En muchas ocasiones, la toma
de decisiones requiere de un esfuerzo considerable a la hora de recabar
información y analizar la misma. Muchas veces, se presentan ante nosotros
diversas alternativas, cada una de las cuales tiene sus pros y sus contras, e incluso
una reflexión más detenida significa en muchos casos añadir otras posibilidades.
Normalmente, la complejidad
de la decisión va en consonancia con su importancia. Cada día tomamos cientos
de pequeñas decisiones que ocupan apenas unos segundos nuestra mente, mientras
que hay decisiones que conllevan años de estudio, el esfuerzo combinado de
muchas personas y por consiguiente una gran inversión en términos monetarios,
aunque sólo fuese por el coste de oportunidad.
La infinidad de variaciones
y opciones que pueden tenerse en cuenta a la hora de tomar decisiones de cierta
entidad pueden implicar además diversos problemas añadidos, que conviene tener
en cuenta:
El coste en que se ha
incurrido. Si el esfuerzo que se ha dedicado al estudio de las alternativas, en
términos de tiempo y/o monetarios es muy elevado, es probable que terminemos
adoptando esa decisión, aunque ya no la consideremos demasiado buena ¡con todo
lo que hemos invertido, como para echarse atrás! –pensarán algunos.
La llamada parálisis por
análisis. Si nos dedicamos a estudiar y a darle tantas vueltas a la información
de la que disponemos que el propio proceso de análisis está retrasando en
exceso la decisión, mal asunto. Como decía al principio, debe haber cierta
correlación entre la importancia de la decisión y el esfuerzo aplicado.
Relacionado con los dos
puntos anteriores, debemos considerar también la oportunidad de la decisión.
Supongamos que hemos hecho bien nuestro trabajo, hemos analizado las
consecuencias de una u otra alternativa de manera razonable, pero… ¿es oportuna
ahora mismo esa decisión? ¿O quizás se ha quedado ya obsoleta y ya no es
conveniente?
Ejemplos reales de esto
último hay muchos:
1. Empresas que deciden
realizar una importante inversión porque las ventas van bien, cuando es
razonablemente previsible que puede haber una importante bajada de las mismas
en los próximos años; evidentemente, nadie tiene una bola de cristal para
adivinar el futuro, pero es importante analizar la posibilidad de que el
comportamiento del mercado en el futuro sea diferente al que ha tenido en los
últimos tiempos, y esto es una lección que se olvida muy a menudo.
2. Sociedades que viven una
situación complicada, y tras meditarlo durante mucho tiempo, deciden prescindir
de uno o varios trabajadores, con un coste tan elevado que dicha decisión
supone la puntilla.
3. Compañías que se endeudan
en exceso basándose en los bajos tipos de interés actuales, considerando que en
el futuro van a mantenerse.
- Etcétera (aunque son
ejemplos del mundo empresarial, esto es extrapolable a la vida personal de cada
uno; en muchas ocasiones, no analizamos adecuadamente la oportunidad de la
decisión).
Por eso, tan importante como
no precipitarse es no tardar demasiado; no sólo se trata de llegar a la
conclusión acerca de cuál es el camino adecuado, sino también de tener muy en
cuenta si es el momento.
Pablo Rodríguez es licenciado en Ciencias Empresariales,
postgraduado en Auditoría de Cuentas y máster MBA, apasionado del mundo de la
economía y la gestión empresarial. Para compartir sus comentarios y su punto de
vista sobre estos temas, visite: www.economiasencilla.com
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