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sábado, 14 de diciembre de 2013

INSTRUIR A LOS ESTUPIDOS Y PREPOTENTES


Creo que con el título de este post será más que suficiente para haber llamado alguna atención si más no, por lo grosero del enunciado pero es que, en ocasiones, hasta la grosería está justificada.

Muchos jefecillos, carguillos o como les queráis llamar –recordar que la categoría se gana, no se obtiene, te la conceden, no te la ceden- siguen cambiando sus actitudes al obtener el nombramiento y pasan a convertirse en déspotas, machistas, prepotentes y estúpidos. ¿Será cosa de la juventud? Quiero decir que, será cosa de que al obtener los primeros logros profesionales se es demasiado joven para asimilarlo de golpe.

Es cierto que la mayoría de nosotros obtuvimos nuestras primeras responsabilidades a tempranas edades, yo mismo lograba mi primer nombramiento importante con 25 años, una jefatura –interventor de oficina de primera categoría equivalente a lo que entonces se citaba como Jefe de Séptima dentro del escalafón profesional de la Banca- en La Caixa. No querría ahora enumerar el seguido de barbaridades que llegué a cometer en aquel período y de los que, de alguna, no me siento especialmente satisfecho.

Los años enseñan y la propia vida te muestra el camino a seguir si no tienes la suerte de encontrarte con buenos profesionales que te corrijan y ayuden. Debo decir también, en mi favor, que mi Delegado en aquella oficina no era precisamente un ejemplo a seguir. La suerte quiso que, tras algún batacazo, encontrara una persona sensacional que me guió y me dio esa mano para seguir la ruta adecuada.

Quiero decir con todo esto que muchos hemos cometido errores de bisoñez pero hay algunos tics que van con el carácter del individuo y esos son ya más difícilmente corregibles. Pete Campbell es un tipo de esos, machista, arrivista, despótico, insultante… forma parte de su perfil personal y, aunque en lo profesional pueda resultar brillante, alguien debería haberse tomado la molestia de no permitirle ascender en esa ficción caso de haberse tratado de la realidad. Lo malo es que, hoy y en la realidad, siguen ascendiendo tipos como ese. Por fortuna, Don Draper, le pone en su lugar de una manera clara e inequívoca lejos de encontrarse con alguien que le acabe riendo la gracia que hubiera sido lo más común y habitual en nuestro tiempo.

Recuerdo de mis años de adolescente que comenzaba a despertarse a los catorce años dentro del sector bancario, que cuando apenas había cumplido los diecisiete me topé en una oficina con un joven, bien vestido, con un coche deportivo y un buen salario con sus incentivos por pertenecer al equipo de Suplencias. Me trató con cierta deferencia por tratarse de un recién llegado a aquella oficina del Vallès, incluso establecimos una cierta relación personal. A los pocos meses de estar allí, hubo unos cambios forzados por circunstancias profesionales y pasó a ocupar la dirección de la sucursal provisionalmente.

Su comportamiento varió en 180º hasta convertirse con todos los compañeros en lo que realmente era, un prepotente. Hoy, ese personaje, es director de estudios de una importante escuela de negocios. Miedo me da que no haya cambiado su talante que, por lo que sé, sigue siendo muy parecido.

Amo a los tipos como Don Draper capaces de poner a cada cual donde se merece respetando a quienes le rodean y forman parte de su equipo.


 
Antonio Pascual
apascual@genial.com.es
GENIAL Consulting Group

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