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sábado, 21 de octubre de 2017

La mala influencia de los jefes agresivos



Manfred Kets de Vries en INSEAD Knowledge del pasado 27 de septiembre plantea que identificarse con el agresor es una estrategia básica de supervivencia pero que ya es hora que la expulsemos del entorno laboral.

En organizaciones que cuentan con un jefe tóxico cuyas acciones impactan en la moral de los profesionales cuyo estilo de liderazgo puede terminar generando imitadores entre algunos de sus mandos intermedios que aprenden a aterrorizar a sus subordinados.

Al identificarse con el agresor los directivos están exhibiendo un comportamiento psicológico típico de personas que se consideran que se encuentran en una posición débil. Imitar a una persona que representa una amenaza permite a las personas manejarse en situaciones dolorosas y muy estresantes. Les facilita una forma de conquistar sus temores al convertirse en alguien similar a aquel que temen.

La identificación con el agresor como un mecanismo psicológico de defensa se comenzó a analizar en el contexto del desarrollo infantil por dos psicoanalistas, Sándor Ferenczi y Anna Freud, El primero encontró evidencia de que los niños que se sienten aterrorizados por adultos fuera de control se subordinan como autómatas a los deseos del agresor. Freud descubrió que al asumir la personalidad del agresor el niño siente que pasa de ser  la persona amenazada a ser la  que amenaza.

En su forma más ligera la identificación con el agresor puede considerarse como un mecanismo de defensa saludable ya que permite a las personas adaptarse a una situación que perciben como amenazante, pero si se cronifica la situación puede llevar a que las víctimas se conviertan en agresores.

Otro efecto pernicioso es que, con el tiempo, las personas que se identifican con su agresor pueden terminar perdiendo su conciencia de sí mismos y dominados por la ansiedad se muestran excesivamente complacientes con las personas que les intimidan. En presencia de individuos autoritarios rápidamente apartamos nuestros pensamientos, sentimientos y juicios para actuar, pensar y sentir como se espera de nosotros.

El autor recomienda para resistir y vencer a estos procesos disfuncionales que sigamos los siguientes pasos:

1.- Romper el patrón de victimismo reconociendo que hemos caído en la trampa de identificarnos con nuestro agresor. Normalmente son los demás los que nos ayudan a “ver la luz”. Cuando estamos defendiendo o racionalizando las acciones de alguien que nos está maltratando son las personas que nos conocen bien las que nos pueden avisar.

El problema surge porque en ocasiones no somos capaces de digerir el feedback recibido y de aceptar que nos hemos convertido en agresores y negamos la evidencia por vergüenza o sentimientos de culpa.

2.- En los casos en que el nuevo comportamiento está muy arraigado pueden ser necesarias sesiones de coaching o terapia para ayudarnos a entender el riesgo que deriva de imitar conductas inapropiadas.

3.- Inmunizarnos mediante la creación de grupos de apoyo, que van a facilitar la fuerza para resistir y van a alertar de posibles identificaciones.

4.- Constituir una red política dentro de la organización para intentar que ésta prescinda del jefe tóxico.

5.- No olvidar las palabras de Marco Aurelio: “La venganza más completa consiste en no imitar al agresor”.

Isabel Carrasco
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