Translate

lunes, 20 de junio de 2016

Gran Hermano como modelo de organización arbitraria

Aunque sea un "juego", se trata de un trabajo, donde los participantes pugnan por permanecer en un esquema que les permite aspirar a mayores recompensas.

La mecánica del programa Gran Hermano lleva varias temporadas, no solo en Argentina, sino en muchos países del mundo. El esquema común es bastante simple: se encierra en una casa a un grupo de jóvenes de ambos sexos, no elegidos al azar sino previamente seleccionados por sus características físicas y psicológicas.

La diversidad de intereses e historias previas es condición necesaria, porque deben convivir durante varias semanas para competir y pasar a ser el ganador, es decir, el último que permanezca en la casa. Porque de esto se trata el denominado "juego". Establecer alianzas, distribuir afectos y odios con sutiles mentiras o verdades, que apunten a que otro sea el despedido.

Los participantes deben ser necesariamente sumisos, obedientes a un personaje invisible, una especie de CEO, quien interviene con una voz grave y autoritaria. Quien se rebela, corre grave peligro de expulsión. Permanentemente vigilados visual y auditivamente, se aceptan ciertos excesos en tanto gratifique a la audiencia (seducciones, sexo no explícito, una confesión escandalosa, etcétera), siempre dentro del marco del rating. 

El programa merece la redacción de varios volúmenes producidos por psicólogos sociales, filósofos, psiquiatras, antropólogos y especialistas en Recursos Humanos. En definitiva, se trata de una versión particular de organización, donde no se produce nada concreto, excepto la exhibición de la competitividad impúdica para evitar la expulsión individual.

Para decirlo de otro modo, es todo lo contrario de lo que puede esperarse para la buena marcha de una empresa, una maraña de conflictos alentados al extremo en cada emisión. El gran atractivo son los expulsados, los perdedores. Un modelo negativo y, en algún punto, perverso. En las competencias deportivas serias, el ganador es el que llama toda la atención, pero no es este el caso de las decisiones que se van acumulando semana a semana. Es el mundo al revés si se aplicara el mismo modelo en una organización.

Curiosamente, la novela 1984 de George Orwell, sobre la que se inspiró el programa de TV, fue una distopía que alertaba sobre los peligros de los totalitarismos extremos que amenazaban con reinar en este mundo, el fascismo y el stalinismo. También curiosamente, lo han convertido en una atracción masiva, lo que abre grandes incógnitas. Esto es, por qué esta sofisticada barbarie logra atraer tanto público.

Hace algunos años había otro programa televisivo conducido por el actual candidato a presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. El momento culminante, donde la tensión llegaba a su apogeo, era cuando el señor poderoso, rubio y atildado anunciaba con dureza a algún participante: "Estás despedido".

También invita a revisar este fenómeno bajo la óptica de su validez a pesar de contextos diferentes. Cuando Orwell escribió su novela, a fines de los años 40, los totalitarismos absolutos estaban a la vuelta de la esquina, regímenes supuestamente superados, pero claramente seductores aún hoy.

En suma, la televisión enseña, es una gran escuela, siempre y cuando se pueda discernir entre lo bueno y lo nocivo. Gran Hermano genera incertidumbre, es desconocido, arbitrario y poco misericordioso. No es un liderazgo que genere adeptos, sino todo lo contrario en momentos en los que aún suenan las campanas del trabajo en equipo, la comunicación interactiva y el cuidado "del capital más importante de la empresa", los recursos humanos.

________________________________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario