Ante la idea de que la nueva manera de conducir es más horizontal, se contrapone ahora la contratendencia, es decir, volver al espíritu más autoritario.
El tema de la formación de líderes es central en las empresas para su crecimiento. Las infinitas versiones vuelven a salir a la luz en nuestros días, cuando la posibilidad de que el líder del país más poderoso del mundo caiga en manos de Donald Trump. Pero nadie debería sorprenderse. Es uno de los tantos liderazgos posibles que conviven en la actualidad y éste es el dilema esencial: cuál elegir.
Como era de esperar, la aparición de Trump en la escena política internacional renueva la discusión sobre quién es líder y quién no. Un catedrático de la Universidad de Stanford, Jeffrey Pfeffer, desarrolla la idea de que la humildad en un líder se encuentra sobrevalorada. No sirve para el ejercicio del liderazgo. Su fundamento es que su responsabilidad como profesor es decir la verdad sobre cómo son las cosas. Parte de la premisa de que la verdad es un valor superior a cualquier otro. Ejemplo: un sujeto puede anunciar que va a matar a una persona y cuando lo haga y sea juzgado quedará eximido de culpa porque ha sido veraz.
Pfeffer se ha basado en el análisis de las estructuras organizacionales como son, en vez de como deberían ser. Según él, las organizaciones no pueden funcionar sin un sistema jerárquico. Esta propuesta contradice frontalmente la gran cantidad de estudios contemporáneos sobre la ineficiencia de las estructuras piramidales, augurando mayor horizontalidad.
Hace tres años, el catedrático escribió: "La jerarquía es un principio estructural fundamental de todos los sistemas organizativos, desde los peces hasta los humanos. La jerarquía simplifica la complejidad y está aquí para quedarse, independientemente de los proclamados méritos de la autogestión y de los sistemas sin líder". Y agrega: "La autenticidad está sobrevalorada y la brecha entre aspiración y realidad es una de las razones por las que la confianza en los líderes y en los gurúes del liderazgo se ha evaporado". En palabras más simples, dejemos de lado las utopías de participación porque no sirven para nada.
La propuesta de Pfeffer y su adhesión a la "metodología Trump" podría entenderse en su país, con su historia y su cultura. Un país que ha valorizado la gestión individual, que ha contado miles de historias sobre la conquista del Lejano Oeste a punta de pistola y que está en discusión todavía sobre la legalidad de la posesión de armas para defensa personal encaja perfectamente con la posición planteada. En el extremo opuesto, a modo de comparación y contraste, está Japón, con sus métodos de trabajo participativo. El pasado influye sobre el presente, de un modo u otro.
Deberíamos empezar a preguntarnos, ¿y en casa cómo andamos? Cuando un jefe debe asumir el ejercicio de su rol, se enfrenta con múltiples opciones. En una situación similar se encuentran los empleados bajo su dependencia, ya que éstos deben aceptar o no las reglas que se les imponen. El tema hoy tiene mayor vigencia entre las nuevas generaciones, con mayor preocupación por sus necesidades personales, a diferencia de las anteriores, que consideraban sus condiciones de trabajo un mal inevitable, aunque fueran negativas.
La cuestión del liderazgo es compleja y en nuestro país se triplica. Cruzados por distintas culturas empresariales que no se adecuan y a las que no se las filtra, quedamos sin anclas, sin velas, sin rumbo definido. La pregunta central sobre cuál es el estilo de liderazgo a elegir tiene una respuesta ambigua: la más adecuada. Depende el tipo de organización, del producto o servicio, de la sociedad.
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