Luz tiene menos de 40 años y trabaja como empleada del hogar en Madrid a través de una empresa que ofrece estos servicios. Empezaba el año nuevo con la esperanza de que la subida del salario mínimo interprofesional mejorara su situación personal, pero lo cierto es que la medida le ha afectado de una forma que no esperaba. Ha perdido horas de trabajo, lo que le impide ganar más dinero que antes, pero ha tenido más suerte que otras compañeras: algunas han sido despedidas. Unas consecuencias que ya venían advirtiendo los expertos.
El pasado 1 de enero entró en vigor un alza histórica del 22% que aprobó el Gobierno vía decreto. A partir de ese momento, las empresas están obligadas a pagar a sus trabajadores un mínimo de 900 euros al mes en 14 pagas o 1.050 euros en 12 pagas (12.600 euros al año).
El objetivo de la medida no es otro que mejorar la retribución de más de dos millones de trabajadores, pero en las primeras semanas de su puesta en marcha se está topando con una reacción por parte de las pequeñas empresas. La situación de Luz no es un caso aislado.
Antes de que se activara la medida, diferentes expertos explicaban a idealista/news que los negocios de menor tamaño optarían por recortar horario de la plantilla, frenarían las nuevas contrataciones y, aun peor, podrían llevar a cabo despidos. Y eso es lo que de momento está sucediendo en algunos sectores y en un perfil de empleado concreto: los trabajadores con baja cualificación. En ese colectivo se encuentran, además de las empleadas del hogar, las camareras de piso de los hoteles, más conocidas como ‘las kellys’.
Ángela Muñoz, de la asociación Kellys de Madrid, asegura que “los contratos de las camareras de piso se están fragmentando, con una reducción de horas y mayor carga de trabajo, lo que obliga a muchas camareras de piso a complementar su sueldo”. Una de las vías más recurrentes es convertirse en empleadas del hogar.
Muñoz recuerda que las camareras de piso prestan un servicio externo a los hoteles, lo que ha provocado una pérdida de derechos y de prestaciones. De media, ganan entre 2 y 2,5 euros brutos por habitación. En su opinión, la subida del SMI podría ser “un bálsamo, pero acaba siendo una trampa porque no funciona si no se aplica de la forma correcta. Algunas compañeras van a ganar 27 céntimos más por habitación, lo que sigue sin ser una solución para luchar contra nuestra situación de precariedad”.
Lo que funcionaría, agrega, sería “un cambio legislativo en el Estatuto de los Trabajadores (concretamente del artículo 42.1 del Estatuto de los Trabajadores) para que puedan tener el mismo convenio que otros compañeros como por ejemplo los recepcionistas. La ministra de Industria y Turismo, Reyes Maroto, les prometió el pasado verano que habría cambios antes de que terminara el ejercicio, pero la mejora sigue sin llegar.
Por otro lado, Carmela Rodríguez, vicepresidenta de la Asociación Madrileña de Empresas de Restauración (AMER), recalca que la subida afectará de lleno a las pymes relacionadas con la agricultura, y que necesitan aumentar la plantilla para los meses fuertes en la recolección. “Muchos empresarios de diferentes partes del país que tienen bodegas nos están contando que va a ser muy complicado mantener todos los puestos de trabajo adicionales que necesitan durante la recogida, así que tendrán que contratar menos, lo que se suma a otros problemas como los bajos precios a los que venden sus productos”. La vicepresidenta de AMER cree que a muchos empresarios no les van a salir las cuentas, y no descarta un repunte de la economía sumergida para compensar la subida del salario mínimo y la correspondiente cotización a la Seguridad Social.
Al margen de estos casos concretos, en estas primeras semanas del año se han conocido algunos datos inesperados. El Ministerio de Trabajo detectó 274.000 despidos en el primer día hábil tras la aprobación de la medida (26 de diciembre, por lo que no había entrado en vigor el alza del SMI) y en plena campaña navideña.
A pesar de que en el mercado laboral español es frecuente que se produzcan miles de altas y bajas contractuales, lo curioso es que nunca se había producido tal volumen de despidos en Navidad. Supuso 100.000 despidos más que en la misma fecha de 2018 y superaba con creces el récord de 2015 (algo menos de 212.000 despidos).
A esta estadística le siguió la advertencia del Banco de España, que estimaba recientemente que la subida del salario mínimo podría llegar a destruir 125.000 puestos de trabajo próximamente, mientras que el servicio de estudios de BBVA estima que podría provocar la pérdida de 195.000 empleos hasta 2020.
Y la guinda del pastel han sido los datos de paro y afiliación a la Seguridad Socialque se han conocido en los últimos días. El primer mes del año se saldó con más de 83.400 nuevos desempleados (enero de 2018 se saldó con un repunte del paro de 63.700 personas), el peor dato en un lustro; y con casi 205.000 ocupados menos, el descenso más pronunciado desde 2013, uno de los años más duros de la crisis. También se ha visto una desaceleración de los contratos indefinidos: si en 2018 crecían a ritmos del 20%, en enero lo han hecho a un 4,8%.
Desde Job Today, la app para buscar empleo en el sector servicios, aseguran que también han notado un bajón inusual en enero. “En apenas dos semanas, desde la semana de Navidad hasta principios de enero, el número de solicitudes de empleo enviadas a través de Job Today ha aumentado un 38%, mientras que en el año pasado registramos un 18% menos de inscripciones”.
Los sindicatos, sin embargo, suavizan estos registros asegurando que se trata de una caída relacionada con la estacionalidad: el fin de la campaña navideña y el consiguiente recorte de plantilla en las actividades de comercio y hostelería. De hecho, creen que la subida del 22% que ha aplicado el Ejecutivo al salario mínimo se queda corto.
Según explica Daniel Barragán, secretario de Acción Sindical de CCOO de Construcción y Servicios, “el anterior salario mínimo era mísero. Con la subida conseguimos una mejora de las condiciones y convertirlas en dignas. En los últimos años se ha puesto de moda el trabajador pobre, que es aquella persona que trabaja y sin embargo no llega a fin de mes, así que la subida era necesaria”.
En su opinión, el problema no es tanto que suba mucho o poco el salario mínimo, que es algo bueno, sino que afecta a las empresas que no quieren entrar en las reglas del juego. “Si ante una subida del 22% del salario mínimo una empresa tiene que reestructurar su plantilla y organización, esa empresa no debería estar en el mercado laboral. Las empresas se han acostumbrado a pagar poco, se han convertido en oportunistas y se aprovechan de los trabajadores. El hecho de que este año coincidan miles de despidos con la subida creo que es coyuntural”, sostiene.
Sus argumentos chocan con los que expone Valentín Bote, director de Randstad Research, quien sostiene que “podemos debatir cuántos puestos de trabajo estarán en peligro o si los efectos van a ser más o menos inmediatos, pero de lo que no hay duda es que la medida va a tener consecuencias negativas para muchas personas: los pequeños empresarios, los que pierdan su empleo y los que estén buscando trabajo, que se encontrarán con más dificultades a partir de ahora”.
Bote afirma que “es infantil pensar que las empresas pueden asumir sin problemas una subida del 22% del salario mínimo, sobre todo teniendo en cuenta que el 80% de las que tienen asalariados, tienen en plantilla entre una y dos personas. Son microempresas que no tienen músculo financiero”. Si tenemos en cuenta la subida del sueldo vía decreto y las cotizaciones sociales, el empresario pagará por cada empleado unos 16.000 euros al año, de los que el empleado percibirá 12.600. “Para que una empresa no note la subida, cada trabajador debería aportar al negocio el importe equivalente que perciba más el margen de beneficio”, insiste el director de Randstad Research.
Bote achaca a la subida del SMI parte de la culpa de los malos datos del mercado laboral que hemos conocido últimamente, aunque insiste en que influyen más factores. Además de la subida del coste salarial, las empresas también se están viendo afectadas por la desaceleración de la economía y la consiguiente pérdida de tracción del consumo. Por último, alerta de que los efectos no se verán de un día para otro.
“Los datos de enero no nos sirven para ver el impacto brutal de la subida del salario mínimo y si en la campaña de Semana Santa salen buenos datos tampoco podremos pensar que no pasa nada. Las consecuencias irán apareciendo de forma gradual, aunque sin duda llegarán”, concluye.
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