Creo que la primera vez que oí esta frase fue de los labios de mi amigo Fernando Notaro. La secuestré. La hice mía, y ahora forma parte de mi vocabulario y de mi filosofía de vida.
“Lo que viene, conviene” es una invitación a vivir con optimismo desde el momento presente.
No hay mejor instante para empezar algo que el instante actual. El curso de tu existencia con todos sus acontecimientos pasados confluye constantemente en el aquí y en el ahora. Lo que has vivido te ha convertido en la persona que eres hoy.
“Lo que viene, conviene” es una declaración de aceptación del pasado, con todo lo bueno y malo. Es una postura ante todo práctica, porque hacia atrás las cosas, mientras Elon Musk no lo evite con una máquina del tiempo, nunca se podrán cambiar.
“Lo que viene, conviene” no es conformismo, es un reinicio diario para afrontar el presente con las pilas cargadas. “Lo que viene, conviene” es una puerta de escape a los pequeños cataclismos diarios que nuestra visión egocentrista del mundo nos hace sufrir. ¿Cuántas de las tragedias laborales que viviste, no digo ya años, sino hace meses tienen importancia ahora? Déjalo, ya contesto yo por ti, más o menos ninguna. Lo que viene, conviene, así que céntrate en lo siguiente que vas a empezar y pon toda tu energía en ello.
Hay también tragedias reales. Sin querer ser irrespetuoso con las neuras de cada uno, yo denomino así a aquellos acontecimientos en los que tu vida o la de tus seres queridos está en riesgo, aquellos momentos tristes donde ese dolor que nace del amor, trasciende al ego.
Sucesos que te empujan a un pozo. Instantes, en los que “lo que viene, conviene” puede sonar hasta desagradable, y, sin embargo, sigue siendo necesario. Porque lo que has vivido te coloca en nuevo escenario, y esa experiencia te convierte en un ser distinto, un poco más sabio, que tiene el lujo de seguir vivo y la obligación de construir un nuevo presente aprendiendo de lo sucedido. Por mucho que cueste, y costará, no hay otro camino para salir del pozo.
Si algo me ha dado la edad es una mayor consciencia sobre la fragilidad de la vida. Algo que, sinceramente, me maravilla más que me aterra.
Lo mejor y lo peor, como la propia vida, pasa rápido.
Por eso cuando puedo me aferro al presente, y capturo imágenes que son regalos. La sonrisa de mi hijo al despedirme de él cada mañana me sitúa en el mundo. Me alinea con mis valores, me llena de aire los pulmones, y me advierte que nada de lo que me pase a lo largo de ese día va a ser siquiera la mitad de importante. Lo que vino, convino, sólo por ese instante.
Soy consciente mientras escribo este artículo que el papel lo aguanta todo, y la lógica desaparece cuando entran las emociones en juego. Supongo que esta filosofía no es para todos. Pero, para mí, es la puerta a querer construir un futuro mejor cada día desde el lugar en el que, inevitablemente, estoy. “Inevitablemente”, esa es la palabra clave para la aceptación. Porque la vida es un camino con principio y fin, y con una única dirección, hacia adelante. Lo que viene, conviene, lo creas o no, porque ni siquiera existe otra opción.
“Lo que viene, conviene” es una oda al devenir de la vida, a estar vivo, al aprendizaje adquirido, a la creencia en nosotros mismos, con la absoluta confianza en que, a pesar de las alegrías y los pesares, el momento presente es siempre el mejor instante para empezar a cambiar el mundo a mejor.
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