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sábado, 16 de julio de 2016

¡Holis! La diferencia en el lenguaje marca una brecha intergeneracional


La manera de expresarse cambia, y la capacidad de adaptarse de los jefes no siempre es la mejor; la informalidad reina en el trabajo, pero no la falta de profesionalismo.

Hay sucesos que invaden a la sociedad toda a través de los medios, cuyos contenidos son banales de cabo a rabo y carecen de importancia real. También hay otros, verdaderamente importantes, que solo son conocidos por compañeros de trabajo y no trascienden más allá de las cuatro paredes de una oficina, aunque son brotes de una civilización no descubierta aún. Contrariando las leyes de gravedad, veremos un caso que tuvo lugar en una empresa importante.

La jefa de Personal, una mujer que frisa las cuatro décadas - como diría Ricardo Arjona-, recibe un mail interno de un nuevo empleado con la mitad de su edad. Empieza de la manera que sigue: "Holis. ¿Cómo te va? Soy Fernando de Expedición". Expone su caso y finaliza escribiendo: "Gracias, tesoro, por leer y espero se pueda solucionar". La jefa, no sin cierta sorpresa, lo invita a conversar en su oficina y lo recibe: "Holis. Soy la Jefa de Personal. Comentame lo que sucede". El joven saluda respetuosamente. "Buen día, ¿cómo está usted?". Ella responde: "Yo muy bien, mi tesoro". El empleado, un poco confuso, pregunta: "Disculpe, ¿usted se siente bien?". "Me siento fantástica. ¿Por qué?". "Por su forma de hablarme", responde el joven empleado". La jefa traduce: "Ah, comprendo. Lo decís por el 'holis' y el 'tesoro'". El muchacho se ríe, entiende la situación y concluye: "¿Sabe qué? Ahora creo que va a interpretar lo que me pasa con mi jefe. ¡No me entiende! Se enoja, me evalúa mal por mi manera de expresarme".


El jefe es un señor de seis décadas. La Jefa de Personal trató de explicarle a éste sobre las diferencias en el lenguaje generacional, pero con dudoso éxito.

El diálogo es un ejemplo paradigmático de la conexión con los aborígenes futuros, ya prácticamente actuales. La Jefa de Personal, con mente abierta y ágil, resolvió el tema en pocos minutos, hablando en su mismo idioma. Naturalmente, significa un esfuerzo, pero necesario. Algo así como mudarse de país sin conocer una la lengua del lugar.

Está claro que existen dificultades y más de uno se escandalizará por tanta irrespetuosidad que, tanto para el joven como para su superior, no resultaba visible. Imposible entenderse así. Pero hay recursos para superar el conflicto púdico, basado en nuestra propia historia del lenguaje y las reglas de cortesía. Hoy nadie escribiría un WhatsApp iniciando la carta con "Acudo a Vuestra Merced". Si invirtiéramos los términos, un mensaje de texto de este tipo, sin dicho encabezamiento; sería considerado una falta de respeto. Pero estaríamos en el Siglo XVII.

Más cerca aún, a principios del Siglo XX, no era tan frecuente tutearse entre compañeros de oficina, y mucho menos aceptable hacerlo con el jefe. Véase el libro o el film "La Tregua". Otro ámbito. En la Universidad, para rendir un examen oral con posibilidades de éxito, era prácticamente obligatorio el uso de saco y corbata. Hoy, en los turnos de diciembre o marzo, se presentan con bermudas y ojotas. ¿Es la vestimenta un dato imprescindible para evaluar los conocimientos adquiridos?

Hay que realizar un turismo de anticipación, fundamental para abrir la posibilidad de incorporar a las nuevas generaciones que ya están golpeando la puerta, prestos a entrar. "Nada se pierde, todo se transforma", diría Antoine Lavoissier en 1791, refiriéndose a la ley de conservación de la materia. Pero más acá de la física, lo más importante y difícil, es transformarse a sí mismo, es decir, tener la voluntad y decisión de adaptarse al nuevo país, cuya geografía y habitantes no han sido estudiados suficientemente todavía. Apenas tenemos algunos datos, pero si nos quedarnos aferrados al mismo lugar, será convertirnos en pobres náufragos perturbados.

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