Se ha demostrado en varias ocasiones mediante estudios de psicología social (el primero que conozco es de 1948) que la participación de los empleados en los procesos de toma de decisiones es positivo para la productividad de las empresas pero aún así no resulta una práctica habitual en las empresas. Se sigue operando mediante la implantación de normas sin tener en cuenta a aquellos que van a aplicarlas.
Uno de los primeros países donde se rompió esta tendencia es uno que últimamente está en los medios por motivos menos agradables: Japón. Introducir a los empleados en los procesos de decisión y controles de calidad no solo demostró tener buenos resultados productivos sino también en la moral y reduciendo las faltas al trabajo. La experiencia se extendió posteriormente a países como Suecia cosechando un gran éxito.
Las pymes cuentan con una gran ventaja y es la de la propia extensión de la plantilla que facilita la participación ordenada y evita los problemas de desinvidualización. Entonces ¿por qué no contamos con ellos?
La desinformación confunde, desmotiva y frustra a los trabajadores. Permitir que aporten ideas y se autoexijan no disminuye la productividad sino que tiene el efecto contrario según los estudios realizados y las experiencias recogidas por empresas de todo el mundo.
Un problema que se podría derivar de estas prácticas participativas es la citada desinvidualización que sucede cuando los individuos se sienten arrastrados por las normas del grupo. Es algo que de cualquier manera se debería minimiza en las pequeñas empresas si son bien gestionadas aunque quien más la podría padecer es el propio empresario.
Abrir las vías de comunicación entre todos los miembros de una organización sin duda tiene incontables beneficios pero la búsqueda de soluciones a problemas concretos y el uso de la creatividad son los más inmediatos. A largo plazo se aumenta la autoestima de los trabajadores, el rendimiento, la involucración en los problemas de la empresa y la motivación.
En las pymes surge un problema ante la visión individualista del empresario respecto al negocio. Acaparando las vías de decisión se cree tomar el rumbo más adecuado aunque en realidad deberíamos decir que es el más “natural” para él. Contar con el capital humano puede parecer abandonar parte del “poder” y dejarse llevar por personas con un pensamiento individualista y no interesado por la supervivencia del negocio. En estos casos puede existir un problema previo respecto a la capacidad de delegación que haya terminado con una gerencia “totalitaria”.
Pese a este temor creo que siempre será positivo abrir vías de comunicación para lograr mejoras en la empresa. En lugar de simplemente informar de los hechos deberíamos dedicar un tiempo a explicarlos y a escuchar lo que tienen que proponer los trabajadores. En ocasiones sentirse partícipe de la realidad empresarial mejora bastante la actitud de los empleados y es muy probable que se encuentren buenas alternativas a los problemas. Esto también se notará en el rendimiento y en el ambiente de la empresa.
German Rudiz
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