Que la transformación digital es sobre todo una transformación cultural se ha escrito ya tantas veces y por tantas personas diferentes que, afortunadamente, se está convirtiendo en una verdad asumida. Por eso en esta ocasión partiré desde ahí sin mayor explicación.
¿Quieres acompañar la transformación digital? Pues tendrás que revisar los elementos que definen tu cultura actual, y será entonces cuando habrás de tomar la decisión que planteaba en el título de este post: Añadir nuevas competencias digitales o digitalizar las que ya tienes.
Puede parecer una cuestión baladí, pero no lo es. En todo proceso de cambio has de trabajar la cultura si quieres que las personas se conviertan en tus aliados, de lo contrario pueden convertirse en un obstáculo para alcanzar los objetivos del proyecto.
Ya veíamos cuando hablábamos de modelos mentales que la cultura está basada en una serie de valores y creencias extendidas, comportamientos arraigados definidos de una manera explícita o no. No puedes de repente decir a alguien que lo que ha estado haciendo durante años está mal y pensar que lo va a aceptar y va a empezar de cero como si nada. Desaprender es más difícil que aprender.
Por eso cuando se pretende sensibilizar a una organización sobre la nueva cultura digital que ya es una realidad en el mundo y, ojo, que ya es posiblemente una realidad en las casas de la mayoría de los empleados, no se puede entrar como un elefante en una cacharrería.
Lo primero es hacer un análisis de lo que hay. Entender la cultura de la empresa, entender hasta qué grado se conoce y, sobre todo, hasta qué grado se vive. Si está ahí simplemente por inercia o si ha sido trabajada de manera explícita. Y, en este último caso, si realmente los trabajadores se identifican con ella o no.
Una vez este estudio previo esté realizado ya tendremos más pistas para dar respuesta a la cuestión inicial.
Digitalizar comportamientos es la mejor opción en aquellas compañías que han venido trabajando su cultura durante mucho tiempo y tienen unos empleados que se sienten identificados con ella. El mensaje no es que hay que cambiar lo que existe por algo totalmente distinto, sino adaptarlo a los nuevos tiempos.
Probablemente las competencias que definimos como claves en la cultura de esa empresa sigan teniendo sentido, pero necesitarán añadir nuevos comportamientos que les acerquen a los cambios que se están produciendo en el mundo exterior. Por ejemplo, claro que el “Trabajo en equipo” sigue teniendo sentido, pero probablemente habrá que integrar nuevas acciones que acaben convirtiéndose en hábitos relacionadas con la necesidad de compartir y el uso de las nuevas herramientas sociales para hacerlo.
Digitalizar comportamientos es siempre mi opción preferida, porque tiene más de personalización, y personalizar es otro de esos verbos que la nueva sociedad digital demanda.
Sustituir las competencias actuales por competencias digitales, o simplemente añadir estas últimas a lo que ya existe, a mí me parece un recurso fácil, pero tampoco tiene que ser por esto desdeñable.
Dependerá de nuevo del entorno. Si no ha habido un trabajo previo de la cultura y debemos partir de cero, por qué no incluir este tipo de competencias. Pero siempre con análisis previo, que no se haya trabajado, no quiere decir que no haya una cultura arraigada en las personas, y si es así conviene detectarla de antemano antes que encontrarla más adelante bloqueando el camino. Tirar de competencias digitales también sirve para abaratar costes, porque es una solución más de brocha gorda… y no lo digo en este caso de manera peyorativa, lo digo porque no todas las organizaciones necesitan o pueden permitirse un trabajo de pincel fino tipo “Antonio López”, que necesita tres años para pintar un membrillo (y dejó a vuestra elección decidir si me refiero al fruto, o a un miembro pequeño de la familia real).
No me gusta el uso de las competencias digitales, cuando es la biblia que trae el consultor bajo el brazo bajo el supuesto de “café para todos”. Eso me trasmite poca implicación por su parte y poco sentido de la personalización, y, por tanto, poco arraigo de la cultura digital en sus comportamientos. Un consultor de transformación digital que no busca personalizar me produce tanta desconfianza como uno que no tiene cuentas (o las tiene sin uso) en las redes sociales. Me produce menos credibilidad que la exigencia de los solteros que se apuntan a E-darling.
Digitalizar competencias o implantar nuevas competencias digitales son dos opciones válidas, lo que resuelve la cuestión es siempre un buen análisis del escenario de partida. Y luego mucha sensibilización porque en este caso la letra no entra con sangre, entra con regularidad, con persistencia y con mucha creencia en lo que se hace. Porque la transformación digital no es solamente un proceso de cambio con un principio y un final, es un proceso de adaptación a una nueva cultura de cambio continuo.
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