En otros articulos publicados en nuestro Blog, hemos hablado sobre la misión del Consultor de Gestión, en el análisis y activación de empresas. Pero, no debemos olvidar otra importante faceta de su trabajo: la formación a todos los niveles de la organización.
En este aspecto de su gestión no podemos evitar el mencionar una doble exigencia que puede ser contradictoria: la necesidad para el enseñante de concentrar sus actividades según sus talentos( en un periodo dado) y la indispensable investigación y práctica de la pluridisciplinariedad.
Es necesario recordar aún que es imposible pedir a cada uno ser al mismo tiempo buen profesor, buen investigador y buen consultor. Se sabe desde hace tiempo que multiplicando las tareas se corre el riesgo de dividir el resultado de cada una de ella. En el mejor de los casos, un buen profesor puede llegar a resaltar en estas tres áreas, cuando las practica no en el mismo periodo, sino sucesivamente. Por ello debe elegir y concentrar sus actividades. Jamás he visto a un profesor o enseñante tener éxito en el mismo momento en cada una de estas tres actividades, que aunque sean complementarias, son diferentes.
Pero sobre todo, el profesor de gestión debe investigar y practicar la pluridisciplinariedad. Las ciencias y técnicas a partir de las cuales un enseñante de gestión se define y se construye, no deben ser impermeables las unas a las otras, ni valorizar las unas con diferencias a las otras. Esto es lo que suele ocurrir habitualmente. Cada disciplina afirma y conforta a sus especialistas, pero al mismo tiempo les conduce a una ceguera parcial. Porque un enseñante de gestión representa mucho más que la suma de las disciplinas que domina. La realidad de la vida de las empresas no es la servidumbre de fronteras o territorios históricamente fijos, es un conjunto de conocimientos y de medios puestos en acción, de forma coherente, para realizar cambios o desarrollos. Distingamos pues:
a) Es con un estado de espíritu semejante con el que el formador debe concebir su enseñanza. Debe destacar en una especialidad, pero jamás será el mejor enseñante si es solamente esto.
b) El enseñante de gestión se debe guardar igualmente de dos tentaciones perniciosas que le llevan a hacerle confundir los esencial y lo accesorio.
c) En primer lugar, enseñar no es animar. Un profesor no es un animador ni mucho menos un "gentil animador" Una buena enseñanza no se debe reducir a una buena "animación".
De la misma manera conviene recelar de los que llamaría las pedagogias de los "dibujos animados", fundadas sobre técnicas atractivas o hechos de efectos puntuales y bien escogidos. Momentáneamente pueden llamar la atención, pero no enriquecen nada el objeto del conocimiento y no aportan, en todo caso, ninguna contribución significativa y duradera. Una enseñanza de calidad exige tiempo, tanto para ser conocida y preparada, como para impartirla. La duración es igualmente necesaria para su comprensión y asimilación por los alumnos. Esta dimensión remite a su lugar, que es mediocre, las técnicas animadas que hemos mencionado. Enseñar no es una carrera contra reloj, y menos un sprint. Una buena enseñanza es una carrera de resistencia.
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