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lunes, 20 de febrero de 2017

Jefes en pie de guerra, empleados desgastados e improductivos

Resultat d'imatges de jefes cabreados

Gritos, gestos ampulosos, lejos de un ambiente de trabajo en armonía, son conductas que llevan a lo contrario de lo que se quiere lograr; el buen clima es fundamental.

Las cuestiones del liderazgo pueden encontrarse por cualquier parte, sin necesidad de buscarlos envasados en libros o seminarios. El único truco es estar atentos al mundo que nos rodea, sin pretensiones académicas.

En History Channel 2 se ha transmitido hace pocos días un documental elaborado con personajes reales y dramatizaciones con el nombre de "Francotirador: misión mortal". Como se sabe, los francotiradores son asesinos seriales legitimados en tiempos de guerra, una aberración social que, por lo general, se admite.

Se cuenta la aventura de uno de estos soldados norteamericanos de elite, durante la guerra de Vietnam. Tenía como misión cruzar las líneas enemigas para matar a un general enemigo. Para cumplir su propósito, debió caminar dos días por la selva casi sin comer ni dormir, para aproximarse al campamento del Vietcong.

Finalmente, llegó hasta poco más de 600 metros del lugar donde podía hallar a su objetivo, según informes de Inteligencia. Tendría la oportunidad de una sola bala, por lo que debía identificarlo con precisión antes de disparar. El protagonista, hoy retirado, cuenta frente a cámara cómo se las arregló para confirmar quién era el blanco de su misión. Su método fue muy simple. Observó los movimientos en el campamento, sabiendo que el general se delataría por sí mismo. "A los líderes les gusta señalar", afirma. Así fue, en verdad, porque vio a un sujeto que gesticulaba en el centro del resto de soldados y señalaba aquí y allá, todo el tiempo. Hizo su disparo y el general cayó muerto, impactado en el centro de su corazón.

Solo es cuestión de ver. O de escuchar. En el ámbito castrense los gestos enérgicos confirman la autoridad. A veces, para ahorrar energías, con un silbato es suficiente. Es fácil identificar a un jefe, sin necesidad de ver sus insignias. En la vida civil, sucede algo similar, pero más disimulado. En los casos más groseros se reemplazan por los gritos o el maltrato. La mirada del francotirador de la historia no era desacertada, y si lo trasladamos a fábricas y oficinas, la percepción tiene analogías.

El conflicto se produce cuando un jefe actúa como lo haría en la guerra. Termina sucediendo que el propio jefe es quien transforma su alrededor en un escenario bélico, con todo lo que ello implica. Por empezar, un enorme desgaste de energías, que bien podría ser canalizada hacia fines más productivos, tanto para la empresa en general como para cada persona en particular. Lo que puede entenderse en tiempos de guerra, es inaceptable en momentos de paz.

Habrá que admitir, sin embargo, que se han hecho muchos esfuerzos por asimilar la guerra a la conducta dentro de las empresas, donde los competidores externos son enemigos declarados a los que habría que eliminar. No en vano tuvieron -y aún tienen- tanto éxito los textos de Sun Tzu (El Arte de la Guerra) o de Carl von Clausewitz sobre el mismo tema de estrategia militar.

Entonces, debemos destinar algo de compasión por aquellos convencidos de que se encuentran en medio de una batalla cotidiana, donde el poder se ejerce enérgicamente, con gestos ampulosos y gritos. No saben lo que hacen. Y debemos agregar que son los que producen mayor desgaste e improductividad, porque generan tifones de resentimiento,difíciles de  controlar.

"Entonces, ¿cómo se hace para ser líder?". Pues bien: hay ejemplos clásicos. Gandhi es uno. Mandela es otro. Es cierto que soportaron años de persecución y encierro, pero tal vez ésa sea la famosa "clave", nunca encontrada: la humildad y el sacrificio, sin disparos de fusil, ni gritos, ni ademanes bruscos.

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