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martes, 18 de abril de 2017

La transformación digital no es para mí

Hay gente que cada mañana además de ducharse, peinarse, y lavarse los dientes, probablemente también se embadurna con aceite de pies a cabeza para conseguir que todo le resbale.

Cuando los vientos de cambio soplan con más fuerza que nunca, hay quien prefiere la (aparente) tranquilidad de su refugio de agnosticismo.

También los hay que sacaron la calculadora, y con la mente puesta en la meta de la jubilación prefieren hacer oídos sordos a aquello que altere su entorno de cotidianidad controlada.

A todos ellos los visualizo con boina y bajando de un taxi (por supuesto ni Uber, ni Cabify), mirando a su alrededor y exclamando a lo Paco Martínez Soria: “La transformación digital no es para mí.”

Vale, lo reconozco, a veces los profetas de la transformación digital somos un poco plastas con nuestras cantinelas sobre el advenimiento del mayor cambio social de la historia de la humanidad.

A veces, sobre todo cuando teñimos nuestro discurso con tonos agoreros, da mucha pereza escucharnos. Y no es menos cierto que la burbuja que se está creando alrededor de la transformación digital le concede cierto aire de moda, con lo que los que trabajamos en ella no podemos evitar ser sospechosos de oportunismo.

Yo me considero un fiel creyente de este cambio omnipresente y todopoderoso, pero también entiendo que haya gente que prefiera quedarse al margen. Estos grupos son una realidad que no puede ignorarse. Por eso a la hora de trabajar un proceso de transformación digital, debemos contar con un número de personas sobre las que debemos realizar una labor evangélica muy especial. Y no, el truco no consistirá en darles mucho más la brasa. El agnóstico necesita realidades tangibles para abandonar su agnosticismo.

¿Qué acciones podemos poner en marcha para convertir a los descreídos? Ahí van algunas ideas:
  • Tendríamos que dar visibilidad a las nuevas posiciones que la transformación digital está trayendo a la empresa. Si nuestra compañía tiene alguna política que incentive a los empleados por traer talento en la empresa, en este tipo de posiciones la deberíamos aplicar. Es una oportunidad de atraer interés por ellas y a la vez de culturizar sobre su sentido. Además, en estas nuevas profesiones, donde las competencias tienen más peso que una experiencia en el puesto casi inexistente… venir avalado por una fuente de confianza es vital. Todos ganan.
  • La alta dirección se debe implicar en la dinamización de las acciones de introducción y formación de la nueva cultura digital. Tanto si es una red social corporativa, como si es un blog, como cualquier otro espacio de sensibilización… la presencia de personas que ocupan puestos relevantes siempre va a proporcionar un efecto arrastre, o como mínimo cierta curiosidad. Si por supuesto ponemos en marcha una iniciativa de reverse mentoring, ellos deben estar.
  • Construir estrategias de gamificación basada en acciones reales y recompensar a los mejores con algo tangible. El objetivo debe ser premiar aquellos comportamientos (digitales) que deseemos fomentar, y dar visibilidad a los evangelistas que surjan de esta nueva cultura.
  • Como dijimos en cierta ocasión, para transformar hay que eliminar. Si ponemos en marcha nuevas herramientas o canales de comunicación, pero no eliminamos lo antiguo, los más conservadores o menos inclinados al cambio no las van a adoptar. ¿Para qué complicarse la existencia si puede seguir haciendo las cosas de la manera en que la han hecho toda la vida y que tan bien conocen? Estas estrategias rompedoras con el pasado pueden generar más quejas al corto plazo, pero a medio-largo depararán resultados.
Por supuesto todas estas acciones, y otras que se nos ocurran para tangibilizar el cambio, deben ir acompañados por una tarea de culturización de lluvia fina constante. Se trata de no parar de hablar sobre el tema, para que, aunque sea por insistencia, acabe calando.

La transformación digital como mera etiqueta o vehículo comercial sí puede ser una moda, no lo podemos negar.

Pero la transformación digital en su significado más profundo de gran cambio social es una realidad que viene para quedarse. Es una nueva forma de evolución acelerada que nos obliga a estar al día para no quedarnos obsoletos. La transformación digital es para ti y para todos.

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