Estudio señala que las personas con sentido del humor tienen más éxitos laborales
Ante situaciones insólitas que se presentaban cotidianamente en la gestión empresarial o en organismos públicos, Gonzalo Canatelli, CEO de una multinacional en nuestro país, ahora exportado como talento a Estados Unidos, solía exclamar en actitud de búsqueda: "¿Dónde está la cámara oculta?".
La distensión equilibraba ambientes laborales tensionados. Era un respiro para todos y permitía retomar desde otra ubicación interna las situaciones dramáticas, lo que generaba un efecto aliviador, a partir de una característica propia.
A lo largo de su trayectoria profesional, un directivo desarrolla tres grupos de competencias: las técnicas, las de liderazgo o emocionales y las de actuación en totalidades complejas. Las incluidas en los dos últimos grupos conllevan una transformación propia para que su desarrollo sea posible. El sentido del humor está -tengamos o no conciencia de ello- entre las competencias de liderazgo clave.
Lo serio no es lo solemne: el sentido del humor es subestimado en los procesos de cambio o momentos críticos, aun cuando podemos confirmarla como una de las capacidades de liderazgo individual o colectivo más importantes, por encima incluso de muchas otras. Es formadora de contextos emocionales que amortiguan la ansiedad organizacional reinante. Cuando el mismo líder que suele tensar vínculos para cumplir sus objetivos también sabe compensar -sin por eso manipular- eso conlleva un mecanismo de influencia poderoso. Socialmente, en América Latina en general y en la Argentina en particular es casi determinante para la supervivencia.
Siempre vigente
Aunque algunos sostienen que los primeros humoristas profesionales son del siglo XX, cuando sistemáticamente se dedicaron a compilar los non sense o "sin sentidos" del siglo XIX, históricamente se puede rastrear el poder del humor desde la manifiesta influencia de juglares y humoristas de la cortes de todos los tiempos. Lo confirman las mismas reinterpretaciones de la doctrina socrática de la escuela cínica. Pasando por la literatura del entretenimiento cómico o burlesco, las caricaturas, hasta humoristas, en cualquier medio masivo denuncian aspectos de la realidad con más efectividad que el más serio de los analistas.
El sentido del humor está asociado al llamado "sentido común" o a su ausencia. Su utilización facilita enormemente la comunicación en ámbitos laborales, donde el efecto catártico que a veces conlleva -equivalente al de las lágrimas- no se hace esperar.
Estereotipos
En efecto, no hacen falta muchas referencias para que cualquiera reconozca los estereotipos que ciertos chistes y bromas conllevan: étnicos, regionales o nacionales, de género, de preferencias deportivas, de tipos de profesión y aun de defectos o rasgos no necesariamente negativos. Esto permite manifestar cosas que de otra forma no podrían ser expresadas, y es, a su vez, una mediación para la misma agresividad que, como el humor, es innata en el hombre.
Otros factores a los que las épocas y las mismas culturas organizacionales imponen límites, y que en lo laboral el líder debe tener claro, son las variaciones culturales que hacen que lo que resulta divertido carezca de gracia en otro: el humor contiene mucho de contexto, ya que los presupuestos en los que se basa y hasta la misma sorpresa necesaria dependen de lo cultural.
Sorprenden incluso las diferencias entre el sentido del humor
del hombre y de la mujer.
Confirmados desde las neurociencias los beneficios fisiológicos del sentido del humor -modificaciones del cerebro en forma positiva, fortalecimiento del cuerpo a partir de la liberación de dopamina, etcétera- y considerando exhaustivamente las explicaciones psicológicas desde la misma teoría del chiste, de Freud en adelante, este tema hace su aparición seria en el mundo del management.
Poco estudiado como una competencia de liderazgo, hemos profundizado en los "descriptores" del sentido del humor, proponiéndolo como desarrollable en forma gradual en distintos niveles.
Por ejemplo: la capacidad de su utilización en sentido positivo y constructivo, la generación de contextos emocionales adecuados con situaciones iniciales en vínculos para "romper el hielo", el saber suavizar con recursos humorísticos situaciones tensas y los estados de estrés y la ansiedad.
Colabora en el manejo de la frustración y hasta del sufrimiento. En el caso del liderazgo, es clave saber reírse de uno mismo en forma pública, síntoma de seguridad personal y fortaleza psicológica.
Por la negativa, alguien sin esta competencia desarrollada puede ser muy serio o considera una pérdida de tiempo cualquier manifestación feliz, o quiere evitar parecer tonta, o usa el humor a destiempo o de forma inadecuada.
También hay abusos de la competencia. Por ejemplo, algo inoportuno o inadecuado interrumpe el trabajo en equipo; a veces se lo utiliza para desviar la atención de problemas; puede ayudar a alguien a actuar alguien en forma manipuladora, encubrir críticas y hasta producir violencia. Se llegaría así al humor agresivo, que está potenciado a veces por las redes sociales.
Gestión de emociones
La competencia que implica el sentido del humor necesita, como todas las competencias de liderazgo, una buena gestión de las emociones. Los desafíos de la gestión -privada o estatal- no son gags ni una sesión de stand up. A su vez, risa significa alegría y felicidad en todas las edades, épocas y culturas. Allí el sentido del humor en el líder colabora en que todo se relativice un poco, colaborando en el compromiso y evitando el sobre compromiso o excesos en cualquier tarea.
Se trata de alivianar sin trivializar, o sea, ser liviano pero no ligero, evitando el abuso. El humor conlleva salud y puede ser una clave de liderazgo al alcance de todos.
Pablo Barassi, CEO de Integrar Recursos Humanos
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