Buenas noticias en tiempos de pandemia
A lo largo de 2020 hemos aprendido a convertir los centros de trabajo en entornos más seguros. Los protocolos que se han puesto en marcha decaerán tras la pandemia, pero consolidarán una cultura de la prevención y una mayor sensibilidad ante los riesgos a los que nos enfrentamos desde el punto de vista de la salud. Es una buena noticia que tanto las empresas como los trabajadores hayamos reaccionado de forma responsable, modificando procesos, espacios de trabajo y hábitos profesionales. De hecho, los estudios disponibles muestran que la transmisión del virus es proporcionalmente menor en el entorno laboral que en otros espacios de nuestra vida: relaciones sociales, familiares, etc. Si sumamos a esto el descubrimiento de formas de trabajo colaborativo en remoto, algo positivo nos llevaremos de esta crisis.
Nuevos virus sin vacuna
Los avances en la lucha contra el virus en los centros de trabajo no pueden ocultar el desarrollo de otro patógeno que se extiende de forma silenciosa, amenazando incluso la salud de los trabajadores: el desánimo. Detectamos una sensación de hartazgo, de falta de expectativas. La frustración ante noticias que anticipaban el fin de la pandemia, desmentidas después por los hechos, hace mella. Esta desmoralización no es, en absoluto, reprochable. Hay muchos negocios al borde de su capacidad de resistencia. Las amenazas al mantenimiento del empleo son reales. Muchos planes de desarrollo profesional se ven truncados. Precisamente por eso es necesario desarrollar una vacuna que prevenga los efectos negativos del desánimo y en particular la pérdida de capacidad de respuesta.
Dirijo en estos meses una investigación sobre la resiliencia y su impacto en la salud de los trabajadores. Espero que podamos contribuir al hallazgo de la ansiada vacuna. De momento, anticipo algunos de sus beneficios.
- La resiliencia reduce la dependencia de las opiniones ajenas
Gran parte del impacto emocional de una situación adversa se produce no por sus efectos objetivos sino por el deterioro de nuestra imagen ante los demás. Quien padece la tiranía del “like”, una constante necesidad de la aprobación ajena, es más vulnerable ante los aparentes fracasos. El placebo, en este caso, consiste en buscar la aprobación de forma indirecta, mediante una pose de entereza ante la dificultad. Una persona resiliente comparece más bien ante el dictamen de su propia conciencia y extrae de sí mismo la energía para seguir adelante.
- La resiliencia reduce la dependencia del pasado
Muchas de nuestras emociones son reactivas, se desencadenan en respuesta a experiencias vividas. Volver sobre nuestros recuerdos próximos puede tener un cierto carácter evasivo. La resiliencia no es un ejercicio de amnesia, pero se focaliza poderosamente en el futuro. Frente al efecto paralizante de una reflexión excesiva sobre las adversidades por las que hemos atravesado, una persona resiliente dedica su energía a diseñar e intentar alcanzar escenarios más favorables.
- La resiliencia reduce la dependencia de los pensamientos negativos
No controlamos los pensamientos que vienen a nuestra mente, pero sí el tiempo que permanecen en ella. Es inevitable que, en tiempos difíciles, nos asalten ideas teñidas de decepción o de desesperanza. Si alimentamos esas imágenes, nuestros espacios de posibilidad se estrechan y nos convertimos en rehenes del pesimismo. Es comprensible la tendencia humana a buscar ese tipo de refugios, ya que nos eximen de responsabilidad. Cuando todo está tan mal, cualquier resultado está justificado. Los pensamientos positivos se caracterizan porque mueven a la acción. No son fruto de la ingenuidad, sino del afán por seguir adelante.
- La resiliencia incluye fuertes dosis de determinación, no es solo un estado de ánimo
En ocasiones se confunde la resiliencia con un estado de ánimo, con una especie de optimismo innato. Es una cualidad que reside mucho más en nuestra voluntad que en nuestras emociones. No hay que esperar a que las cosas vayan bien para que nuestro estado anímico mejore. Podemos luchar para mejorar las cosas, con independencia de que tengamos días más o menos favorables.
Decía Thomas Hardy, no sin una buena dosis de cinismo, que “el pesimismo es un juego seguro. Así no puedes perder nunca, solo puedes ganar. Es el único punto de vista desde el que nunca te sentirás decepcionado”. Me gustan mucho más los versos que inspiraron a un gran ejemplo de resiliencia, Nelson Mandela:
No importa lo estrecha que sea la puerta,
no importa el castigo del mas allá,
Soy el amo de mi destino,
Soy el capitán de mi alma.
JOSÉ AGUILAR
José Aguilar López es Doctor en Filosofía (PhD) y Programa de desarrollo directivo (PDD) por el IESE. Socio Director de MindValue. Imparte seminarios y cursos numerosas Universidades y Escuelas de Negocios de Europa y América. En 2006 obtuvo, junto a Javier Fernández Aguado, el premio del Management Internacional Forum al mejor libro de Management del año, por la obra conjunta “La soledad del directivo” (Lid, Madrid, 2006).
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