Hay un personaje curioso en nuestra empresa. Un director inteligente, pero excéntrico; un sujeto totalmente bipolar, capaz de lo mejor y lo peor, tanto a nivel personal como profesional.
Parece que este director ha perdido toda ilusión por trabajar. Según él, su tiempo es tan valioso que: “Únicamente trabajo en los proyectos que me interesan; si una tarea no me desafía intelectualmente, no le dedicaré ni un minuto”.
¡Chapeau! El problema es que este semi-dios lleva más de nueve meses sin vender ni dirigir un proyecto y, para una persona que cobra 130.000 euros anuales de fijo, esta actitud arrogante y chulesca no es aceptable.
En lo laboral, como en lo físico, el primer síntoma de la decadencia es no crecer, no producir; la cercana extinción de la ilusión se muestra siempre por falta de desarrollo.
Pero, ¿qué hacer con una persona así?
No podemos despedirle porque no podemos pagarle la indemnización. En consecuencia, el tipo se pasea por los pasillos como si fuese dueño y señor de la oficina.
¿Cómo poner fin a esta situación? ¿Se puede volver a motivar a una persona?
En mi opinión, sí; es difícil, pero posible. Lo importante es entender cómo hacerlo, identificar qué es lo que quiere y llegar a un acuerdo para el bien de ambos: empresa y empleado. Lo que es inaceptable es que se permita a este caradura vivir a cuerpo de rey a costa del trabajo del resto.
Sin duda, tenemos un gran problema con el paquete de remuneración de los directores; simplemente no funciona. Los directores ganan entre 130.000-200.000 euros anuales de fijo, lo cual es suficiente para no tener que depender del variable que se otorga en base a la consecución de objetivos de venta.
Por lo tanto, si los directores no venden – como en el caso de este jeta – no importa, ya que aún así, cobrarán un cuantioso botín a fin de mes.
¿Es fácil vender proyectos en medio de una crisis?
En absoluto; comprendo sea difícil o casi imposible que los directores puedan cumplir con sus objetivos de venta; pero en consecuencia, exijo que no cobren salarios desorbitados, y más aún en el caso de este impresentable, que no es más que un lastre para la empresa.
ElConfidenteXXI
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