En los últimos años se ha incrementado el número de personas emprendedoras y se ha batido el récord en creación de empresas. Este aumento corresponde fundamentalmente a las mujeres, muchas de ellas dadas de alta como autónomas.
Por un lado, la crisis del coronavirus,
y por otro, la expectativa de salida de esta para 2021, son motores que
impulsan a algunas personas con mayores dificultades en el mercado laboral, a
intentar la aventura de ponerse por su cuenta. A este respecto hay que tener en
cuenta que casi la mitad de todas las nuevas empresas son, en realidad,
personas autónomas, motivo por el cual, estamos fundamentalmente hablando de un
proceso de autoempleo, y no tanto de un impulso netamente emprendedor producto
de una idea de negocio o visión empresarial. Hay que tener en cuenta esta
situación para entender también el alto nivel de fracaso que experimentan
muchos de estos proyectos en los primeros años.
Sabemos que las mujeres mayores
de 45 años lo tienen especialmente difícil para ser contratadas por cuenta
ajena, y lo muestran los datos de paro de larga duración, que es especialmente
femenino. Por otra parte, el hecho de que, cuando están asalariadas, cobren
menos que sus compañeros (hay que recordar que la brecha salarial alcanza el
24% en nuestro país) o que se vean obligadas a aceptar contratos a tiempo
parcial de forma muy mayoritaria, conduce a muchas a dar el salto al
emprendimiento.
El salto al emprendimiento
Se trata de una buena noticia,
siempre que se tengan en cuenta algunos aspectos:
- Los estudios muestran que la posibilidad de acceso a financiación es determinante para el éxito de un proyecto empresarial
- Tener una red de contactos profesionales facilita la puesta en marcha, crecimiento y consolidación del proyecto
- Contar con el asesoramiento de un mentor o mentora es decisivo para cualquier emprendedor y, se ha comprobado que, en el caso de las mujeres, la influencia de una mentora es incluso superior
- La capacidad de comunicación y visualización de la emprendedora resulta esencial para lograr el reconocimiento y la fidelización a su producto o servicio.
Aproximadamente un 90% de las
nuevas empresas fracasan antes de transcurridos cincos años
Estos aspectos alertan, en primer
lugar, de que no todas las mujeres pueden ser emprendedoras, aunque lo deseen.
Lamentablemente, el deseo es condición necesaria pero no suficiente para lograr
los objetivos. En segundo lugar, resulta necesario facilitar desde las
administraciones públicas que las mujeres, que parten de menores niveles
económicos, tengan acceso a financiación, formación, mentoría, redes y demás
aspectos que los estudios han mostrado como determinantes.
Por último, sería deseable avanzar
en el nivel de conciencia de la población en general, y de las mujeres en
particular, respecto a los riesgos de emprender sin tener conciencia de todos
los aspectos requeridos para iniciar un proyecto con buen pie. Aproximadamente
un 90% de las nuevas empresas fracasan antes de transcurridos cinco años. Si no
establecemos sistemas de alerta y conciencia, el fracaso puede ahondar en las
circunstancias de precariedad de que partía la persona y provocar una doble
victimización que haga muy difícil su recuperación, especialmente si ha
depositado en su empresa el capital de que disponía.
En conclusión, bienvenido sea el
emprendimiento femenino siempre que se lleve a cabo desde la mesura, el
conocimiento y la evaluación de riesgo.
Por gentileza de:
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MACENTER GESTIÓN
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macenter.gestion@gmail.com
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