Las posibilidades abiertas por internet han desarrollado un entorno de aprendizaje desconocido hasta el momento en el que los alumnos demandan un conocimiento adecuado a su época.
Si ver un carro tirado por caballos por mitad de la carretera parece sacado de otra época, ¿por qué no pensamos lo mismo cuando un adolescente tiene que aprenderse de memoria los afluentes del Tajo? Internet, con todas las tecnologías derivadas de su estandarización, ha abierto un abanico de posibilidades para la educación que, en muchas ocasiones, parecen alejadas de lo que realmente demandan los alumnos. No se trata de incluir en los institutos todo lo que suene a nuevo. Ni tampoco que los robots vayan a suplantar a los profesores de por vida. Innovar en las aulas tiene sentido para que el conocimiento llegue a todos los rincones y para utilizar las herramientas tecnológicas que mejor conecten la vida cotidiana de los estudiantes con la académica.
Un buen ejemplo de cómo sacar provecho de los avances técnicos es el ejemplo de David Calle, fundador de Unicoos, que ayer estuvo presente en la última jornada del foro educativo enlightED del South Summit. Nunca pensó que su pasión sería la docencia, pero hace 13 años se embarcó en una academia para dar clases de matemáticas y todavía no lo ha dejado. Cuando la crisis financiera sacudió España, muchos de los alumnos dejaron las sillas vacías porque no podían pagar este aprendizaje particular. En aquel instante fue cuando Calle echó mano de YouTube para grabar y difundir sus lecciones gratuitamente a todo aquel que deseara aprender. “Es la manera de democratizar todos los contenidos. Da igual los recursos que tengas. Si tienes internet, puedes aprender. Es una ventaja incalculable que hay que aprovechar”, explicó.
El concepto de democratizar que maneja es más amplio. Como sostuvo, apps, redes sociales y videojuegos forman parte del día a día de los estudiantes y tiene poco sentido alejarlos de las clases. “Podemos conectar al alumno con lo que tiene fuera, con el mundo real. Si no, están desconectados. Es clave que dejemos entrar a la tecnología sin miedos”, argumentó. Aunque tampoco se trata de una barra libre de nuevas herramientas en las clases. Su postura no riñe con fomentar el pensamiento crítico o las artes. Apeló al sentido común e, incluso, a la introducción como asignatura de la detección de fake news. “No podemos tratar a chavales de 16 años como a uno de tres. Se les puede empoderar, pero, al mismo tiempo, enseñarles a usar todo con criterio, que no se crean lo primero que leen”, añadió.
Para la mayoría de expertos que desfilaron por el foro enlightED, el problema de la educación no parece tanto la propia tecnología, sino cómo fomentar el conocimiento a través de las nuevas herramientas. Ken Robinson, experto educativo, no dudó en cargar las tintas contra las propias escuelas. “Ellas son el problema. No pueden ser un centro de competición. Aprender es un proceso natural del ser humano que le gusta. La tecnología ha cambiado la humanidad y también tiene que hacerlo en la enseñanza”, advirtió. Como ejemplo de esta unión, Calle puso sobre la mesa a un amigo suyo que trabaja en Google utilizando el análisis sintáctico para software de reconocimiento de voz, correcciones automáticas de textos y búsquedas orgánicas en un navegador. “¡Para que luego digan que el análisis sintáctico no sirve para nada!”, zanjó.
Más presente y menos futuro
Una pregunta recurrente es cómo será la educación del futuro ante tanta técnica. Sin una bola de cristal que desvele lo que ocurrirá, cuesta encontrar una respuesta concluyente. En vez de cuestionarse tanto sobre ello, en palabras de Robinson, el cambio es impredecible. “Con la inteligencia artificial nadie puede predecir qué ocurrirá y qué consecuencias tendrá. Centrémonos más en lo que puede aportar al conocimiento ahora mismo”, aseguró. En esta mirada hacia el presente, el fundador de Unicoos tiene muy claro que resulta capital adaptar las habilidades y pasiones de los jóvenes a las clases. “Conozco a un profesor que explica matemáticas con un escape room para el que emplea YouTube, Twitter, Facebook… Así entran en clase como locos. Se sienten protagonistas”, detalló.
Suena muy cool que los adolescentes tengan una educación muy tecnológica, pero ni una tableta hace de una clase la NASA ni tampoco que las aulas parezcan cíborgs. Volverse loco por la última tendencia puede estar muy alejado de lo que piden los estudiantes. “En Infantil y Primaria alejaría a los chavales de los dispositivos electrónicos para que jueguen y se manchen las manos con témperas. Las habilidades motrices y sociales van más allá de poner pantallas en todas partes”, alertó Calle. La digitalización ha descubierto nuevas posibilidades para la educación. La tarea que afronta todo el sector en este cómo utilizar los recursos para no generar desigualdades es si unas gafas de realidad virtual mejoran el aprendizaje en todos o hay que recurrir a un barreño con agua para que sigan comprendiendo el principio de Arquímedes.
Los colegios están cada vez abriendo más sus puertas a nuevas materias técnicas. La robótica y la programación son un claro ejemplo. Si en su momento la frase “aprende inglés” se colaba en todas las casas, ahora su lugar lo ha ocupado Arduino. No se trata de nadie desconocido, sino de un hardware abierto que permite construir dispositivos digitales e interactivos. “Programar es como aprender idiomas hace unos años. Los jóvenes tienen que estudiar algo de esto actualmente”, aconsejó David Cuartielles, cofundador de Arduino, durante la última jornada del foro educativo enlightED del South Summit. Sin embargo, tal y como apuntó Óscar Martín, director del CEIP Santo Domingo, lo más importante no será el qué, sino el cómo divulgar estos desarrollos. “Hay muchas formas de enseñar código”, concluyó.
Jorge G. García
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