Los estudios han demostrado que según la forma en la que reacciona una persona frente a una situación, se están accionando distintas partes del cerebro. De esta forma, el ‘yo consciente’ -que permite al individuo estar tranquilo y ser medido, racional y capaz de tomar decisiones deliberadas- está dirigido por el córtex prefrontal e interviene el sistema nervioso parasimpático, mientras que el ‘segundo yo’ –más instintivo y reactivo- es guiado por el cerebro medio y el sistema nervioso simpático, que opera en gran medida fuera del control consciente, permitiendo estar alerta frente a lo que el cerebro identifica como amenazas o peligros. Esta es la parte que se activaría si la persona siente que su vida corre peligro.
Un artículo publicado por Harvard Business Review (HBR) destaca que los grandes líderes son reflexivos y no impulsivos. Además indica que los riesgos que hoy día enfrentan las personas no suelen estar relacionados con la supervivencia, aunque no por ello los miedos son menos aterradores. No obstante, es por este motivo que, a menudo, se emplean las capacidades cognitivas más altas para justificar los peores comportamientos. De esta forma, ante el miedo a la sensación de fracaso, se activa lo que Jonathan Haidt acuñó como "abogado interno", que es experto en racionalizar, evitar, desviar, disimular, negar, despreciar, atacar y culpar a otros por los errores propios, silenciando al "crítico interno" que también llevamos dentro, para contrarrestar las críticas de los demás, generando así un alto gasto de energía.
Según el artículo, el problema es que “la mayoría de las organizaciones dedican mucho más tiempo a la generación de valor externo que al sentido de valor interno de las personas”, ya que hacerlo, requiere una serie de habilidades que no han sido trabajadas en la mayoría de líderes. La ironía es que “ignorar la experiencia interna de las personas, les lleva a gastar más energía defendiendo su valor, dejándolas con menos energía para crearlo”, asegura Tony Schwartz es el presidente y director ejecutivo de The Energy Project.
El experto destaca que el antídoto para reaccionar desde el "segundo yo’" es desarrollar la capacidad de observar los dos seres en tiempo real. “No puede cambiar lo que no nota, pero darse cuenta puede ser una herramienta poderosa para pasar de defender nuestro valor a crear valor”, explica en HBR. De esta forma, Schwartz aboga por cultivar el poder de la observación y renunciar a la actitud de defensa frente al error para así poder “reconocer, sin juzgar, que somos lo mejor y lo peor que podemos ser, y tomar decisiones deliberadas en lugar de reactivas sobre cómo responder en situaciones difíciles”.
Al respecto, aconseja prestar atención a las emociones negativas como la impaciencia, la frustración y la ira, pues son indicadores clave de que se está utilizando el cerebro medio y el sistema nervioso simpático. “El simple hecho de nombrar estas emociones a medida que surgen, es una forma de alejarse de ellas”, señala. Además, recomienda tener cuidado con “la absoluta convicción de que se tiene razón y la compulsión de tomar la acción”, pues son indicadores sólidos de se está sintiendo una amenaza y peligro.
Frente a ello, Schwartz destaca que “una combinación de apoyo, comunidad, conexión y responsabilidad ayuda a compensar el impulso, alejar las molestias y volver a los comportamientos de supervivencia ante las amenazas percibidas para nuestro valor”. Por tanto, el experto defiende la importancia de pedir y recibir feedback constante, por parte de alguien de la organización que sea de confianza, para obtener otros puntos de vista. Junto a ello, aconseja hacerse dos preguntas, a la hora de saber si se está reaccionando de forma correcta frente a una situación frustrante: ¿Qué hay de verdad y qué está sugestionando la reacción? y ¿cuál es el grado de responsabilidad personal que se tiene respecto a ese tema?
“Al cuestionar regularmente las conclusiones, se está compensando el instinto que lleva a una persona a buscar evidencias que apoyen lo que ya se cree. Al buscar su propia responsabilidad, se resiste al instinto de culpar a los demás y, en cambio, se concentra en lo que tiene la mayor capacidad de influencia: su propio comportamiento”, siendo así más humilde, concluye.
Fuente: Equipos y Talento
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