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viernes, 24 de enero de 2020

Más creatividad y menos control dentro de escuelas y organizaciones


Hay una onda expansiva en materia de opinión sobre qué rol cumplen hoy los centros educativos y también las empresas para fomentar las habilidades humanas.

Es interesante descubrir que hay líneas de pensamiento que convergen, se entrecruzan, marcan tendencias y también chocan contra los paredones de cemento. Todas terminan influyendo, tarde o temprano, sobre la organización del trabajo, porque nunca les son ajenas.

En un reportaje a sir Ken Robinson, nombrado caballero por Isabel II en 2003, por su contribución a las artes, publicado en el diario El País de España, le señalan que, según él, los títulos universitarios ya no valen nada. Y responde: "No es que no valgan nada, es que valen menos. Cuando yo empecé en esto, si tenías un doctorado, formabas parte del 0,01% de la población mundial que lo había cursado, y ya no es así. Funciona como la inflación. Antes, una carrera era todo lo que necesitabas para conseguir un buen trabajo; ahora hace falta también un master. ¿Dónde acaba? Supongo que dentro de unos años tendrás que ganar un Nobel para trabajar".

Famoso por sus críticas a la educación convencional, difundidas en distintos medios y conferencias, Ken Robinson puede ser encontrado también en vídeos subidos a YouTube. Hay un planteo esencial, que es identificar el sistema educativo con la Revolución Industrial. Las segmentaciones por edades, a todas luces arbitrarias, conducen a una producción estándar, donde no cuentan las diferencias. Todos deben ser empaquetados sobre una línea de montaje, en donde aquellos que se desvían de la norma son descartados. Es así como las personas van siendo prolijamente limadas, y es por esto que "los niños nacen con cualidades que, a menudo, el sistema entierra".

Naturalmente, a mayor educación, menores excepciones y, para peor de los males, menor creatividad. "La gente piensa que es una excentricidad decir que la escuela funciona como una fábrica, añade sir Robinson, pero es cierto. Se divide en compartimentos separados, a los que la gente acude durante unas horas fijas; los días se distribuyen en bloques de tiempo y los alumnos son evaluados de forma periódica para saber si son aptos para seguir allí. A los que no se adaptan se les responsabiliza por su fracaso, pese a que es el sistema el que ha fallado".

Jorge Mosqueira
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