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domingo, 2 de febrero de 2020

Compañeros de trabajo tiranos: estos son los comportamientos que los delatan

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Hay tres dinámicas que conducen a cruzar las líneas rojas: el sentimiento de omnipotencia, el entumecimiento cultural y la negligencia justificada.

La palabra tirano se suele asociar a alguien que abusa de su poder en la vida política. Pero eso sucede también en los negocios y en las relaciones que se gestan en el trabajo. Aunque es difícil encontrar pruebas de la falta de ética en los líderes, en los últimos años se han hecho públicos algunos casos que ilustran esta situación: desde las acusaciones de corrupción en Nissan a la venta de datos privados en el escándalo de Facebook y Cambridge Analytica, “cuyas tácticas siguen siendo utilizadas por compañías de todo el mundo”, según declaró hace solo unas semanas Brittany Kaiser, exdirectora de desarrollo de negocio de la empresa británica.

Más allá de los beneficios económicos, hay tres patrones de pensamiento que conducen a cruzar estas líneas éticas. Se trata de comportamientos tóxicos que pueden llegar a formar parte de la dinámica de trabajo si es un jefe quien los lleva a cabo. Por ejemplo, alguien autoritario que prioriza conseguir unos objetivos sobre el bienestar de los demás. Según explica Merete Wedell-Wedellsborg, que trabaja como asesora ejecutiva de líderes y equipos de alto nivel, hay varios mecanismos mentales implicados, según recoge Harvard Business Review. Uno de ellos es la omnipotencia, cuando alguien se siente tan engrandecido que cree que las reglas de comportamiento que rigen su entorno no se le aplican a él. “Muchos errores morales se remontan a este sentimiento de que eres invencible, intocable e hipercapaz. Para el líder omnipotente, las reglas y normas son para todos menos para ellos”, cuenta Wedell-Wedellsborg.

Esta actitud repercute en los demás e influye en la forma de pensar de quienes rodean al tirano, especialmente si trabajan para él. Así, se produce un entumecimiento cultural: cuando los demás, gradualmente, comienzan a aceptar y encarnar normas desviadas. “No importa qué principios tengan, con el tiempo, los rumbos de su brújula moral cambian hacia la cultura de su organización, dejan de notar cuándo el lenguaje ofensivo se convierte en la norma o comienzan a comportarse de una manera que nunca hubieran esperado de sí mismos”, explica Wedell-Wedellsborg en HBR.

Después de adaptarse inconscientemente al entorno hostil en el que se desenvuelven, llega la negligencia justificada, cuando las personas no se quejan de estos comportamientos porque están pensando en recompensas más inmediatas, como mantenerse del lado de los jefes o de quien tiene más poder. Las conclusiones de una investigación publicada en Journal of Career Assessment refuerzan estas ideas. En un estudio sobre la reputación negativa en el lugar de trabajo, los investigadores encontraron que en ocasiones los empleados desarrollan voluntariamente reputaciones negativas porque, en algunos casos, esos comportamientos pueden alinearse con la organización y beneficiar al individuo.

Esta investigación muestra que los trabajadores que se desenvuelven en un entorno en el que una reputación negativa puede ser recompensada probablemente adapten su comportamiento a este entorno para tener éxito. “Los empleados pueden ver las acciones de un gerente como negativas, pero estas mismas acciones pueden ser vitales para tener éxito a los ojos de los ejecutivos de la compañía”, se lee en el informe. El comportamiento de un individuo se evalúa según las normas y valores de su grupo. “Aquellos que desean acelerar sus carreras deben considerar no solo sus acciones, sino también cómo las recibirán los diferentes grupos dentro de la organización”.

Jefes tóxicos

Si tener un compañero de trabajo que pase por el aro de la tiranía puede ser dañino para el ambiente de trabajo, imagine si el tirano es un jefe. Los jefes tienen el poder de crear un entorno que permite a los trabajadores dar lo mejor de sí mismos o un lugar de trabajo tóxico donde sean infelices. “La forma en que los ejecutivos terminen usando ese poder, depende en parte de su salud mental”, explica Manfred Kets de Vries, psicólogo y profesor de desarrollo de liderazgo y cambios organizacionales en la escuela de negocios Insead. Aunque, asegura, la mayoría de los jefes no están enfermos, “hay un número sorprendente de ejecutivos que tiene algún tipo de trastorno de la personalidad”. Asegura también que algunos jefes tóxicos no podrán cambiar nunca, pero que la mayoría reconoce cuándo tiene un problema e intenta solucionarlo.

La peor parte de este asunto es que las emociones tóxicas son contagiosas. Por eso, casi sin darnos cuenta, nosotros también podemos sentir estrés, volvernos ansiosos, negativos y destructivos por el estado de ánimo de quienes nos rodean.

Una investigación llevada a cabo por varias universidades alemanas descubrió que el 26% de las personas muestran niveles altos de cortisol con solo observar a alguien tenso. El estrés puede olerse. Quienes lo sufren sudan hormonas que son captadas por los demás, según un estudio del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia. Lo que pasa a nuestro alrededor condiciona la actividad de nuestro sistema límbico: dependemos de las conexiones con otras personas para determinar nuestro estado de ánimo. Las investigaciones más recientes en neurobiología afirman que una persona transmite señales que pueden alterar los niveles hormonales, las funciones cardiovasculares, los ritmos de sueño e incluso las funciones inmunes del cuerpo de otro individuo.

M. Victoria S. Nadal
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