equipo, potenciando el desgaste. El mártir no acepta límites, incluso puede trabajar enfermo u hacer horas extras sin pedir una paga. Suelen, inevitablemente, tender al desgaste emocional y físico. El antídoto para estos empleados reside en motivarlos a delegar y poner en práctica más tareas compartidos para obligarlos a trabajar en equipo y aprender a cooperar. No es mala idea ofrecer programas para manejar el estrés que inevitablemente va a sufrir como así también ofrecer tiempo libre en compensación por el trabajo de más.
El social
Gracioso, entretenido y el mejor amigo de muchos. Para este tipo de empleados, la oficina es una fiesta personal. Las juntas, el chisme, las charlas y las horas de café interminables son sus prioridades. Son empleados difíciles porque suelen ser ruidosos, molestos, se desconcentran y desconcentran a los demás, y algunas veces son inmaduros y dramáticos. Por otro lado, pueden ser un impulso de energía positiva en el ambiente y ayudar a todos a llevarse mejor.
Para contener su ansiedad social, es necesario definir estrictamente tiempos de convivencia personal y controlar su conducta. También es recomendable intentar enfocar su energía y sociabilidad en algo productivo.
El rebelde
Es la persona que a pesar de recibir correcciones y entrenamientos, simplemente se niega a seguir las reglas y pone en riesgo a la compañía. Improvisa y toma decisiones para las que no está autorizado. Suelen descuidar la relación con los clientes, creerse más que los demás y hacer las cosas a su manera. Esto afecta el trabajo de todos.
El rebelde es difícil de controlar por su propia naturaleza. Se recomienda acompañamiento y debate sobre el protocolo de la oficina. Incluso pedir su opinión para introducir alguna modificación. El trabajo en equipo, por la presión de sus pares, puede ser un paliativo.
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