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viernes, 7 de febrero de 2020

EN JAPÓN YA HAY HOTELES MANEJADOS POR ROBOTS

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Cuando viajé a Japón para realizar entrevistas para uno de mis libros, lo primero que hice fue reservar una habitación en un hotel de la cadena Henna, la cual despertó gran atención tras anunciarse como la primera del mundo cuyos hoteles son operados por robots. Había leído que los recepcionistas, conserjes, botones y hasta los servicios de comida en el hotel estaban totalmente automatizados y quería experimentar en carne propia cómo funcionaba.

Cuando llegué con mis maletas al hotel, situado en un suburbio de Tokio cerca del parque de diversiones Disney World, me encontré con que, efectivamente, varios de sus empleados habían sido reemplazados por robots y máquinas inteligentes (aunque, como verán más adelante, algunas de ellas no eran tan inteligentes o estaban en proceso de aprendizaje).

En la conserjería había dos enormes robots con forma de dinosaurios que llevaban sombreros verdes como los que usan los conserjes de los hoteles tradicionales. Al verme entrar empezaron a hacer sonidos guturales y a mover la cabeza de un lado al otro. No había ningún ser humano detrás del mostrador, de manera que no había otra alternativa que lidiar con ellos. Tal como me enteré después, otras sucursales de la cadena tenían conserjes robóticos con aspecto de hombres o mujeres, pero la sucursal de Tokio —por estar cerca de Disney World— había optado por hacer que todos sus conserjes fueran dinosaurios, para deleitar a los niños. Del otro lado de la entrada del hotel había un acuario de unos dos metros de diámetro, con tres grandes peces de colores nadando en círculos, subiendo y bajando constantemente en sus recorridos irregulares. Sólo cuando uno se acercaba advertía que se trataba de peces robóticos de plástico, impulsados por algún motor interno que no estaba a la vista.

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“Bienvenido al hotel Henna”, me dijo el conserje dinosaurio, con una voz ronca como la que uno se imaginaría la de un dinosaurio, aunque lo suficientemente simpático para no asustar a nadie. Indicando con sus garras una tableta que tenía frente a sí, sobre el mostrador de la recepción, el reptil prosiguió diciendo: “Por favor, selecciona en la tableta el idioma que hablas”.

Acto seguido, el conserje dinosaurio, que no dejaba de mover la cabeza de un lado a otro, dijo: “Por favor, coloca la primera página de tu pasaporte en la tableta que está a tu derecha y aprieta la tecla empezar”.

Mientras cumplía las instrucciones del dinosaurio, le pregunté: “¿Cómo te llamas?” Pero el robot no parecía estar preparado para contestar esa pregunta. Moviendo la cabeza más agitadamente que antes, comenzó a refunfuñar: “¡Grrr! ¡Grrr! ¡Grrr!” ¿No tienes nombre?, insistí, cada vez más divertido.

El gigantesco reptil robótico se inquietó más aún, moviéndose de un lado al otro como buscando desesperadamente una respuesta, y finalmente volvió a gruñir con un prolongado “¡Grrr!” Obviamente, el robot no tenía mucho sentido del humor, o por lo menos no le gustaba que lo sacaran del diálogo que tenía programado.

“¿Estás enojado?”, le pregunté. Ahí el animal con sombrero de conserje perdió la paciencia y me dijo: “Espera un momento por favor. Un asistente vendrá para ayudarte”. Y en cuestión de segundos, salió de una puerta de atrás del mostrador una señorita uniformada que, tras saludarme con la reverencia típica de los japoneses, me explicó con la mayor seriedad que los dinosaurios del hotel eran nuevos en su trabajo y que por el momento sólo podían hacer el trámite de registro de entrada y salida de pasajeros. En otras palabras, no eran dinosaurios para ponerse a conversar. “Ok”, me resigné. Volví a insertar mi pasaporte en la maquinita, apreté la tecla de inicio y seguí al pie de la letra las indicaciones del reptil. Llené un formulario en la tableta que pedía mi nombre, dirección y firma.

Enseguida el dinosaurio, gesticulando con las manos, me pidió que pasara a la próxima máquina que estaba a su lado “para finalizar el proceso de registro”. La máquina era una pequeña torre como la de un cajero automático, que me pidió mi tarjeta de crédito y luego me dio una llave de plástico de mi cuarto y un recibo, donde figuraba mi número de habitación. Apenas recibí la llave, el dinosaurio, visiblemente contento, dijo: “El proceso de registro está completo”. Y levantando las manos, con lo que parecía una sonrisa en su rostro, concluyó: “Por favor, dirígete al elevador y ve a tu cuarto. Disfruta de la estadía en nuestro hotel”.

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ANDRÉS OPPENHEIMER 

Andrés Oppenheimer es un periodista, escritor y conferenciante argentino que reside en Estados Unidos y ha participado en varios foros internacionales. Ha sido incluido por la revista Foreign Policy en español como uno de los "50 intelectuales latinoamericanos más influyentes".​
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2 comentarios:

  1. Hola, ¿quieres venir de vacaciones a Cancún? Te invitamos a conocer los mejores hoteles 3 estrellas en Cancún. Increíbles hoteles que no puedes dejar pasar.

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    1. Gracias Joaquín por tu invitación. Conozco Cancún muy bien porque fui uno de los promotores de la construcción del Hotel MELIA CANCUN cuando era asesor económico-financiero del Grupo inmobiliario REAL ESTATE INVESTIMENT-HUARTE empresa que los construyó. Una vez terminado el Hotel y su puesta en funcionamiento intervine en febrero de 1987 como consultor en la redacción con otros consultores mejicanos del "INDICE DE DISPOSICIONES JURIODICAS DEL ESTADO DE QUINTANA ROO" "MONOGRAFIA MUNICIPAL DE ISLA MUJERES" "MONOGRAFIA MUNICIPAL DE JOSE MARIA MORELOS" "MONOGRAFUA MUNICIPAL DE OTTOÓN P. BLANCO" y otros estudios que me fueron encomendados por el Gobierno del Estado de Quintana Roo. Aún conservo estos trabajos que me permitieron conocer a fondo las medidas económicas, administrativas y políticas que influyeron decisivamente en la evolución de los Municipios Quintanarroenses. Recibe un cordial saludo. Pedro Rubio Dominguez- Director General del INSTITUTO ERUROPEO DE GESTIÓN EMPRESARIAL-MADRID(ESPAÑA)

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