¿De dónde vienen los propósitos? ¿Por qué nos los hacemos? El profesor de psicología y neurociencia de la UOC Diego Redolar, director del programa de investigación de Neurociencia cognitiva y tecnologías de la información (CNIT), explica que en la formulación de nuevos propósitos intervienen dos partes del cerebro: la primera es la parte frontal ventromedial, profundamente vinculada a las emociones, y la segunda, la parte dorsolateral, mucho más vinculada al razonamiento y a la conciencia.
Son partes diferenciadas, pero en la toma de decisiones y en la formulación de nuevos propósitos trabajan interconectados. Eso sí, no siempre en armonía: “lo que suele ocurrir es que cuando empieza un año o un curso escolar estamos muy motivados, más de la cuenta, y la parte emocional del cerebro prevalece sobre la parte racional a la hora de hacernos propósitos, lo que descontextualiza nuestro propósito de la realidad en la que vivimos y nos impide valorar la casuística de nuestro contexto, lo que hace que, a la hora de la verdad, nos cueste mucho cumplirlo”, explica Redolar.
Para Francesc Núñez, sociólogo y profesor de los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, estudioso desde hace años de las emociones humanas desde la óptica sociológica, “tendemos a creernos nuestra propia propaganda sencillamente porque es una práctica terapéutica, porque imaginar produce placer, aunque luego no logremos cumplir nuestro propósito en su totalidad”.
El principal peligro, dice, es la frustración que aparece cuando, año tras año, fracasamos. Esta frustración periódica, sin embargo, se puede combatir mediante técnicas sencillas que, además, en consecuencia, propician grados de cumplimiento más elevados de nuestros propósitos.
Técnicas para cumplir los propósitos que nos hacemos
Desde el ámbito de la neurociencia, Redolar explica que toda técnica destinada a mejorar el grado de cumplimiento de un objetivo o propósito que nos hemos fijado para un año nuevo debe intentar compensar la desventaja de la que suele partir la parte racional del cerebro:
“A la hora de hacerse un nuevo propósito, hay que forzar nuestra mente para que valore de forma racional las especificidades del momento, los recursos reales y el tiempo que tenemos para cumplir lo que nos exigimos; hay que tratar de no confundir lo que razonadamente queremos y que puede ser a largo plazo, con lo que emocionalmente nos apetece en un instante concreto, como fumar un cigarrillo a pesar de que en realidad lo que queremos sea dejar de fumar”.
Núñez, en la misma línea, propone algunos trucos prácticos: “escribir en un papel los propósitos y definirlos en acciones concretas y en el tiempo es una manera de racionalizarlos; pasamos de la imaginación a un primer nivel de los hechos y las acciones”.
El segundo truco va un paso más allá: “comunicarlo a amigos y conocidos, decirlo; de esta manera sabemos que, si no cumplimos lo que decimos, tendremos que soportar una cierta vergüenza social, porque todo el mundo quiere mantener la credibilidad y nadie quiere sentirse traidor; el mero hecho de escribirlo y decirlo nos obliga a añadir dosis de realidad y responsabilidad al propósito y, por tanto, nos facilita el cumplimiento y nos aleja de la frustración”.
Núñez también apunta otro fenómeno muy común en los arranques de año y que hay que evitar si lo que queremos es cumplir los propósitos: la procrastinación, es decir, la práctica de posponer o aplazar el comienzo de un cambio de hábitos.
“Es una manera de no afrontar el problema: decido que tal día dejaré de fumar, pero mientras tanto voy haciéndolo. Lo mejor, si realmente creo que lo puedo hacer, es empezar a entrenar ahora mismo con un plan para fumar menos cada día de modo que, cuando llegue el día señalado, pueda dejar de fumar del todo; y si, además, lo he escrito en un papel y se lo he dicho a todos mis conocidos, las probabilidades de éxito son más altas”.
Otros consejos, elaborados por los Estudios de Artes y Humanidades de la UOC, son los siguientes:
- Preguntarnos qué queremos conseguir en el año 2021 y realizar una lista con nuestras respuestas.
- Apuntar por qué hemos escogido estos propósitos y responder qué nos aportan.
- Observarlos con ilusión y escoger tres que sean nuestra prioridad.
- Preguntarnos cómo conseguiremos hacerlos realidad. Concretar y organizarnos: qué, quién, cómo y cuándo.
- Poner la lista en un lugar visible: en la pantalla del ordenador o, después de imprimirla, en un espacio habitual.
Fuente: Equipos y Talento
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