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lunes, 5 de octubre de 2020

LA INFORMACIÓN YA NO ES PODER

 

No sabemos si estamos en la era de la sabiduría, suponemos que eso tendrá que ver con las diferentes interpretaciones que hagamos de la palabra y de nuestro modelo del mundo y ya se encargará la historia de etiquetarla pasados unos años. Sin embargo, sí estamos seguros de que nos encontraremos en la era de necesitar sabiduría, para nosotros entendida como la forma adecuada de aplicar el conocimiento, que va mucho más allá de tenerlo.

Si pensamos en la formación tradicional, resulta fácil, por un lado, transmitir el conocimiento y, por otro, adquirirlo. Lo desafiante radica en que las personas que lo adquieren sepan cómo aplicarlo (desarrollo de la habilidad) y cuándo y en qué circunstancias (desarrollo de la competencia).

Asistir a un curso de formación no garantiza el aprendizaje ni mucho menos la competencia. Cuantas veces engorda nuestro ego como profesores o facilitadores de determinados programas o eventos cuando la gente nos dice: “¡Cuánto hemos aprendido hoy!”, momento en que alguno de estos profesores que comparten pensamiento con nosotros contesta: “Aún no sé cuanto has aprendido. Aprender es ampliar nuestra capacidad de acción efectiva, es decir, aprender tiene que ver con saber y con hacer. Sólo estarás seguro de que has aprendido algo cuando te des cuenta de que ese nuevo conocimiento te está llevando a una manera de comportarte diferente, a otra forma de actuar distinta. Ahí es cuando se demuestra el aprendizaje”, reflexión que a veces supone un jarro de agua helada para el sonriente participante.

A finales del siglo XX muchas voces proclamaron que la información era poder, pero con la llegada de Internet a nuestros ordenadores todo cambió. Aunque el origen se remonta a algo más atrás, no es hasta mediados de la década de 1990 se popularizó en Occidente el uso de la red, lo que significa un profundo cambio en nuestras vidas. Tenemos acceso al mundo en la punta de nuestros dedos. Podemos buscar la cosa más extraña y nos sorprenderá comprobar la cantidad de entradas que aparecen sobre nuestra búsqueda.

El problema ahora no consiste en tener ese conocimiento. Cuántas veces comentamos en uno de estos talleres o conferencias que no estamos allí, aunque seamos los facilitadores o conferenciantes, para compartir un conocimiento porque todo ya está disponible en la red con la ayuda de San Google; estamos allí para que experimenten y vivan ese conocimiento. De hecho, la gente olvidará un enfoque, una teoría o una frase con mucha rapidez; lo que tardará mucho más en olvidar es lo que experimente y la emoción que le invadió. El problema ahora es qué hacer con tanta información. El desafío estriba en la gestión de la información. Hay que priorizar lo importante y a veces hasta urgente frente a lo accesorio, lo que sólo es un ladrón del tiempo o, en el mejor de los casos, una información prescindible.

El poder ahora está en la gestión de la información. Con la velocidad a la que nos renovamos tecnológicamente ¿Cuánto tiempo pasará hasta que tengamos implantado un terminal que nos permita una conexión instantánea y permanente sin necesidad de usar uno externo? Quizás menos de lo que pensamos. La implantación subcutánea de microcircuitos supone una realidad que se ha llevado a cabo en algunas empresas de forma voluntaria para el fichaje y acceso de empleados en los centros de trabajo. El Internet de las cosas ya no es el futuro.

La información ya no resulta un secreto, pero sí su gestión. Con qué me quedo y qué desecho. En que foro quiero estar y de cuales debo salirme. Que publicaciones quiero recibir y cuáles no.

Pensando en los líderes camaleón que sean capaces de construir la empresa del futuro hoy, en el presente, queremos proponerte dos reflexiones: la primera tiene que ver con la toma de consciencia de que el conocimiento de las cosas está abajo, en la base de la compañía. Arriba se encuentra el conocimiento estratégico, pero el de los productos y servicios se halla en las personas que se relacionan directamente con ellos. Por tanto, no hay que perder jamás el foco en las personas por estar distraídos con los procesos y resultados. Recuerda el primer punto de las diferencias del líder coach respecto al jefe a la antigua usanza. Los resultados únicamente son la parte visible de un iceberg que puede engañar a la vista. El origen de esas cifras no resulta tan evidente, se encuentra en la parte sumergida de esa compacta y helada creación de la naturaleza que no vemos; en las compañías está en los procesos y relaciones que tienen que ver con las personas.

La segunda reflexión que te proponemos, menos evidente que la primera, consiste en preguntarnos sobre el propósito de nuestra responsabilidad y de nuestra empresa. Preguntarse el por qué de lo que hacemos nos revelará el propósito. Tener esto claro nos proporcionará el criterio para saber con que quedarnos y cómo usarlo.

Este propósito se convertirá en algo a lo que acudamos con cierta frecuencia en este libro porque es curioso ver cómo personas y empresas suelen tener claros los qués y a veces hasta los cómos, pero no resulta corriente que piensen en los porqués y los para qués ni mucho menos en cómo conectar esas respuestas con sus propios propósitos de vida. Cuánto enfado e incomprensión se eliminarían en el mundo de la empresa si en cada comunicación a los trabajadores desde la dirección hubiera una referencia a estas preguntas. Cuánto compromiso alimentaríamos.

Un líder tiene claro el propósito de lo que hace y de su empresa y ha sabido conectarlo y solaparlo con su propio propósito personal, con su sentido del éxito y hasta cómo quiere trascender en la organización.

ANTONELLA YAYER – JORGE SALINAS

De su libro LA EMPRESA CAMALEON. Las 6 claves de su salto evolutivo.

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