Las reducciones de la fuerza de trabajo en las empresas durante las situaciones de crisis, obedecen más que otra cosa a una falta de previsión y a una mala administración del empresario y suelen ser adaptaciones bruscas, a la desesperada, al ambiente. La adaptación a la evolución del ambiente debe ser permanente, suave, rápida y flexible, y esto se consigue utilizando los sistemas de gestión de Calidad Total.
Cuando los controles del empresario se focalizan únicamente en los costes y éstos se disparan respecto a los ingresos, inmediatamente se cuestiona la capacidad disponible de fuerza de trabajo. Decir que esto se tenía que haber contemplado antes no soluciona las cosas, pero nos debe hacer pensar que los controles no deben ser sólo económicos.
La productividad, es decir, la relación entre la producción periódica y la cantidad de recursos necesarios para alcanzarla, analizada sistemáticamente, nos informa de la evolución de los equilibrios entre la carga de trabajo y la capacidad. Si se va comparando la productividad histórica con la prevista –en función de las previsiones de ventas- se puede determinar las necesidades de fuerza de trabajo en el horizonte de la previsión.
La historia de los centros de trabajo nos da algunas pistas. El historiador inglés Cyril N. Parkinson estudió las estadísticas de la armada británica entre 1914 y 1928 donde se reflejaba que el número de barcos operativos había disminuido un 68% y, sin embargo la cantidad de responsables encargados de mantener la flota en los astilleros había aumentado un 40% y la de los responsables de administrarla había aumentado un 79%. Mediante una serie de análisis concluyó en la conocida ley de Parkinson: El trabajo se expande hasta cubrir el tiempo disponible. Debido a que los mandos intermedios quieren siempre aumentar sus subordinados, aumentan los niveles jerárquicos y aumenta el trabajo burocrático (todo desperdicio).
Para que el criterio de la productividad sea fiable, antes, la empresa, ha debido de optimizar (después de normalizar, racionalizar, simplificar y especializar) sus procesos, métodos y operaciones, mediante la eliminación, en la medida de lo posible, de los despilfarros, de la cual ya hemos hablado en otro artículo. Este proceso de optimización también debe ser continuo y estar contemplado en la gestión integral de la empresa. La correcta organización y planificación, junto con las tecnologías más avanzadas, conduce a optimizar los resultados globales y, en definitiva, a la deseada mejora de la productividad de cada uno de los factores que intervienen en la producción. Puesto que el óptimo económico se consigue combinando adecuadamente las cantidades relativas de los factores de producción, es fundamental tener en cuenta el equilibrio relativo en sus cantidades y, en especial el equilibrio de los bienes de capital en relación a la mano de obra y la adecuada cualificación de ésta.
La dificultad para medir la productividad se debe a que los distintos factores de producción y los diferentes productos son heterogéneos y, por tanto, sus cantidades físicas no son sumables. Por ello, la producción total y la cantidad total de factores empleados se han de valorar en unidades monetarias. Para poder comparar las productividades entre los distintos periodos, sin que las oscilaciones de los precios de los factores y de los productos influyan en los resultados, las valoraciones han de efectuarse aplicando precios constantes.
Denominando:
Pj al número de unidades físicas elaborado del producto j en el periodo 0, y pj, a su coste unitario en este periodo.
Fi a la cantidad, en unidades físicas, utilizada del factor i utilizada en el periodo 0, y fi a su coste unitario en este periodo.
V, a la variación, positiva o negativa, experimentada por la variable ante la que se sitúa este símbolo en el periodo 1 respecto al 0.
Si la empresa utiliza m factores para elaborar n productos, efectuando las valoraciones con los precios del periodo 0, la productividad de la empresa (PR) en los periodos 0 y 1 será:
PR-0 = (p1*P1+p2*P2+……+pn*Pn) /(f1*F1+f2*F2+……..+fm*Fm)
PR-1 = (p1*(P1+VP1) +…….+(pn*(Pn+VPn)) / (f1*(F1+VF1)+……+(fm*(Fm+VFm))
Al coeficiente que mide por cociente la relación entre la productividad del periodo 1 y la del periodo 0 se le denomina Índice de Productividad Global (IPG), es decir:
IPG = PR-1 / PR-0
También se utiliza la tasa de productividad global (TPG) que mide la proporción de variación de la productividad entre los dos periodos:
TPG = (PR-1 – PR-0) / PR-0, siendo TPG = IPG -1
En muchas ocasiones interesa saber en qué proporción ha variado la producción de un periodo a otro. Como en el caso de las productividades, para evitar que las oscilaciones de los precios influyan en los resultados, se utilizan precios constantes y aparecen así los denominados índices de cantidades de Laspeyres.
El índice de evolución de la cantidad de producción de Laspeyres (ILp) será:
ILp = (p1*(P1+VP1) + ……….+ pn*(Pn+VPn)) / (p1*P1 + ……..+pn*Pn)
De modo semejante, el índice de evolución de las cantidades empleadas de factores de Laspeyres (ILf) será:
ILf = (f1*(F1+VF1) + ……… + fm*(Fm+VFm)) / (f1*F1 + …… + fm*Fm)
Al comparar las ecuaciones de los distintos índices, obtenemos:
IPG = ILp / ILf, con lo cual, conociendo los índices correspondientes de Laspeyres, podemos calcular el índice de productividad global y, como consecuencia, la tasa de productividad global.
Ingeniero Industrial
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