Diferenciarte del resto y aportar valor resulta indispensable en un mercado laboral volátil y muy competitivo. Conviene que sepas quién eres, qué vas a ofrecer y quién puede "comprar" tu producto.
Crear tu propia empleabilidad es más que una habilidad profesional. Las exigencias del mercado de trabajo imponen la necesidad de que te vendas como si fueras una empresa o un producto. Y mucho más: debes diseñar tu carrera pensando en quién podría invertir en tu talento, demostrando resultados y asumiendo riesgos.
Andrés Pérez Ortega, consultor en estrategia personal, recuerda que para la mentalidad YO S.A., los empleadores son accionistas. Recuerda que "la transformación del mercado laboral cambia la forma de entender la carrera profesional. De trabajar para un único accionista para toda la vida hemos pasado al YO S.A., y debemos encontrar el modo de hacernos atractivos para potenciales inversores-empleadores. Un empleador es alguien que va a inverti en ti para obtener un dividendo. Si no es así, o si hay otros que ofrecen más rentabilidad, tu valor en el mercado de los profesionales registrará una tendencia bajista".
Lo primero es analizar quién puede ser tu accionista
y qué valor tiene el producto que vendes
Nekane Rodríguez, directora general de Lee Hecht Harrison, sugiere que "lo primero es analizar quién puede ser el accionista (el que va a apostar por nuestro talento) y cuál es el valor del producto que podemos ofrecerle. Qué es lo que hemos hecho basándonos en resultados". Añade la necesidad de analizar qué tipo de producto queremos ser y cómo encaja éste en el tipo de producto financiero que desea comprar un supuesto inversor. Sin olvidar plantearse si lo que cotiza es el talento, la innovación, los resultados a corto plazo o la seguridad. Custodia Cabanas, directora del área de comportamiento organizativo de IE Business School, plantea la necesidad de "saber qué quieres y, en función de ello, analizar qué sector te conviene y dónde puedes desarrollar tu carrera. Es bueno que experimentes quién eres profesionalmente, que te posiciones, que participes y corras riesgos. Al asumir esos riesgos, incrementas tu capital social".
-Rendimiento financiero. Andrés Pérez recuerda que hasta hace poco "una carrera y un MBA eran una inversión en tiempo y dinero de la que se podían obtener dividendos seguros hasta la jubilación. Pero el ROI actual de este esfuerzo es mucho más dudoso. En este momento, varios años de formación superior son equivalentes a realizar una gran inversión en maquinaria, personal y recursos con la esperanza de poder obtener rendimiento durante décadas. Sin embargo, lo más probable es que esa preparación no sólo no sea útil, sino que quede obsoleta incluso antes de empezar. Tener un gran nivel de estudios y trabajar como becario hasta los 30 años es como invertir en una gran empresa de celulosa para fabricar confeti".
Algunos adquieren mucho potencial intelectual
y de conocimiento que queda inmovilizado
En este sentido Miriam Las Heras, profesora de dirección de personas del IESE, recuerda que "nuestra carrera nos brinda una primera entrada en el mercado, pero es necesario invertir en nuevos activos (formación, experiencias o aportación en diferentes proyectos). El mejor activo es la adaptabilidad, la capacidad de aprender y de reaccionar a los cambios".
Andrés Pérez sostiene que las profesiones más rentables posiblemente ya no están en carreras como arquitectura o medicina, de igual manera que tampoco las grandes empresas son las mejores invrsiones. Cree que "la rentabilidad está en los profesionales que ofrecen algo innovador o 'disruptivo': el abogado aficionado a lo dospuntocero, un historiador con conocimientos financieros, un cerrajero que sepa de bioseguridad, pueden ser profesionales capaces de obtener mayor rentabilidad a su capital intelectual que un titulado que basa su futuro únicamente en un diploma de una carrera seria".
El mejor activo es la adaptabilidad, la capacidad de aprender
y de reaccionar al cambio
-Inversión a corto plazo . Las Heras se refiere asimismo a la volalitilidad: "Lo que sabes hoy no es relevante. Lo importante es lo que puedes saber, porque hay unos cambios disruptivos y es necesario mirar al futuro". Andrés Pérez cree que, dada la velocidad a la que evoluciona el mercado laboral, quizá es más recomendable la "inversión a corto plazo". Es decir, puede ser más interesante adquirir conocimientos o desarrollar habilidades rápidas y aplicables de forma inmediata (un lenguaje de programación, un idioma exótico, una tecnología innovadora) aunque tengan una fecha de caducidad. Asegura que puede ser una alternativa antes que poner todo nuestro capital intelectual, financiero y de horas en grandes inversiones de tiempo y dinero de nula rentabilidad.
-Inventario bloquedado. Igual que le ocurre a muchas empresas, un profesional puede tener una gran infraestructura y un gran stock de materia prima y de producto terminado paralizado.Pérez se refiere a aquellos que "adquieren mucho potencial intelectual y de conocimiento que queda inmovilizado y, en lugar de encontrar nuevos negocios (trabajar en algo no relacionado con lo suyo), prefieren esperar a que pase la crisis mientras sus conocimientos pierden valor cada día. Tienen mucha energía potencial pero les falta energía cinética. Quienes no han acometido 'inversiones' tan grandes se sienten mucho más libres y pueden cambiar de profesión o de sector con más facilidad".
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