“Mi empresa no debería quejarse de mi actuación. Le he dedicado todos los recursos financieros que podía necesitar a costa de entregarle todos mis ahorros, además de lo que he tenido que pedirle al Banco, con lo que cuesta eso, todo mi tiempo incluso el que debería haber dedicado a mi familia y quizás también a mis mismo, he contratado mas personal del que hubiera querido a ver si así funcionaba mejor y, sin embargo, las cosas no terminan de ir como parece que les va a otros. Es cierto que la empresa da dinero, las ventas van bien, no hay ahora los apuros de antes para pagar los vencimientos, podemos vivir holgadamente, incluso dispongo de reservas para invertir, pero… parece que los de la competencia van mejor que yo. Pueden hacer hasta publicidad con lo cara que es, y eso que sus productos son peores que los míos. Es incomprensible…”
La reflexión de este empresario es mas corriente de lo que uno puede imaginarse. Creemos conocer nuestras empresas a la perfección porque las hemos creado o por que nos hemos criado con ellas y parece que nada de ellas nos es ajeno, pero ¿de verdad las estamos gestionando bien?
Gestionar una empresa no es solo saber comprar bien, vender bien, tener un personal adicto, tener unos beneficios razonables… Todo eso, como el valor del soldado, se presupone. Los tiempos que estamos viviendo y más aún los que se nos avecinan, con las medidas de un Gobierno que ha perdido el rumbo y que no nos explica con claridad que medidas esta tomando, hacen que tengamos que estar preparados para afrontar situaciones que, con toda seguridad, serán muy duras y muy distintas a las del pasado.
Al margen de las medidas políticas, del grado de confianza del mercado, de la falta de interés de los bancos de apoyar a las pymes, será preciso reaccionar y reflexionar profundamente sobre lo que procede que hagamos una vez sepamos el alcance real de la situación económica y cual será el escenario donde se moverá nuestro negocio y tomar decisiones.
Es decir es el momento de sentarse, y establecer unos objetivos y programas adecuados y tomar las medidas para que se cumplan. La mejor manera de conseguirlo es aplicar las herramientas de control de gestión que, pese a la crisis, ya están utilizando las empresas que están funcionando bien.
Control es algo que todos los empresarios hacen de una u otra manera sobre todas las acciones de la empresa con el fin de asegurarse de que se cumplan los objetivos que se habían marcado; pero lo importante es poder reaccionar cuando los resultados son peores que los previstos y—mejor aún—con el tiempo suficiente para tomar las medidas correctoras oportunas.
Ello requiere disponer de la información necesaria en el momento oportuno y eso no siempre se consigue con los medios habituales (informes contables no siempre al día, estadillos de producción o de ventas, posición de tesorería, etc.).
Los modernos métodos de gestión aportan al empresario la información necesaria para saber lo que ocurre en su empresa, y como se están cumpliendo, paso a paso, los objetivos marcados. Es así como, a la vista de las desviaciones que se hayan producido, pueden tomarse medidas correctoras. Y eso es algo que todo empresario debe saber muy bien.
Pero la falta de recursos, de tiempo o la continua presión a la que está sometido el pequeño y mediano empresario, hace que la mayoría de ellos no controlen su empresa o lo que es peor, no la conozcan. El empresario debe permanentemente tomar decisiones, ¿Cómo serán estas si no dispone de información para hacerlo? Casi siempre basada en su intuición. ¿Cuántas veces nos hemos equivocado al tomar una decisión por no tener información para decidir?.
Cuando se consigue un eficaz grado de control sobre las acciones de la empresa ya no se teme aprender nuevos programas de racionalización a todos los niveles para adecuarse a nuevas situaciones, pues se dispone de las herramientas necesarias para no correr riesgos innecesarios.
PRD
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