Algunos gestores autocráticos creen que sus homónimos
democráticos son débiles y confunden, su forma de actuar con la falta de
confianza. Cuando un dirigente piensa de esta forma anacrónica y pone en
evidencia una gestión democrática, su propia actitud es criticable. Su propio
grupo continuará afirmando su posición, pero este dirigente mostrará poco
respeto por las reglas y la opinión del grupo.
A este gestor podríamos definirlo como inflexible,
autocrático e individualista. Nunca
comprenderá que las decisiones emanan del grupo y que la opinión de este
bastará para validar una decisión.
Pero, aunque esta decisión sea crítica, hemos de
admitir que existen dos clases de dirección autocrática: rígida y flexible. El individuo flexible, generalmente muy
perspicaz, se da cuenta que los objetivos se obtendrán con mayor facilidad si
el grupo acepta de buen grado el compromiso. Utiliza la psicología y procede de
forma democrática, aunque sea circunstancialmente, para ajustar las normas del
grupo hacia esos fines y objetivos. Este
gestor se caracteriza por presentar la información al grupo, de tal forma, que
favorezca los resultados que pretende.
Este tipo de “individuo
seudo democrático” está muy lejos de ser un auténtico demócrata y lleva al
grupo hacia los objetivos por él propuesto, en vez de permitir que el grupo
opine y decida. Durante el proceso, este
dirigente promueve la autodisciplina y la moral del grupo, consigue sus
compromisos mediante la persuasión y al final logra lo que se ha propuesto con
gran satisfacción y petulancia.
Para poder dirigir con eficacia, el gestor debe ser
capaz de considerar las cosas desde el punto de vista de sus subordinados. Hay una cualidad en los empresarios menos
frecuente, mucho más sutil y fina, más rara que las habilidades: es la capacidad de reconocer el talento de
sus colaboradores.
TIPO DE LIDERAZGO
SEGÚN LA SITUACIÓN
Si aceptamos la idea de que el liderazgo democrático es
el que mejor resultado aporta a la gestión, como hemos visto en el punto
anterior, en ocasiones un estilo autocrático también lo produce; tendremos que
estudiar en qué circunstancias habrá que emplear una combinación de ambos
estilos.
La teoría de Fiedler,
sobre la cuestión del liderazgo, intenta enfrentarse a estos aspectos de la
gestión y se basa en una serie de factores que inciden sobre el liderazgo
eficaz, en función de una variedad de casos y situaciones. Identificó tres dimensiones críticas que pueden afectar a la calidad y eficacia del
estilo de dirección.
- La relación del líder con el grupo: Esta refleja el grado de confianza y respeto que el grupo siente por el dirigente y hasta que punto es atractiva e interesante la personalidad de éste.
- La misión del líder: Las tareas estructuradas y el trabajo realizado con todo detalle, permite al líder influenciar sobre el grupo.
- Poder de su posición: Es el grado de apoyo que el dirigente espera recibir de la organización y comprende dimensiones tales como: autoridad formal para realizar en nombre de la empresa todas las acciones encaminadas a una correcta gestión.
Fiedler también
identificó dos estilos de liderazgo.
- Un enfoque orientado a las tareas donde el líder busca que las mismas se lleven a cabo con eficacia y satisfacción.
- Un enfoque orientado a los miembros de la organización donde el líder busca conseguir una posición de importancia personal.
La base del análisis de Fiedler es que, al definir las
dimensiones de las distintas situaciones en los términos indicados
anteriormente, podremos determinar el estilo más eficiente de liderazgo. La
posición más favorable para el líder lo constituye su relación interpersonal
basada en el “compañerismo”. Si el
dirigente enfoca desde este aspecto su relación con el personal, también lo
hará éste.
Si el líder orienta sus esfuerzos a colaborar en las
tareas y en la productividad, también lo harán los subordinados. Un director financiero, por ejemplo, puede
estar en la categoría donde existe una fuerte posición del líder, porque en su
departamento están las tareas muy estructuradas y donde las relaciones son
excelentes. Este estilo tiene un enfoque
orientado a la tarea.
Cuando la situación del líder pueda ir deteriorándose,
el enfoque más productivo es el orientado a las personas, sobre todo en tareas
muy estructuradas, donde las relaciones laborales son tensas y el poder del
dirigente muy debilitado. Esta situación
se da en algunas industrias de producción en serie, e indica que predomina en
las mismas un estilo de liderazgo incorrecto.
El gestor más eficaz orienta sus acciones hacia la
sensibilidad de sus empleados y da prioridad a los trabajos que motive a estos
positivamente. El jefe de departamento
es el más indicado para determinar cuál es la moral de su personal, que
cualquier otro miembro de la organización. Deberemos observar de todo lo
anteriormente dicho que la investigación en los estilos de liderazgo se ha
realizado dentro de las industrias de producción masiva, lo que viene a
ratificar la tesis de que el liderazgo orientado hacia las personas es el más
eficaz.
En los trabajos creativos o de investigación, donde la
estructura de estos es pequeña en proporción con otras y las relaciones
laborales son buenas, es recomendable el enfoque del liderazgo orientado a las
personas. En estos casos, los miembros
del grupo desearán contribuir y participar, pero reaccionarán negativamente a
situaciones provocadas por mandos autocráticos que utilicen métodos
coercitivos. En situaciones muy desfavorables, el líder tiene que concentrarse
en conseguir el objetivo de forma realista donde sus criterios técnicos prevalezcan
sobre otros que considere que no favorecen ni enriquecen la organización. ■
Pedro Rubio Domínguez
____________________________________________________________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario