Tres de cada cuatro empleados están conformes con su empleo; los mayores de 50 lo valoran más.
Las escenas de la película La vida secreta de Walter Mitty transcurren en mares picados, terrenos nevados y paisajes verdes. Sin embargo, las imágenes del personaje principal en situaciones extremas no son más que fantasías producto de la desdicha que siente en la oficina. En la Argentina, de acuerdo con un estudio de la Universidad Siglo 21, los "Walter Mitty" son pocos: tres de cada cuatro argentinos empleados son felices en su trabajo.
Los resultados surgen de una muestra de 1050 trabajadores a nivel nacional y, según las conclusiones, aportan más evidencia a "la hipótesis que indica que el dinero no es suficiente para alcanzar la felicidad en el trabajo" ya que, entre los cinco principales motivos que hacen a esa felicidad, el salario se encuentra en el último puesto, mientras que el "orgullo por pertenecer a la organización" lidera la encuesta.
El interés por tener empleados felices no es altruista: un trabajador alegre es más productivo. Si bien las conclusiones del estudio se centran en los mecanismos motivacionales de las compañías, el contexto macroeconómico también se cuela en el humor de los trabajadores argentinos.
La investigación refleja -según las respuestas de los consultados- el salario lejos de ser el impulsor principal de la felicidad, pero Valeria Bohórquez, líder del negocio Career en Argentina, Uruguay y Paraguay para Mercer, sostiene que se trata de "una garantía mínima" que habilita mayores niveles de satisfacción a través de otras herramientas. En la Argentina, además, se vuelve un factor de mayor peso cuando no logra ganarle a la inflación.
La experta afirma que los números evidencian la existencia de empleados "satisfechos con el hecho de tener trabajo". Agrega: "Tenemos memoria de lo que sucedió en 2001 y recordamos la pérdida de trabajo. Hoy ese temor extremo no existe, pero el fantasma opera en la Argentina", sostiene, sobre las posibilidades de que la satisfacción laboral se asocie a un "clima" puertas afuera de las compañías. En tanto, Gustavo Aguilera, gerente de Capital Humano de Manpower, explica que la Argentina es un país signado por el cortoplacismo y que eso impide que las empresas trabajen su "marca empleadora", relacionada con la felicidad laboral.
Acciones concretas
Esa "marca empleadora", que se relaciona con el orgullo por pertenecer a la organización y el hecho de sentirse valorado como empleado, los dos principales factores de felicidad que señala el estudio, se traduce en acciones concretas. Para Avon, la clave fue implementar el Net Promoter Score (NPS) entre sus empleados, un indicador para fomentar la lealtad. La directora de Recursos Humanos, María Elena D'Angelo, observa que la clave está en la flexibilidad y en observar los ciclos de vida de cada colaborador. Con ese objetivo en mente, el área que lidera implementó medidas como licencias de paternidad extendidas y permisos de viaje de varios meses, especialmente exitosos entre los jóvenes.
Por otro lado, Naranja -antes conocida como Tarjeta Naranja- decidió hacer del clima laboral "una cuestión de agenda de todos los líderes", explica Mariana Magrini, manager de Recursos Humanos de la empresa. Más allá de medirlo en encuestas en las que, asegura, las mediciones en la percepción de orgullo "superan el 80%", lo trasladan a conversaciones diarias con distintos grupos.
Entre esos distintos grupos, el estudio marca una diferencia entre la felicidad de los millennials -nacidos entre 1980 y 1995- y los baby boomers -que llegaron al mundo entre 1946 y 1965-. 81% de las personas entre 51 y 65 años se considera feliz o muy feliz en su trabajo, mientras que ese número desciende al 69% en el caso de los más jóvenes. "Que son insatisfechos es una generalización. Yo diría que nos dicen lo que no queremos escuchar porque conservan la frescura y quizás se refleja en los resultados de la encuesta", apunta Alejandro Melamed, director de Humanize Consulting.
En el mismo sentido, la investigación arroja niveles de dicha levemente superiores en puestos de mayor jerarquía: el 73,6% de los gerentes dice sentirse "muy feliz", contra el 50,9% de los empleados. "Puede relacionarse con una proyección de lo que los ejecutivos creen que debería ser la respuesta correcta, aunque también influyen los beneficios del rango. Además, en esta población se da el fenómeno de la «jaula de oro», es decir, que ven el brillo pero a la vez están atrapados", dice el experto.
En sus conclusiones, el estudio advierte que no toda la felicidad laboral depende de los mecanismos motivacionales. El buen clima laboral también exige el aporte del empleado. Para eso, recomienda a las personas que tengan claro cuáles son los desafíos que desean alcanzar, qué les causa orgullo y cuáles son los logros que les permitirían experimentarlo.
En ese sentido, Andrea Churba, consultora especializada en el cambio individual y organizacional, opina que "cada uno es responsable de sí mismo". Puntualiza: "La felicidad tiene que ser algo que no podés delegar en nadie, ni en el trabajo ni en tu vida. Todos podemos hacer algo por mejorar el clima y aunque un empleado en particular sea el 2% de ese humor general, a ese 2% debería dedicarle el 100% de sus ganas. Ser más feliz en el trabajo es un objetivo que termina generando cultura".
Para terminar, ¿qué sucede con el 25% de los argentinos que no dice sentirse feliz en su trabajo? Ambos expertos coinciden en la importancia de la comunicación para mejorar el clima. "A veces las empresas se enojan porque piensan que están haciendo un esfuerzo enorme y que la gente no lo valora, y en seguida les consulto si le preguntaron a la gente qué es lo que quiere. En lugar de tratar a los otros como vos quisieras que te traten, tenés que tratar a los otros como ellos quieren que los traten", concluye Melamed.
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