1.- Teletrabajo
Hasta hace poco tiempo éste se consideraba como una ventaja que debía ser justificada y ganada. Después de un año sumergido en la crisis de Covid-19 se ha visto claro que algo que inicialmente se podía considerar como una medida de emergencia para mantener las organizaciones en funcionamiento es una alternativa sostenible para muchos profesionales en grandes compañías. Roles y proyectos que se pensaba requerían la presencia física se pueden abordar, también, a distancia, por lo que en el futuro las organizaciones se preguntarán cuáles son realmente las tareas o roles que necesitan contar con la persona físicamente. Como resultado, las oficinas o los espacios físicos de trabajo podrán ser más pequeño al disminuir el número de empleados que deben estar presentes de forma habitual, lo que ocasionará una disminución de costes.
Los millennials, la generación Z y los profesionales más jóvenes son los que mejor se adaptarán porque la colaboración en remoto es natural para ellos. Los mayores de cuarenta años son los que se resistirán más a que su lugar de trabajo sea reemplazado por “mesas calientes” para que su empleador pueda ahorrar dinero en espacio para oficinas. Además los ritmos sociales de la vida laboral son claves para mantener la salud mental.
Existen beneficios evidentes como los ambientales. En el Reino Unido, por ejemplo, el 25% de la contaminación relacionada con el transporte se atribuye a los desplazamientos diarios de los trabajadores. La sostenibilidad va a requerir formas más localizadas de afiliación y comunicación para sustituir al importante rol social que los entornos de trabajo juegan en la actualidad, para evitar que las organizaciones se conviertan en colecciones distópicas de individuos sin afiliación que nunca se reúnen, que interactúan a través de avatares y que consideran con desconfianza el concepto de una cultura organizacional compartida.
2.- Digitalización
Todo el teletrabajo se apoya en la digitalización y las plataformas de colaboración son fundamentales para ello. Éstas están siendo utilizadas, cada vez más, como oficinas virtuales, pero con la digitalización surge una importante diferencia: en las oficinas físicas aspectos significativos de la forma en la que se trabajaba eran informales e intangibles. Por ejemplo no existía ningún sistema que capturase las redes informales de influencia que podían determinar el éxito o el fracaso de un proceso.
En las oficinas virtuales casi todas las interacciones dejan una “huella digital” y las organizaciones se enfrentan a una explosión de datos sobre lo que los empleados hacen. Los líderes deben ser capaces de utilizar de filtrar para abordar de forma útil esta información.
3.- La digitalización abre el camino para la gestión por algoritmos
La accesibilidad a los datos puede acelerar el uso de algoritmos en las organizaciones. A pesar de la tendencia a aplanar los organigramas ejemplos de estructuras poco jerarquizadas entre las grandes compañías siguen siendo escasos, lo que tiene el inconveniente de la tendencia a la rigidez y a la toma de decisiones desde arriba. Generalmente las personas preferimos que los que toman las decisiones sean accesibles y competentes y no ocultos por capas y capas de mandos intermedios. Pero la capacidad de control o el número de personas que pueden ser gestionadas eficientemente por hasta el mejor líder pone un límite a las capas que pueden ser eliminadas. A partir de una cierta escala los mandos intermedios son necesarios para asegurar que los subordinados son supervisados adecuadamente.
El incremento de las plataformas digitales colaborativas ha reducido la carga de trabajo de los gestores. La coordinación y el seguimiento de los colaboradores, por ejemplo, puede realizarse a través de alertas automatizadas o software para gestión de tareas en lugar de correos personalizados o rondas de visitas, con lo que el tiempo a dedicar a cada empleado disminuye con lo que teóricamente cada responsable podría tener más personas a su cargo y la organización podría aplanar su organigrama ya que los algoritmos facilitarían la coordinación necesaria para unir los esfuerzos de unos individuos más autónomos.
El riesgo es caer en estructuras jerárquicas que son planas solo a nivel de sus capas pero con niveles de control y supervisión intolerables e intrusivos ejercidos por unos supergestores ayudados por unos pocos algoritmos.
Isabel Carrasco
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