Los emprendedores pecamos mucho de excesos. Cuando trabajamos no tenemos límites, y luego compensamos el estrés y el cansancio con atracones de lo que nos falte. Son episodios breves de los que a menudo nos sentimos más culpables que otra cosa.
Unos duermen, otros comen, beben, o juegan a los diferentes vicios perniciosos de la vida. Pero el enorme esfuerzo aplicado durante días y noches, semanas sin fin y meses apresurados de construcción empresarial, nos pasa factura en forma de estos otros excesos amontonados en pocas horas. ¿Te suena de algo?
La promesa de éxito alcanzable nos puede. Nos arrastra sin compasión a reclutar inversores salvadores, captar clientes rentables y materializar nuestros sueños de futuro. El placer, sin embargo, queda olvidado para un más tarde que nunca llega. ¿Es grave, doctor?
Alexander Lowen, padre del análisis bioenergético, ha escrito múltiples libros sobre el papel del placer en el bienestar psicológico humano. A través del trabajo con la respiración, Lowen desarrolló un método de desarrollo que acerca al cliente a los conflictos escondidos en su propio inconsciente, permitiéndole romper patrones perniciosos de esos que muchos consideramos irremediables.
Este terapeuta nos explica en su libro “Pleasure”, que significa placer en español, que las sociedades modernas han sustituido el impulso natural de procurarse placer por la búsqueda del éxito. La expectativa del placer futuro nos obliga, paradójicamente, a prescindir de muchas cosas buenas en el presente.
El emprendedor siente una gran satisfacción en el mismo acto de crear algo nuevo, por supuesto. La materialización de una idea de negocio es una forma de auto-expresión que procura sentimientos de realización, orgullo y plenitud.
Pero cuando el emprendedor no se detiene a disfrutar de sus propios logros, sino que se empecina en conseguir los retos siguientes, se hace víctima de una promesa de compensaciones futuras que tal vez llegue…pero tal vez no. Y en cualquier caso le quita el sueño.
Así es como muchos empresarios españoles se han visto completamente engañados por una abrupta crisis económica que les ha robado todas sus expectativas de éxito, y peor, gran parte del patrimonio personal que habían construido con excesos atropellados durante años. Esa zanahoria de éxito futuro por la que sacrificaron tantos placeres de la vida se ha esfumado en un pispás.
“No es rico el que más tiene, sino el que menos necesita” es un refrán que antes nos tomábamos a pitorreo, pero que ahora intentamos creernos como sea. La llave está precisamente en aprender a disfrutar de los pequeños placeres inmediatos para sentirnos llenos en lugar de necesitados.
Los últimos cincuenta años han representado la carrera más agresiva y veloz de toda nuestra historia hacia una supuesta grandeza futura que se basaba fundamentalmente en ganar más dinero. Según nos prometíamos a nosotros mismos, la vida sería mejor cuando nuestra renta per cápita fuese más alta.
Pues bien, la carrera hacia arriba se ha acabado y nuestra renta per cápita desciende lentamente, junto con nuestro poder adquisitivo y, lo más temido, los placeres futuros que esperábamos conseguir a cambio de nuestros esfuerzos excesivos.
La buena noticia es que, como ya no tenemos que correr a toda velocidad hacia adelante, tampoco necesitaremos darnos tantos atracones consumistas para compensar. ¡Eso que nos ahorramos!
Emprender es el acto de crear algo donde antes no había nada, y en sí mismo es fuente de grandes satisfacciones si uno se da el tiempo de apreciarlas. Detenerse al final de cada día para hacer una lista de las tareas que han salido bien es un primer paso para cambiar el chip.
Mira hacia atrás y dibuja tus ciclos de excesos en los últimos meses o semanas. ¿Cuántos atracones tuviste que darte? ¿Por qué llegaste a tal punto de agotamiento, estrés o incluso enfermedad, antes de parar? Y sobre todo, ¿cuánto disfrutaste del fin de semana exótico que te diste para compensar?
El placer nos carga las pilas. Nos hace sentirnos más vivos, más conectados con nuestros seres queridos, y más orgullosos de ser quienes somos.
Todo empieza por regalarnos más pequeños placeres cada día. Más momentos de conexión con los pequeños éxitos conseguidos y menos planes autoexigentes de futuro.
Si tú no te regalas el placer de emprender, nadie puede hacerlo por ti. Disfruta de lo que sí has conseguido para recargar tus pilas para el 2018.
Pino Bethencourt
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