Adam Grant, profesor en la Escuela de Negocios de Wharton y Robert Rebele, investigador en Wharton People Analytics, en “The Big Idea” de hbr.org del presente mes, plantean que la generosidad y una actitud desprendida en el trabajo conducen al agotamiento, lo cual puede terminar perjudicando a las personas a las que queremos ayudar.
Adam Grant en su libro “Give and Take", comentado en entradas anteriores, destacaba que los “givers” o generosos añadían más valor a las organizaciones que los egoístas “takers”. Los primeros son las personas más valiosas pero también son los que tienen más riesgo de padecer burnout. Cuando no se protegen la sobrecarga que experimentan pueden ocasionarles que se sientan superados y fatigados, no realicen todas sus tareas y se enfrenten a un mayor estrés y conflicto en su vida personal.
Los “givers” si ocupan puestos de responsabilidad con frecuencia se identifican con los líderes “serviciales” que desinteresadamente ponen las necesidades de sus organizaciones primero.
Los profesionales desinteresados que demuestran de forma persistente que se sienten motivados y dispuestos a “echar una mano” siempre que sea necesario se ven “recompensados” con un exceso de trabajo que puede terminar sobrepasándoles.
Las investigaciones muestran que a lo largo de las organizaciones que hacen las mayores contribuciones, aquellos que ofrecen los mayores apoyos, toman las mayores iniciativas y aportan las mejores sugerencias protegen su tiempo para poder dedicarse a sus propios objetivos.
Con frecuencia confundimos generosidad con abnegación. Caroline Mc Graw observa: “Hemos sido condicionados para creer que ser amable significa estar disponible las 24 horas del día los siete días de la semana”. Ser generoso no significa dejar lo que estamos haciendo cada vea que alguien nos demande algo, sino asegurarnos de que los beneficios de ayudarles son mayores que los costes de no hacerlo para nosotros.
Los autores clasifican a las personas en estos 4 grupos dentro del espectro de la generosidad:
1.- TAKERS O EGOÍSTAS
Ven cualquier interacción como una oportunidad para conseguir sus propios intereses, que les lleva a pasar por encima de los demás si no se protegen. Actúan como si tuviesen derecho a la ayuda de los demás y no dudan en demandar nuestro tiempo.
2.- MATCHERS O QUE BUSCAN RECIPROCIDAD
Dan lo que esperan recibir.
3.- LOS GENEROSOS QUE SE AUTOPROTEGEN
Son generosos pero conocen sus límites. En lugar de responder afirmativamente a cualquier petición buscan situaciones de alto impacto y bajo esfuerzo de dar de forma que puedan demostrar su generosidad.
4.- LOS GENEROSOS DESINTERESADOS
Se preocupan mucho por los demás. No ponen barreras lo que les hace especialmente vulnerables ante los egoístas. Al ignorar sus propias necesidades se agotan y paradójicamente terminan ayudando menos a los demás.
Los “generosos” eficaces reconocen que cada “no” que dicen les libera para poder decir sí cuando es más necesario que presten su colaboración.
Los autores han descubierto que la generosidad productiva tiene que tener en cuenta:
A).- CÓMO AYUDAR.
Diversos estudios muestran que la ayuda de carácter reactiva puede resultar agotadora, mientras que la proactiva es energetizante.
Grant y Rebele consideran que existen 6 perfiles entre las personas que dan:
1.- Expertos. Comparten el conocimiento.
2.- Coaches. Enseñan habilidades.
3.- Mentores. Dan consejos y guían.
4.- Conectores. Facilitan las relaciones entre las personas. Las conectan.
5.- “Superentregados”. Entran a trabajar antes que los demás, se quedan cuando el resto de profesionales ya se han marchado y se ofrecen voluntarios para trabajos extra.
6.- Colaboradores. Proporcionan ayuda de todo tipo, manual, emocional…
No podemos ser todo para todos. Debemos identificar, dentro de la clasificación anterior, las dos o tres formas que tenemos de ofrecer una valor único a los demás, que se encontrarán entre las cosas que sabemos hacer bien y con las que disfrutamos.
Si el dar se alinea con nuestros intereses y habilidades se convierte en menos estresante para nosotros y más valioso para los demás. En lugar de sentirnos presionados para ayudar estamos escogiendo hacerlo, lo cual es bueno para nuestra motivación, creatividad y bienestar.
B).- CUÁNDO AYUDAR.
7 hábitos asociados con la generosidad productiva son los siguientes, según los autores:
1.- Establecer prioridades. Priorizar las peticiones de ayuda que recibamos y respondamos afirmativamente en los casos que consideremos lo suficientemente relevantes y no cuando lo estimemos necesario.
2.- Dar de forma acorde a nuestros intereses y fortalezas para preservar nuestra energía y facilitar un mayor valor.
3.- Distribuir la carga de forma equitativa trasladando las peticiones a otros cuando no tengamos el tiempo o las competencias requeridas.
4.- Asegurar nuestro bienestar primero. Podremos ayudar mejor a los demás si no descuidamos nuestras propias necesidades.
5.- Reservar un tiempo para colaborar y ayudar en determinados días u horas en lugar de hacerlo indiscriminadamente a lo largo de la semana. Seremos más efectivos y estaremos más centrados.
6.- Ampliar el impacto buscando formas de ayudar a muchas personas con un único acto de generosidad.
7.- Aprender a detectar a los egoístas y a mantenernos lejos de ellos ya que chuparán nuestra energía y afectarán negativamente a nuestro desempeño.
Distintas tácticas a emplear pueden ir desde agrupar peticiones comunes a crear una biblioteca personal de respuestas y recursos útiles.
C).- A QUIÉN AYUDAR.
Los generosos son vulnerables ante los egoístas. Tienden a confiar con facilidad y a ver lo mejor de los demás. Al confiar más son engañados con más frecuencia por lo que deben ser más cuidadosos y dedicar tiempo a conocer a las personas. El problema es que los generosos suelen carece de tiempo por lo que para prevenir el burnout deben mejorar sus capacidades de priorizar las peticiones y de detectar la sinceridad en los demás.
Los más eficaces actúan como los profesionales en el triaje de urgencias. Cuando llega alguien pidiendo ayuda no corren a tratarle. Primero recogen información para determinar la urgencia y gravedad de la necesidad, piensan qué persona es la más adecuada para atenderla y comprueban si existe algún remedio alternativo para ofrecer hasta que reciba la asistencia adecuada. Sólo entonces deciden si hay que ayudar y cómo.
Algunas claves para detectar a los egoístas son:
1.- Considerar la forma en que se solicita ayuda. Los generosos son conscientes de que pedir ayuda es una imposición y tratan de facilitar el que se les ofrezca una respuesta positiva, ofreciendo su colaboración en otras tareas por ejemplo para liberarnos de otras cargas o se acoplan a nuestra disponibilidad. Los egoístas, por el contrario, requieren una respuesta inmediata y se molestan si piensan que no aceptamos sus requerimientos en sus condiciones.
2.- Si cedemos en algo van a intentar aprovecharse. Los generosos responden con gratitud y con la disposición de “pagar” de alguna forma. Si realizan seguimientos lo hacen con discreción y sin exigencias. Los egoístas consideran que la ayuda es una invitación para reclamar más cosas y es un compromiso que nos obliga a seguir colaborando siempre.
Por tanto, Grant y Rebele recomiendan que si nos relacionamos con personas que tienen una historia reconocida de egoísmo no debemos reforzar su comportamiento mostrándonos demasiado generosos, sino que debemos en nuestro trato con ellos pedir reciprocidad en la ayuda o que colaboren con otros.
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