Muchos temas vinculados a la inteligencia artificial son hoy por hoy una gran incógnita; su definición dependerá mucho de los pasos que decida dar China, que concentra los avances.
En materia de direccionamiento de la agenda de innovación y avance tecnológico, ¿hay alguien hoy con más influencia y poder que Elon Musk (Tesla), Jeff Bezos (Amazon) o Mark Zuckerberg (Facebook)? La respuesta es sí. O, para ser más precisos: "Xi". El secretario general del Partido Comunista Chino, Xi Jinping, concentra por estos días todas las miradas y aspira a renovar su mandato y a acrecentar aún más su poder en el país más poblado del planeta. Desde el miércoles pasado, y probablemente hasta mediados de esta semana, tiene lugar el 19° Congreso Partidario, que cada cinco años define el tablero político en la potencia asiática. "Hay muchísimas incógnitas hoy en la geopolítica de la innovación, que dependen de cómo juegue China en el corto plazo", cuenta a la nación Kevin Kelly, editor general de la revista Wired.
Kelly estuvo la semana pasada del 53er. Coloquio de IDEA, en Mar del Plata: llegó desde Europa y previamente había estado en Ulan Bator, Mongolia, donde se reunió con emprendedores chinos que participan del boom económico del país de Gengis Kan. Wired tira hoy 700.000 ejemplares y publica al menos dos veces al año un reporte sobre los avances recientes de China en materia de ciencia y tecnología.
En varios campos, como computación cuántica o biología sintética, las novedades más resonantes de 2017 no llegan ni de EE.UU., ni de Europa, ni de Rusia, sino de China. En junio pasado, el Micius, el primer satélite exclusivo para comunicación cuántica, lanzado en 2016, pudo por primera vez lograr un "entrelazamiento" de fotones a la distancia récord de 1203 kilómetros, coronando un proyecto iniciado hace 14 años. El entrelazamiento es la propiedad cuántica que permite que dos entes se ubiquen en distintos lugares al mismo tiempo. El hito abre un futuro sin techo para aprovechar los principios de la física cuántica en tecnología de avanzada (planteados por primera vez, a nivel teórico, a principios del siglo XX).
2017 es también un gran año para los avances en China que involucran a Crispr (un acrónimo que, en inglés, remite a clustered regularly interspaced short palindromic repeats), la "navaja suiza" de la edición genética que permitió ya modificar genéticamente órganos de animales -de cerdos-para ser trasplantables a humanos. Y un equipo de científicos en China fue el primero en usar en un paciente humano esta técnica revolucionaria, por la cual se introdujeron en el cuerpo de un paciente con cáncer células más resilientes a las agresiones de un tumor genéticamente modificadas en laboratorio. Lo hizo un grupo de médicos liderados por el oncólogo Lu You, de la Universidad de Sichuan.
"Los avances en biología sintética a veces tienen menos prensa que los de la inteligencia artificial o los del campo digital en general, pero involucran patrones de cambio tanto o más revolucionarios", cuenta Kelly, cuya esposa es bióloga y trabaja en 23 and Me, exitosísima empresa fundada en 2006, que ofrece servicios de diagnóstico genético personalizado. "Y luego, en China surgen jugadores de primera línea en el campo de la inteligencia artificial, de la que hay que hablar en plural: vamos a ver varios tipos de inteligencias artificiales en explosión, todas con dinámicas y externalidades de red. De aquí a menos de tres o cuatro años vamos a ver una marca de consumo masivo de tecnología surgida en China, probablemente en el campo de los vehículos eléctricos, transporte disruptivo o vehículos automanejados", vaticina Kelly.
Entre los objetivos que se remarcarán en el Congreso del PC chino (el partido más grande del mundo, con 89 millones de miembros) estará el compromiso de que la economía asiática sea "completamente inteligente" para 2030. Un reporte reciente del banco de inversión Goldman Sachs consigna que el país ya genera un 13% de la información digital global, con la expectativa de que esa masa crezca al 20% o al 25% para 2020. Esto pone a China en una situación inmejorable para perfeccionar los mejores algoritmos de comercio electrónico, banca online, redes sociales y vehículos automanejados. "Hoy no es tan relevante la experiencia en AI como plantearse buenas preguntas para aprovechar una enorme masa de información, y a eso apunta China", dice Emiliano Kargieman, el emprendedor argentino que dirige la empresa de nanosatélites Satellogic, que conversó con Kelly en IDEA.
Según Goldman Sachs, en China ya hay unas 700 empresas de inteligencia artificial, que registraron más de 16.000 patentes sólo en el último año, y una inversión acumulada de 2600 millones de dólares. En el segmento de IA, China ya constituye el segundo ecosistema, detrás de EE.UU.
En otros indicadores, lo supera. Según un informe de la firma McKinsey, los pagos de ciudadanos chinos por celular ascienden a 790.000 millones de dólares, once veces más que todos los que se hacen cada año en EE.UU. El país ya es la cuna del 43% de los unicornios (empresas con valuación por encima de los 1000 millones de dólares, base digital y con un crecimiento empinado en un promedio de siete años). El valor acumulado de los unicornios chinos asciende a 380.000 millones de dólares.
Un informe del muy buen sitio The Exponential View, que cura Azeem Azhar, escrito por David Schlesinger, un consultor que por 20 años dirigió las oficinas de Reuters en China, muestra las dificultades para pronosticar sobre el Congreso del PC, y también del poderío sin precedente del Estado para vigilar ciudadanos con IA. Una filtración de los algoritmos estatales, cuenta Schlesinger, permitió ver cómo jugar varias horas a videojuegos "baja" un puntaje de "responsabilidad" de los ciudadanos y comprar pañales suma puntos por "comportamiento responsable".
El juego de la geopolítica de la innovación se vuelve todavía más complejo: no sólo hay países involucrados, cuenta Kelly, sino que empresas como Google, Facebook o Amazon ya tienen un poderío e influencia comparables a las de Estados nacionales, y sus intereses entran en colisión muchas veces con los de potencias como EE.UU., China, Rusia o la UE. "Facebook jugó un rol central en el resultado de la última elección de EE.UU, y, por lo tanto, decisiones de Mark Zuckerberg podrían afectar resultados electorales de otros países en un futuro cercano. Ésta es una propiedad nueva, que nunca tuvieron las empresas tradicionales, y hay que pensar en nuevos marcos regulatorios", explica Kelly, autor de varios best sellers, como The Inevitable (Lo inevitable).
Kelly y Kargieman coinciden en que América latina y la Argentina en particular deben decir cuanto antes cómo se posicionan en este tablero, en lo que hace al manejo de la información, regulaciones, etcétera. "Es una decisión tan compleja que hay que encararla en equipo -sostiene Kelly-, pero hay espacio para ser pioneros, tal vez usando una arquitectura con blockchain -la tecnología detrás de bitcoin-, que permita no apropiarse de la información, la política que sigue China, que para mí es mala porque no es escalable, pero sí fijando grados de responsabilidad para quienes aprovechan los datos. Lo bueno es que, comparado con lo que vamos a saber de aquí a 20 años, hoy nadie sabe nada, estamos en el minuto cero. Y ésa es una oportunidad enorme para países y empresas".
Sebastián Campanario
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